Por Diego Portal -. La marcha sobre La Paz del sector evista está programada para iniciarse el martes 17 de septiembre en la localidad de Caracollo (departamento de Oruro), pero la arremetida contra el Gobierno será en octubre, mes emblemático para los bolivianos en la historia de por lo menos el último cuarto de siglo. Este anuncio se suma a varios anteriores de sectores como el transporte pesado, los gremiales, médicos y trabajadores de salud, entre otros.
El expresidente Evo Morales seguramente pretenderá capitalizar a su favor los resultados de un “nuevo octubre” y cobrar revancha de lo que le sucedió hace cinco años, aun sea a lado de sus históricos enemigos, precisamente en otro fatídico mes de octubre. Solo así se explica su comprensivo anuncio de que no quiere interrumpir las efemérides departamentales de Cochabamba, Pando y Santa Cruz. “Son muy fiesteros”, dijo en tono totalmente comprensivo.
Queda claro que el escenario está casi montado para repetir, con los mismos actores pero en diferentes papeles, lo ocurrido en 2019. En la vida las cosas suelen repetirse dos veces, la primera como tragedia y la segunda como comedia. Hace cinco años el pueblo vivió una tragedia, con la inmolación de inocentes que solo defendían la democracia en Sacaba y Senkata, con centenares de presos políticos, detenidos y desterrados. Hoy quienes están detrás de bambalinas apenas aspiran a vivir una comedia.
Objetivos de lucha
Ya lo han manifestado: el objetivo es que renuncie el presidente Luis Arce. Pero, ¿cuál sería la salida? Que se adelanten las elecciones generales de 2025 (tal vez para mayo o junio) y que la transmisión del mando sea en agosto, en plena celebración del bicentenario de la independencia de Bolivia; o que el vicepresidente David Choquehuanca asuma la primera magistratura y sea quien conduzca el país hasta que un nuevo gobierno asuma la administración estatal en noviembre del próximo año (parece la menos probable); o que se exija que ambos, Presidente y Vicepresidente, cesen sus funciones y que la presidencia interina quede en manos del presidente del Senado, Andrónico Rodríguez (esta opción limpiaría el camino de Morales en su aspiración presidencial, pues para nadie es desconocido que la mayor sombra dentro de las bases masistas para Evo es precisamente el joven dirigente del Chapare).
En síntesis, sea cual sea el camino que elijan lo que se busca es acortar el mandato presidencial de Arce. Lo que venga después podrá ir configurándose en el camino, aunque entre los objetivos de lucha se halla la habilitación de la candidatura de Morales con o sin la sigla del Movimiento Al Socialismo (MAS).
Y ¿qué papel juega en todo este enredo conspirativo la derecha tradicional (la más próxima al centro y la más radical)? Es algo que hay que dilucidar, porque es de conocimiento público que, junto a los “radicales de izquierda”, la derecha tiene sus propios objetivos estratégicos y desde luego que tiene claro qué hacer en política y en economía. Dejar que el MAS se destruya con su guerra intestina, que queden fuera Lucho y Evo de cualquier posibilidad electoral, que se elimine al MAS del mapa electoral, son parte de sus fines. Es decir, preparar el camino limpio para el retorno del liberalismo, en cualquiera de sus versiones, e implementar las recetas políticas y económicas que vienen desde Washington.
Hay que incendiar el país
Al igual que en 2019 están sobre el tapete los incendios en toda la región del nordeste del país, cuestión que no es casual en tanto no solo hay intereses económicos de quienes pretenden ampliar la frontera agrícola para expandir sus industrias, sino que detrás de esos intereses se esconden otros mucho más oscuros. Conocedores de las limitadas capacidades estatales (en todos sus niveles nacional, subnacional y municipal) para combatir los incendios adecuada y oportunamente, han visto a esta como la mecha ya no solo para incendiar el país, sino para que explote la patria, en algo que podría tener consecuencias imprevisibles para todos y cada uno de los bolivianos, pero principalmente para los sectores más desprotegidos de la sociedad.
El combustible con el que se desea alimentar el fuego final de la desestabilización y del quiebre democrático tiene múltiples matices y actores, aunque en el fondo todos responden a los mismos propósitos.
El abastecimiento de combustibles, escases de dólares, los resultados del Censo, el alza de los precios de los artículos de la canasta familiar, la supuesta crisis económica, son los caballitos de batalla que la derecha venía planteando desde hacía mucho tiempo y a los que contribuyeron activamente saboteando la gestión gubernamental. A eso se suma una activa e incansable acción mediática que se ha dado a la tarea de posicionar en la agenda informativa y en la opinión pública estos mismos temas. No es casual que hasta hace algo más de una semana eran las revistas matinales de los canales de televisión los que definían los precios de los productos en los mercados. A la par que comedidamente sembraban incertidumbre al mostrar las filas de carburantes en determinadas estaciones de servicio, obviando lo acontecido en gran parte de las estaciones de servicio del país.
