
En la primera mitad del siglo XX la minería del estaño había logrado posicionar a sus tres principales explotadores, los magnates Patiño, Aramayo y Hochschild, como los “Barones del Estaño”, dotándoles en el imaginario popular como gente decente de buenas intenciones, benefactores de los desposeídos y verdaderos patriotas, puesto que por encima de sus propios intereses supuestamente velaban por los de la patria y con ella por los de cada uno de los bolivianos. En la construcción de esta imagen contribuyeron medios de comunicación como El Diario y La Razón, este último de propiedad de Aramayo, junto a los infaltables políticos que para poder cumplir sus aspiraciones de poder se subordinaron a aquel superpoder minero.
Nuestra precaria democracia, anterior a la Revolución Nacional de 1952, se había nutrido en su accionar cotidiano de los testaferros del superEstado minero, el cual se había constituido en dueño y señor de “vidas y haciendas”. Estos tres magnates, dos bolivianos y un judío alemán, concentraron su dinero y sus inversiones en el exterior y nunca expresaron un interés directo en participar de la política nacional, desdeñada como casi siempre por las oligarquías por la corrupción en su interior y por la mediocridad de sus actores, lo cual no significa en absoluto que no hubiesen intervenido en la actividad política, lo que a través de terceros absolutamente dignos de su confianza, quienes manejaban la cosa pública, el aparato del Estado, para favorecerlos. Estos eran senadores, diputados, ministros, presidentes y vicepresidentes de la República con la venia de los “Barones del Estaño”.
La Revolución Nacional puso fin al superEstado minero y trató de recuperar la soberanía mediante la cual, entre otras cosas, podrían elegir a sus gobernantes y exigir que estos trabajen para las mayorías nacionales. Lo que sucedió posteriormente es parte de otra historia, si bien conocida por todos nunca será del todo comprendida. Esa es parte de la tragedia de Bolivia.
¿Cómo se viene la comedia?
El fútbol es el más popular de los deportes. Indudablemente, en todos los sectores, sin importar diferencia alguna de condición social, económica o de cualquier otra naturaleza, se lo practica, en cada rincón del territorio nacional, en las más variadas condiciones y se constituye en uno de los pocos factores de unidad y cohesión cuando juega la Selección Boliviana. Somos apasionados por la Verde.
Esa pasión no siempre ha sido retribuida por quienes juegan y dirigen el futbol profesional boliviano. Han sido muy pocas las alegrías que han brindado al público. La obtención del título de campeón sudamericano de fútbol en un muy lejano 1963 y la única vez que nuestra Selección clasificó a un Mundial, esa vez en los Estados Unidos, en el ya también lejano 1994. En el balance siempre las decepciones han superado a las alegrías.
En ese momento la Federación Boliviana de Fútbol (FBF) encargó a unos de sus funcionarios subalternos tareas de relaciones públicas y mercadeo en el país del Norte, entre ellas la comercialización de las entradas que la FIFA había entregado a la FBF para el evento mundialero. Ese desconocido personaje respondía al nombre de Marcelo Claure, un nombre que con el tiempo daría mucho que hablar.
De manera sorprendente un año después del Mundial USA94 Claure adquiere en los Estados Unidos la empresa USA Wireless, una distribuidora de celulares. En 1996 fue elegido presidente de Small World Communications, una compañía de comunicaciones con sede en California. Dirigió la compañía dos años antes de mudarse a Florida para empezar Brightstar en 1997. Hoy dirige la empresa Sprint Co. y su fortuna está valuada en más de 700 millones de dólares, según fuentes especializadas.
Esta es apenas una muestra de la meteórica carrera empresarial de aquel muchacho paceño que asistía como estudiante al Domingo Savio, primero, y luego al Calvert, ambos en la sureña zona de Calacoto, y que fungió como encargado de marketing de la FBF en el Mundial del 94.
Por mucho tiempo prefirió hacer “mutis por el foro”, seguramente consolidando su carrera empresarial, para demostrar que el sueño americano era posible incluso para un migrante boliviano. En realidad hoy también cuenta con la nacionalidad norteamericana, que es la que le abre las puertas en el mundo y le permite ser como es y actuar como lo hace.
En 2008 volvió a aparecer en Bolivia para sorprender a todos anunciando la creación de la empresa Baisa, que para decirlo de forma clara se apropia del hoy centenario Club Bolívar, uno de los más emblemáticos del balompié nacional, en complicidad de Guido Loayza, con quien estuvo relacionado precisamente en la Selección de 1994, pues este presidía la FBF. Coincidencias de la vida, seguramente. Se apropió del club, de sus bienes, entre ellos del gran centro de Obrajes, levantando un edificio de comercios, oficinas y residencias en una de las zonas más privilegiadas de la urbe paceña, dejando a cambio para el club solo un par de oficinas. Se desconoce en detalle la situación legal de otros inmuebles como los campos deportivos de Tembladerani y Alto Irpavi. Claure ofreció hacer del club el campeón de la Copa Libertadores en un plazo no mayor a cinco años, anunciando una millonaria inversión en refuerzos y técnicos. Hasta hoy, más de 15 años, no se ha cumplido esa promesa.
