
El inicio del segundo cuarto del siglo XXI abre en nuestro país una serie de interrogantes acerca de lo que se viene, panorama confuso no solo en el mediano y largo plazo, como sucede casi siempre cuando se hacen análisis de prospectiva, sino en lo inmediato en un año en el que recordamos los 200 años de la creación de la república de Bolívar.
Hace dos lustros pocos habríamos imaginado que el país volvería a vivir épocas de crisis económica y política parecidas a las de décadas pasadas. El referéndum del 21F abrió una compuerta imprevista en la historia reciente iniciando el desmoronamiento de un proceso que pensábamos había llegado para quedarse por largo tiempo.
El golpe de Estado de 2019, la pandemia del Covid-19, la resistencia popular y el aplastante triunfo electoral de Luis Arce en octubre de 2020 terminaron por configurar un escenario distinto al que había enmarcado los primeros 10 años de gobierno del Movimiento Al Socialismo (MAS).
Los cuatro años de gobierno de Arce Catacora tuvieron que lidiar desde su inicio con el deplorable estado en el que dejaron el país los golpistas en sus pasajeros 11 meses y días de gobierno, en lo económico y en lo institucional. Pero no solo aquello, sino un abierto proceso de desestabilización desde dentro y fuera, por la derecha tradicional que se sumó a la oposición generada desde el interior del propio partido de gobierno, que derivó no solo en la división de las bases que integran el Instrumento Político, sino también en el quiebre de la mayoría parlamentaria que han impedido consolidar la gestión gubernamental.
Año electoral
Este 2025, como todo año electoral, presentará un panorama particularmente confuso y alborotado, con elementos que deben ser tomados en cuenta, puesto que ya están ofreciendo señales de conflictividad que podrían no solo generar escenarios complicados, sino derivar, incluso, en situaciones de riesgo para el sistema democrático.
La debilidad institucional del Tribunal Supremo Electoral (TSE), demostrada en la realización de la elección de autoridades judiciales el pasado año, su subordinación y obsecuencia a las determinaciones del Tribunal Constitucional Plurinacional (TCP), renunciando a su independencia e incumpliendo el mandato establecido por la propia Constitución Política del Estado (CPE), ponen en duda su capacidad para llevar adelante los comicios nacionales previstos para el mes de agosto (incluso en la fecha de realización no hay consenso entre sus vocales).
El acuerdo establecido con el TCP en días pasados es otra señal de esa debilidad, puesto que lo único que se espera es el que TSE exija el respeto a sus competencias y responsabilidades, sin subordinarse a ningún acuerdo, es decir, que solo debía exigir el cumplimiento de la ley, tanto por los operadores de justicia y partidos políticos como por la ciudadanía en su conjunto.
La situación irresuelta sobre la legalidad o no de los magistrados “autoprorrogados” del TCP, la permanencia en sus cargos tras las elecciones judiciales y el haberse posesionado a nuevas autoridades del Órgano Judicial, dejan una estela de duda, mucho más si se toma en cuenta el casi ilimitado poder alcanzado en diversos temas, entre ellos el electoral, durante la gestión anterior, cuando ya se encontraban en entredicho por haber rebasado el tiempo establecido por la CPE como mandato de estas autoridades.
Si sumamos a los anteriores aspectos la evidente ineficiencia e incapacidad del Órgano Legislativo para cumplir con sus labores específicas de fiscalización y legislación, originada en la ausencia de una mayoría real en el bloque oficialista, así como las claras limitaciones personales de la mayor parte de los legisladores tanto oficialistas como opositores, hallamos un panorama desolador en la institucionalidad democrática.
Los zombies al ataque
Hasta ahora todo indica que quienes buscarán protagonizar la contienda electoral de agosto son los “muertos vivientes”, los zombies de la política boliviana. Nombres como los de Jorge Quiroga, Samuel Doria Medina, Carlos Mesa, Manfred Reyes Villa y otros vienen del siglo pasado, cuando entonces fueron protagonistas y tuvieron su oportunidad y demostraron su incapacidad.
Todos fueron perdedores, electoralmente hablando, en los últimos 40 años, en la totalidad de eventos electorales nacionales, pero insisten en considerarse líderes y sin ninguna propuesta nueva, sin un planteamiento serio alternativo, repitiendo únicamente el mismo discurso de crítica al modelo vigente y repetición de las recetas fracasadas hace más de tres décadas y que llevaron al país a principios de siglo al borde del precipicio.
Los outsiders
Desde el mismo flanco, siguiendo la moda impulsada por los medios comerciales y las redes sociales, han empezado a surgir personajes entre graciosos y tenebrosos que se presentan como los potenciales salvadores de la patria. Ultraderechistas, nacionalistas, populistas, en algunos casos fascistas, se han puesto en campaña para vender su imagen (la que creen tener) partiendo del supuesto de que la población, o al menos una buena parte de ella, dejó de creer en el proceso de transformación iniciado en 2006 y que esa votación puede beneficiarles para llegar a una segunda ronda electoral. Obviamente hay factores como la presencia de Milei al sur o de Trump en el norte que los impulsan a creer que esta es su gran oportunidad, lo cual no hace otra cosa que confirmar su desconocimiento de la realidad y su incapacidad para entender a las bolivianas y los bolivianos.
La mano gringa
Detrás de zombies y outsiders se ve que actúa, sin vergüenza, una mano gringa que digita sus discursos y les provee de los recursos económicos y discursivos. Esto no es casual, hay intereses grandes detrás de esa manipulación de políticos. El litio es solo uno de estos, puesto que Bolivia además de sus recursos naturales tiene una privilegiada posición geográfica y geopolítica al estar ubicada en el corazón del subcontinente sudamericano, la cual puede constituir en el futuro próximo un factor determinante en la correlación de fuerzas al interior del continente.
