octubre 15, 2024

La lucha global contra el fascismo: desafíos y nuevos actores

La vicepresidenta de Venezuela, Delcy Rodríguez, al convocar a los pueblos del mundo a una resistencia unida, ha señalado un desafío que trasciende las fronteras nacionales y que requiere una respuesta internacional coordinada.

La irrupción de las nuevas derechas en el escenario político mundial constituye un fenómeno complejo y multifacético. Si bien el fascismo clásico del siglo XX dejó una profunda huella en la historia, las expresiones contemporáneas de esta ideología han adoptado formas más sutiles y adaptables.

Los nuevos actores políticos de extrema derecha han sabido aprovechar las fisuras sociales, económicas y políticas generadas por la globalización neoliberal y la crisis de los sistemas representativos para movilizar a las masas y consolidar su poder.

Para la vicepresidenta de la Nación bolivariana el desarrollo de batallas cruciales contra el neofascismo, con implicaciones tanto regionales como globales se enmarcan en un enfrentamiento con cada vez mayores implicancias en América Latina y que tiene como alternativa el desarrollo de un nuevo orden mundial liderado por los BRICS.

Fascismo en la Región y en el Mundo

En su alocución, Delcy Rodríguez señaló que la amenaza del fascismo no se limita a un solo país; su influencia se extiende a diversas regiones del planeta. En América Latina, Rodríguez identificó la presencia de líderes fascistas en al menos 17 países, incluidos Argentina, Brasil, Chile, Colombia y Estados Unidos.

Pero identificó en Palestina, en Venezuela y en Ucrania los epicentros donde se encuentra la primera fila del combate de los pueblos contra el fascismo internacional.

De hecho, la lucha en Palestina contra el fascismo se enmarca en la invasión armada y el genocidio cometido por Israel y resistido por la población local. Este accionar cuenta con rasgos propios de regímenes fascistas del siglo XX, como el nazismo, el cual incluye un racismo virulento, la exaltación de la violencia, y una ideología totalitaria, que deshumaniza sistemáticamente al pueblo palestino.

La resistencia palestina se conecta con una ética antifascista, similar a la que surgió en América Latina durante las dictaduras, que denuncia la opresión y busca la liberación de los pueblos sometidos por proyectos autoritarios y genocidas.

En cuanto a Ucrania, la situación actual también es vista por Rusia como una lucha contra el nazismo. “Es visible a simple vista en las imágenes de militares ucranianos que posan en Internet, sin intentar siquiera ocultar los numerosos símbolos, banderas y emblemas nazis.” señaló este miércoles el representante ruso ante el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, Vasili Nebenzia.

Las autoridades rusas, incluidos altos funcionarios como Dmitri Medvédev, han argumentado que el gobierno de Kiev encarna una «reencarnación del fascismo». Esta afirmación se basa en la presencia de grupos nacionalistas y paramilitares de extrema derecha que han estado activos en Ucrania.

Medvédev señaló que los «herederos de Hitler» son alimentados y armados por Occidente, con el objetivo de eliminar a Rusia del mapa, comparando a estos grupos con los nazis históricos que lucharon contra la Unión Soviética en la Segunda Guerra Mundial.

En tanto Venezuela continúa presentándose como un baluarte en la lucha contra el fascismo, una postura que ha sido enfatizada por altos funcionarios como Jorge Rodríguez, presidente de la Asamblea Nacional.

Durante el Congreso Mundial contra el Fascismo en Caracas, Rodríguez señaló que el país se encuentra en el «epicentro de la lucha contra el fascismo mundial», algo que relacionó con la utilización de las redes sociales actúan como instrumentos de control mental y alienación, fomentando el odio y la desinformación.

Según Rodríguez, el fascismo no es simplemente una crisis política, sino también un fenómeno económico y psicológico que emerge en momentos de desigualdad y crisis.

Citando las ideas del psicoanalista Sigmund Freud, destacó cómo este sistema utiliza mecanismos de alienación para dividir a la sociedad, mientras que los sectores fascistas que han atacado al gobierno venezolano buscan perpetuar estas divisiones en el país. Además, afirmó que, al igual que en Europa en el siglo XX, las élites económicas son quienes impulsan el fascismo en Venezuela, en un intento por proteger sus intereses frente a movimientos sociales.

Del mismo modo, Delcy Rodríguez, vicepresidenta de Venezuela, subrayó que la lucha venezolana contra el fascismo tiene una dimensión global, denunciando las agresiones económicas y mediáticas que el país ha enfrentado.

Los Nuevos Actores del Fascismo Internacional

Para la vicepresidenta Delcy Rodríguez, la intervención de figuras como Elon Musk y Erik Prince en el contexto de Venezuela ha puesto de relieve el papel de nuevos actores en el escenario del fascismo internacional.

Musk, conocido por sus posturas controvertidas es una de las figuras más influyentes de la época, lo cual utiliza para favorecer a la ultraderecha tanto en Estados Unidos como en Venezuela o Argentina, como en el resto del mundo.

