Por La Época -.
Al cumplirse el cuarto año del mandato del presidente Luis Arce, el pasado 8 de noviembre, la facción evista hizo una de las demostraciones más grotescas de la forma de oposición que hizo en los últimos tres años. Echar agua al vicepresidente y presidente nato de la Asamblea Legislativa Plurinacional (ALP), David Choquehuanca, confirmó la ausencia de ideas con las que llevaron adelante sus funciones.
Lo que sucedió ese 8 de noviembre no fue la excepción. En realidad fue la más burda y grotesca. Esas imágenes que circularon por el mundo dieron cuenta al nivel que descendió la lucha política en el primer órgano de poder del Estado Plurinacional. Si fuera un tema de competencia, la facción evista, cada vez más violenta y sin horizonte, se llevaría el primer lugar. Ni siquiera la oposición clásica tuvo una actuación en escena de esa naturaleza.
Por tanto, hizo bien el Hobierno en tomar recaudos y tener un escenario B para que el Presidente se dirigiera a los bolivianos y las bolivianas. Aunque el formato no fue algo que se hiciera todos los años, debe comenzar a considerarse a la hora de concebir un mandatario que hable no a los políticos sino a la población. Eso es algo en que deben reflexionar los responsables de la imagen del Presidente.
Pero volvamos al 8 de noviembre. Sería un error juzgar a la facción evista solo por su actuación en el solemne acto. Hay que ver mucho más allá. En realidad esas formas de acción política se corresponden con el desarrollo de una estrategia y tácticas equivocadas. Un jefe de partido en permanente campaña de victimización ante el mundo, pues en Bolivia solo su núcleo duro le cree; una sistemática difusión de noticias falsas, con las que se quiere posicionar ideas ausentes; medidas de presión que asfixian a la población en momentos en que el gobierno de Luis Arce está cargando con lo que no se hizo desde el año 2014, cuando Evo Morales era reelegido por tercera vez, son demostraciones de una mala caracterización de la coyuntura, de las relaciones de fuerza, de la naturaleza del Gobierno y de los peligros externos que acechan.
La facción legislativa del denominado “arcismo” no se salva de la crítica. La ambición de ocupar la presidencia de la Cámara de Diputados ha develado que los intereses personales están por encima de los colectivos y que la responsabilidad de responder con cohesión y con ideas a la oposición no existe. Esta facción del Movimiento Al Socialismo (MAS), salvo pocas excepciones, no ha escapado de pertenecer a un cuerpo legislativo bastante mediocre en el ejercicio de sus funciones.
Por tanto, a juzgar por lo que sucedió ese 8 de noviembre, en el que la facción evista se lleva el premio a lo grosero y burdo, hay necesidad de que los partidos piensen en una cualificación de su representación en la ALP, sin perder la inclusión como rasgo central de la época. Se trata de tener no solo senadores y diputados representativos de sus regiones y sectores, sino asambleístas que conviertan las principales sesiones en un ejemplo de educación política. Soñar no cuesta nada.
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