La agenda mediática desestabilizadora pasa igualmente por generar incertidumbre sobre el precio y la existencia de divisas norteamericanas en el mercado negro y, desde luego, por mostrar una creciente y preocupante espiral delictual en distintas regiones. Largos espacios informativos están íntegramente dedicados a lo que antes solo se observaba en el “telepolicial”; obviamente con el concurso de funcionarios policiales que se han convertido en verdaderas vedettes o estrellas informativas, con presencia diaria en todos los canales, hablando de la delincuencia y mostrando, contra todo principio constitucional y de respeto a los Derechos Humanos, a ciudadanos que presumiblemente habrían cometido delitos, solo para provocar en la ciudadanía una sensación de inseguridad que se convierta en un caldo de cultivo favorable para cualquier discurso antidemocrático que ofrezca poner fin a esta situación (están aún frescas las acciones de los gobiernos de El Salvador o Ecuador en su publicitada lucha contra la delincuencia).
¿Y qué hace ahí la izquierda radical?
Para nadie es desconocida la pugna interna al interior del MAS. No vamos a entrar a señalar quién está en la posición equivocada o cuál debiera ser el camino que tendrían que seguir. Es un problema interno de ese partido y es ahí donde deberá resolverse.
No obstante, resulta por demás llamativo que en los discursos y acciones desestabilizadoras en contra del gobierno de Arce (el mismo que fuera proclamado en enero de 2020 por Morales como el candidato de la tolda azul) haya una coincidencia estrecha entre los objetivos y las acciones de la derecha, extrema y moderada, y los sectores afines a Morales.
Políticamente hablando, ¿Morales tiene posibilidades reales de ser candidato? Más allá de los aspectos legales de habilitación o inhabilitación, teóricamente el caudal electoral del MAS en las elecciones pasadas de 2005, 2009, 2014, 2019 y 2020 seguirá siendo el que pueda ahora recuperar Morales, incluso suponiendo que fuera con la sigla del MAS y sin que el actual presidente no se postule. Pero parece que sería muy difícil que aquello suceda, puesto que muchas cosas han pasado en los últimos cuatro años que no han servido precisamente para favorecer la figura y el liderazgo del exmandatario.
Todo parece indicar que, consciente o inconscientemente, los “radicales” del MAS están tendiendo la alfombra para el retorno del liberalismo al país. ¿Estarán en condiciones de asumir esa responsabilidad histórica?
El síndrome de la UDP
Mientras tanto la derecha mira cómodamente desde palco cómo se fagocita el MAS, de la misma manera que lo hizo entre 1982 y 1985 cuando dejó que el país llegara hasta el borde del barranco para aparecer como la salvadora e imponer su programa de ajuste (DS 21.060) e instalarse en el poder durante 20 años. Entonces contó con la complicidad del vicepresidente Jaime Paz Zamora y el Movimiento de la Izquierda Revolucionaria (MIR) que, desde dentro de la Unidad Democrática y Popular (UDP), traicionó y jugó en contra del presidente Hernán Siles. Posteriormente Paz Zamora se desenmascararía, mostrando su verdadera faz, al cruzar ríos de sangre y aliarse con el dictador Hugo Banzer y cogobernar con él, tan solo para llegar a ser presidente y alejado de cualquier principio ideológico.
Es posible que se produzca otra vez una situación similar con un sector radical que, desde dentro, está destruyendo el Instrumento Político solo por las ambiciones políticas de una persona y su entorno delincuencial. Cruzarán también ríos de sangre y se darán la mano con quienes precisamente fueron los que los derrocaron y los presionaron para que se fueran al exilio en 2019. En política no hay imposibles, pero cuando menos debiéramos todavía creer que en la izquierda existen valores y consecuencia con el pueblo y sus postulados.
Días críticos para el gobierno
Son días difíciles los que se avecinan para el Gobierno, pues ya está anunciada la guerra. Aun cuando digan que “guerra avisada no mata moros”, la desestabilización iniciada el mismo día que Arce triunfó en los comicios de octubre de 2020 está llegando a su punto culminante y con seguridad que no dejarán ningún cartucho sin disparar en contra del Gobierno y la democracia.
La capacidad de resistir y de saber gestionar la crisis, de imponer el poder democrático en medio de situaciones realmente adversas, está a prueba y es la gran oportunidad para el Presidente y su gobierno de demostrar porqué están ahí.
El pueblo tiene vocación democrática y saldrá en defensa del gobierno legalmente constituido, pero para que ello pase tiene que mostrarse un gobierno fuerte, con convicción y de cara al pueblo, dándole seguridad y certezas, tomando con valentía las medidas necesarias para superar todos y cada uno de los escollos y problemas que ha ido sembrando la oposición (la de derecha y de izquierda) y seguramente seguirán haciéndolo.
Son muchos los intereses y los factores de poder que están en juego y nadie cederá fácilmente en sus posiciones. Están dispuestos a que el país arda en octubre, y no hay que dudar que hasta aquellos que dicen sentir “ganas de llorar” ante los incendios estarán entre los principales fogoneros y traerán toda la leña que puedan para avivar el fuego y hacer que explote la democracia en Bolivia.
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