La presencia cada vez mayor de intereses chinos en la Región es pública. La inauguración del Puerto de Chancai, en la costa pacífica del Perú, ha encendido las alarmas en el Imperio, junto a la posibilidad de la construcción de la vía interoceánica que necesariamente tendría que pasar por territorio boliviano, proyecto de sumo interés para la República de China, lo que está llevando a la búsqueda de alternativas de liderazgo político en el continente con la finalidad de recambio de sus ya agotados operadores. Entre ellos están los que ponen la cara, como los zombies o los outsiders, pero igual existen quienes mueven los hilos detrás de bambalinas. Empresarios locales y otros que juegan ya en ligas mayores, como Marcelo Claure, quien de un momento a otro ha mostrado un enorme interés por las elecciones, aun cuando suele afirmar que no será candidato (aunque ello no depende de él, pues de inicio está inhabilitado al no residir en el país) su protagonismo es por demás evidente en la actual coyuntura.
Existen muchos otros operadores financiados y manejados desde el bunker de la Avenida Arce, desde donde salen las instrucciones y los mensajes públicos pronunciados por los integrantes del team facho, con un fuerte respaldo de la corporación mediática.
El otro lado de la cancha
La indudable ruptura interna de la coalición gobernante marca la situación de quienes deben jugar desde el sector izquierdo de la política nacional. Una extraña hiper radicalización de un sector hace recordar la advertencia del poeta que “de tanto querer estar a la izquierda de la izquierda, como el mundo es redondo, aparecen a la derecha de la derecha”.
En opinión de varios analistas es ese sector radical el que con su accionar no solo está debilitando cualquier proyecto popular, sino que le está haciendo el juego a la derecha.
Más allá de la crisis coyuntural la gente sigue confiando en el modelo económico y reclama la estabilidad social y política que ya hizo carne en la sociedad. Pero es igualmente cierto que solamente la unidad, es decir, una candidatura única desde los sectores populares puede garantizar un rotundo triunfo, como ya casi fue costumbre de la izquierda, casi sin importar quién encabeza la candidatura. Sin embargo, no se torna sencilla en el horizonte la posibilidad de una candidatura de unidad.
¿Tendrá la capacidad la izquierda de mostrar que puede sacrificar intereses personales y de grupo con la finalidad de continuar y profundizar el proceso de transformación histórica de Bolivia? ¿O llevada por las mismas taras de la derecha antinacional preferirá apostar por el caudillismo o, en su caso, por el desastre, solamente por satisfacer egos y apetitos estrictamente personales o de círculos muy reducidos? Esas son grandes interrogantes con miras a las elecciones nacionales.
Puede afirmarse que en estos casi 20 años, con las interrupciones ya conocidas, se ha avanzado en varios aspectos de la vida nacional que no es necesario mencionar ya que son de conocimiento y vivencia general. Asimismo, existe en la ciudadanía la expectativa de un recambio generacional, de una profundización del proceso con medidas que apunten a consolidar el cambio y a beneficiar de manera permanente al pueblo; propuestas que consoliden el liderazgo de los sectores sociales cortando el prebendalismo y una más drástica lucha contra la corrupción, y la quita de privilegios que se han mantenido para algunos sectores minoritarios de la sociedad y que les han permitido ejercer ciertos grados de poder que a la postre, siempre sirvieron y fueron así utilizados, contribuyeron a desestabilizar al Gobierno y frenar el avance de las conquistas populares.
Ese es el mayor desafío de la izquierda nacional, de las fuerzas progresistas, para lograr no solo derrotar a la derecha fascista antinacional, sino consolidar un proyecto de cambio y empoderamiento definitivo sobre la base de la unidad. Al parecer no existe otro camino, cualquier otro intento podrá parecer un verdadero suicidio político e histórico.
¿Y el bicentenario?
Bien gracias, sería la respuesta que más pronto se me ocurre. Y es así pues es casi seguro que esta conmemoración no alcanzará la importancia, el brillo, ni tendrá la resonancia esperada a nivel nacional e internacional por numerosas razones.
La primera, sobre la que no se puede hacer nada, es la realización de las elecciones presidenciales, específicamente en el mes de agosto, apenas unos días después del aniversario patrio. Obviamente los partidos, los medios de comunicación y, desde luego, buena parte de la ciudadanía estará enfrascada, desde diferente ámbitos, en la contienda electoral.
Pero también hay que admitir que desde el nacimiento del Estado Plurinacional la fundación de la República, su aniversario o conmemoración, pasó a un segundo plano. La importancia de este acontecimiento, la liberación del yugo colonial español, se ha puesto en tela de juicio y muchos de los valores republicanos han sido desdeñados e incluso retirados del texto constitucional vigente desde 2009.
Mas allá de los festejos, de los actos protocolares, que seguramente se desarrollarán al margen de la campaña electoral, este acontecimiento particular debiera obligarnos a hacer un ejercicio de reflexión y análisis de la trascendencia de la fundación de la República, de la declaración de Independencia y de todo lo que conlleva aquello y ver si aún son parte de la identidad dentro del Estado Plurinacional, si perviven los valores republicanos en la sociedad, para bien o mal, o si por el contrario están destinados a su desaparición conforme se vaya consolidando el nuevo Estado. (por Diego Portal, La Época)
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