octubre 7, 2024

Manuel Escarcha “Polvorín”, alias William Aguilar, el poeta bohemio de las aqhawasis de Tupuraya y Tiquipaya

Por Luis Oporto Ordóñez *-.


Conocí a Manuel Escarcha “Polvorín” a través de poemas develadores de la trágica realidad, poesía descarnada de denuncia e impotencia: “¿puede la palabra dormida reflejar en un poema/a plenitud en plenitud el dolor de una madre/ante la muerte del hijo razón de sus desvelos?”. Es el Kallari (prólogo) de Sacaba, ya se acaba el odio, ya deviene la esperanza, primer lugar en poesía en el concurso “Letras e imágenes de Nuevo tiempo” de la Fundación Cultural del Banco Central de Bolivia.

William Jonny Aguilar Pérez nació en Oruro, el 27 de junio de 1957. Egresó del colegio San Agustín (1975). Estudió en el Colegio Militar del Ejército “Gualberto Villarroel”, de donde egresó con la promoción “Mach’aj Wila” (Sangre Nueva) en 1981, y se especializó en el Colegio Militar de la Nación Argentina, del que egresó con la promoción “Malvinas Argentinas”. La promoción “Mach’aj Wila”, que se reconoce como “soldados de honor”, protagonizó el motín del Colegio Militar del 19 de marzo de 1981, que fue el inicio de cinco movimientos militares para el retorno de la democracia a Bolivia. Desde entonces abrazó la ideología marxista. En su destino en Potosí, organizó el frente ARMA, del que escribe en el poema ¿Después de la jerga?, “sueños de revolución se desglosa sobre esta sigla: Avanzada Revolucionaria Marxista”.

Un acontecimiento marcó a fuego su existencia: “A mis 15 años, yo era estudiante del colegio San Agustín, mi padre me llevó a celebrar en La Quinta Chichería de la Corte Electoral, en Cala Cala. Una jarrita de chicha, una botellita de San Pedro de Oro. Vamos a brindar por tu cumpleaños”. Así conoció las famosas chicherías extintas: “Negro Pedro” y “Las Siete Graditas”. Ya fuera del Ejército se decantó hacia la poesía y se incorporó a la vida bohemia, destacando como la “figura viva de la cultura de las aqhawasis del valle”.

Ernesto Flores Meruvia, devela: “por un largo periodo de tiempo el William Jonny y el Manuel Escarcha Polvorín han estado peleados, quizás emputados uno con el otro, tal que nunca se miraban sus larguiruchas jetas. Pero con el tiempo, el poeta rinde cuenta del sinsentido de este mutuo resentimiento entre las dos partes inexorables de su alma; las reencuentra cara a cara en Oruro, las reconcilia, y ahora son un solo ajayu, el libro es memoria de ese hecho”. [1]

El “Polvorín” fue un gran conocedor de la historia e importancia de las chicherías: “el impuesto a la chicha fue formidable respecto al crecimiento de Cochabamba. Con ese impuesto se construyó el estadio Félix Capriles”, y del significado cultural que encierran: “las chicherías eran espacios de encuentro comunal. En la época del 52, todos compartían la buena chicha. El kallariy (inicio), se servía con un ‘k’allitu arrecho’, porque está hecho con locoto de huerta”. Conoció el mundo nocturno: “era usual pasar por las chicherías del prado, luego ir a las chicherías de mala muerte, y en la madrugada a las chicherías de ‘cara-cortadas’ en el Puente Pinto, el lugar que llamaban ‘El Bronx’, ahí terminábamos”. [2] Las chicherías fueron alejándose del centro, hasta ser totalmente erradicadas. “Eso se debe a que hay un cambio de actitud de nosotros mismos”, afirma con nostalgia.

De esa manera llegó hasta Tupuraya, donde su cuartel general fue la legendaria chichería “Thaqo María”, el reducto inspirador donde vio nacer sus poemarios. “Como un acto de rebeldía, reivindicamos el espíritu de la chicha. En esta chichería nació, en la época del 90, el movimiento Puruma, conformado por humanistas, trostkistas, socialistas, guevaristas. Aquí presenté nuestra primera revista (1994) y luego mi primer poemario Versos de los deshabitados”.