A través de su plataforma, X (antes Twitter), Musk ha amplificado mensajes desestabilizadores y de odio, beneficiando campañas políticas como la de Donald Trump en EE. UU., y alineándose con figuras como María Corina Machado en Venezuela y Javier Milei en Argentina. Acciones que le valieron incluso la suspensión por parte de la Justicia brasileña.

Además, ha modificado los algoritmos de la red social para difundir su ideología y promover bulos que impactan negativamente la estabilidad de estos países.

Musk utiliza su poder mediático para impulsar guerras culturales y alianzas estratégicas con la ultraderecha global, especialmente en países ricos en recursos naturales clave, como el litio y el petróleo, vitales para la transición energética que lidera su empresa, Tesla.
Por su parte, Erik Princes, dueño y fundador de Blackwater, una empresa privada de seguridad fundada en 1997 que en la actualidad. La compañía, conocida por administrar «el ejército privado más grande del mundo» se hizo famosa por proporcionar servicios de protección en zonas de conflicto, especialmente durante la guerra en Irak, donde fue contratada por el gobierno de Estados Unidos para proteger a funcionarios y diplomáticos.

Con el tiempo, Blackwater se emancipó del Estado norteamericano y ganó notoriedad debido a su implicación en varios escándalos, el más destacado siendo el incidente en la plaza Nisour en Bagdad en 2007, donde agentes de la empresa mataron a 17 civiles, lo que generó amplias críticas por el uso excesivo de la fuerza.

La reciente manifestación de apoyo de Prince a los intentos de golpe de Estado promovido por la oposición radicalizada venezolana y su llamado a la acción, en un contexto donde ha sido vinculado a operaciones encubiertas y alianzas estratégicas con actores políticos cuestionables, refuerza su imagen como un actor que promueve acciones desestabilizadoras en escenarios internacionales.

Su influencia y métodos reflejan una tendencia hacia el uso de fuerza privada y maniobras políticas vistas como una extensión del fascismo moderno, que prioriza la intervención autoritaria y la erosión de la soberanía estatal para lograr objetivos políticos.

Esta presencia subraya cómo los intereses globales y las nuevas formas de extremismo se entrelazan, afectando directamente la política y la estabilidad en países clave como Venezuela.

Conflicto manifiesto a nivel global por la lucha por un nuevo orden mundial. Rodríguez expresó esperanza en los BRICS Plus como una alternativa al dominio de la OTAN y el G7. «Estamos viendo la guerra de Estados Unidos y la OTAN contra Rusia y contra China», destacó Rodríguez, señalando que esta batalla se extiende a todos los rincones del planeta y plantea un desafío crítico para la supervivencia de la humanidad.

Las nuevas derechas

La irrupción de figuras como Donald Trump en el escenario político global ha desencadenado un intenso debate sobre el resurgimiento de la extrema derecha y su capacidad para cooptar las instituciones democráticas.

Sin embargo la derecha liberal y la extrema derecha comparten sus fundamentos. El periodista e historiador indio, Vijay Prashad apunta que lejos de ser una anomalía, el surgimiento de estas fuerzas revelan una profunda crisis del liberalismo y una connivencia histórica entre este y las fuerzas más reaccionarias.

En esa línea, señala que el fascismo del siglo XX, aunque se presentó como una alternativa radical al liberalismo, compartía con este último una profunda hostilidad hacia el socialismo y un marcado nacionalismo. Tras la derrota del nazismo y el fascismo, muchos pensadores advirtieron sobre la persistencia de tendencias autoritarias y la posibilidad de un resurgimiento de la extrema derecha bajo nuevas formas.

Autores como Michał Kalecki y Bertram Gross ya en la década de 1960 alertaron sobre la capacidad de la extrema derecha para infiltrarse en las instituciones democráticas y cooptarlas desde dentro. La idea de un «fascismo amable», que operaba a través de los mecanismos del Estado y las grandes corporaciones, anticipó las dinámicas que observaríamos décadas más tarde.

La extrema derecha contemporánea se ha reinventado, adaptándose a los tiempos y utilizando nuevas estrategias para infiltrarse en las estructuras de poder y movilizar a las masas.

Lejos de ser un fenómeno residual, esta ideología ha cobrado una nueva fuerza en el escenario político global, aprovechando las grietas sociales y económicas generadas por la crisis del capitalismo neoliberal.

Este nuevo fascismo se caracteriza por su capacidad de mimetizarse, adoptando discursos aparentemente democráticos y utilizando las instituciones liberales para consolidar su poder. A través de una paciente estrategia de infiltración en los medios de comunicación, las instituciones educativas y los aparatos represivos del Estado, la extrema derecha busca normalizar sus ideas y silenciar a sus opositores.

Prashad apunta que esta ideología explota el sentimiento de soledad y alienación generado por la sociedad capitalista, ofreciendo una falsa sensación de comunidad y pertenencia basada en identidades excluyentes y discursos de odio. Al mismo tiempo, la extrema derecha se presenta como una fuerza anti-sistema, aunque en realidad está profundamente vinculada a los intereses de las élites económicas y políticas.

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