La chichería era un ambiente mágico, amigable, pues permitía el contacto directo de leer el poema, e ir declamando de mesa en mesa: “recitábamos, también cantábamos, esta experiencia me ha permitido sacar varios de mis poemas en cuadros”, que se vendían como pan caliente. Ahí se gestó el centro cultural rebelde, “porque cuando nos ensimismamos, los poetas hacemos un libro, lo dejamos en las librerías y está durmiendo sus laureles y el único que los compra somos nosotros mismos cuando tenemos que regalar a alguien. ¿Cómo reivindicamos la poesía sin tocar las puertas del papá Estado? que es otra forma de estirar la mano, eso no debía ser así”. Expone la estrategia: “es posible caminar por los rumbos comunales”, y lo demuestra como factible: “los primeros viernes de cada mes nos juntábamos aquí, hechos a los misteriosos. Nadie compraba su propia chicha, hacíamos vaca en todas las mesas, así se recaudaba de a un peso, dos pesos, 20 pesos, según su capacidad, se colocaba todo en la mesa, se contaba y se compraba latas de chicha y se distribuía a todos en los baldes, en una actitud comunitaria. Había de todo, rockeros a un lado, los travestis, los gays, las mujeres a otro lado; universitarios, docentes, periodistas, cada quien con su locura”.

Pronto devino la transformación: “ha empezado a crecer, presentábamos las revistas y los poemarios que hacíamos, se empezó a hacer música, empezamos a escribir. Ya estábamos planteando un movimiento de rebeldía urbana. Decíamos ‘no vamos a presentar nada, ni teatro ni música, ni poesía, en espacios públicos del Estado, en espacios comerciales’. Se gestó un espíritu de rebeldía muy interesante”. En su poesía, se retrata en primera persona: “Pido disculpas/ Por no haber nacido/ Por no ser formal ni bien vestido/ Por no querer ser Comandante/ Ejecutivo/ /Ministro/ Senador”, para concluir, en su más puro y refinado estilo, con sorna y sarcasmo: “Confieso que no estoy equivocado”. Manuel Escarcha (Polvorín). “Poeta aqhadémico kochala”. [3] En “Thaqo María”, presentó su primer poemario Versos de los Deshabitados, después el libro Marinero de Aguas Amarillas, un libro que apoyó la universidad Retazos de piel, y Mariposa de mayo, “pero ya nos empujaron a Tiquipaya. Estoy volviendo aquí después de 30 años”.

Su muerte, acaecida en 12 de septiembre de 2024, fue muy sentida. Los Tiempos, escribió: “Cochabamba se despide de una de sus figuras más queridas en el ámbito cultural, quien deja una huella en la bohemia popular de la ciudad. Aguilar fue el catalizador de los famosos encuentros mensuales en chicherías, donde la música, la poesía y la reivindicación social se entrelazaban con el aroma y el trasiego de la chicha”. La Trini. Revista Cultural, lo calificó como: “La alegre rebeldía. Nos ha dejado el poeta de la chicha, del humor valluno y de la ácida crítica social. Un autor singular, al margen y a contracorriente, cuya influencia se extiende a varias generaciones de artistas y gestores culturales, sobre todo en su Cochabamba (y su Tiquipaya)”.


  • Magister Scientiarum en Historias Andinas y Amazónicas. Docente titular de la carrera de Historia de la UMSA.

1       Ernesto Flores Meruvia (2023): “El misterio de la identidad: una reseña literaria y ensayística del libro Silencios del Nombre, de William Jonny Aguilar Pérez (manuel escarcha polvorín)”, Punto Cero vol. 28 no. 47 Cochabamba.

2       #CronicasChicheras, programa etnográfico de lamosca. tv que rescata y reivindica el acervo cultural de la chicha en los Andes. Julio 22, 2024.

3       Del poemario: Versos de los deshabitados, 1990.

 

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