Aunque se declaró hincha del Bolívar, razón por la cual se hacía cargo de su administración, no deja de llamar la atención que también esté a cargo del Girona FC en España o de haber fundado el Inter de Miami en la liga estadounidense. Es probable que igual sea hincha de esos clubes.
La política del dinero
Gonzalo Sánchez de Lozada fue el primero, entre los oligarcas criollos, que decidió dejar de lado a los intermediarios políticos de oficio y tomar las riendas con sus propias manos, considerando que sus éxitos empresariales, incluso más allá de no poder ni siquiera expresarse correctamente en español, por entonces (1989) el idioma oficial de la República de Bolivia, y meterse en la política tras haber desempeñado las funciones de ministro de Panificación del gobierno neoliberal de Paz Estenssoro. Sánchez de Lozada sería presidente de Bolivia entre 1993-1997 y 2002-2003, forzado a renunciar a la Presidencia apenas un año después de haber asumido su segundo mandato al verse imposibilitado de atender las demandas sociales.
Algunos empresarios, varios de los que gobernaron junto a Goni o los que sirvieron a las dictaduras, intentaron saltar a la arena política, nombres como Ivo Kuljis, Jhonny Fernández, Fernando Camacho y algunos otros, aparecieron y desparecieron del escenario sin mayor trascendencia. Aunque el empresariado como tal nunca dejó de ser un factor de poder político, incluso en los 14 años de gobierno de Evo Morales.
La liberalización de la política
Los demócratas neoliberales, incapaces de sostener sus sistemas, ante la arremetida popular (democrática den forma y fondo) no encontraron otro camino que deslegitimar el mismo sistema democrático, un ciudadano un voto, gobierno de las mayorías, etcétera, para hablar de autoritarismo y falta de libertad de los gobiernos que fueron elegidos bajo sus reglas y que los habían derrotado con legalidad y legitimidad.
Esos “zombis” que hoy siguen pululando en el escenario político optaron por radicalizar (hacia la derecha) su discurso, sin mayores propuestas que no sean llenarse la boca de la palabra libertad –sin entenderla–, con la única finalidad de recuperar espacios políticos y para ello tuvieron que, como lo hicieron en el pasado, acudir al bunker de la Avenida Arce a pedir ayuda (política y económica) y, desde luego, la bendición de sus mandantes.
Entusiasmados con la experiencia argentina, contentos con lo que pasa en El Salvador, Ecuador y Perú y verdaderamente fortalecidos con el triunfo y posesión de Trump en la sede del Imperio, están dispuestos a vender cara cualquier eventual derrota. Un ensayo fue el golpe de 2019, del que salieron muy magullados y algunos de ellos no terminan de reponerse.
Pero sus amos ya no confían en ellos y saben perfectamente que para ganarle a la izquierda, en elecciones limpias, necesariamente tienen que cumplir dos condiciones: la primera, tener un solo candidato en representación de la oposición de derecha; y la segunda, tan importante como la anterior, lograr dividir, fragmentar, partir a la izquierda, destruir el Movimiento Al Socialismo (MAS). Solo cumpliendo esas condiciones sus mandantes estarían de acuerdo con patrocinarlos.
El enviado del señor
Es aquí donde vuelve a sonar el nombre, más bien el apellido, de Claure, del dirigente futbolero que radica en Miami, quien es considerado el boliviano más millonario, aficionado al fútbol y que tiene una buena relación con personajes como Elon Musk y otros magnates, ¡qué casualidad!
Sin que medie ningún encargo, como un acto de mera voluntad, aparece hablando de política, criticando al Gobierno y a Evo Morales, con quien sostuvo amigable reuniones antes de 2019, hasta que apareció junto a los golpistas Camacho y Murillo, y tras la derrota del golpismo hizo una retirada táctica para ahora con más ímpetu volver a la carga planteando líneas políticas de acción para la oposición, convocando uno a uno a los potenciales candidatos del sector que le rindan cuentas sobre sus planes y haciendo públicos sus comentarios sobre cada uno de ellos.
Ha sumado a ello sus encuestas, las que como todo trabajo de esa naturaleza tienen una relatividad extrema y siempre son sujetas, en este caso con mayores posibilidades, de ser manipuladas de acuerdo al interés de quien las financia. Y, ojo, aquí quien financia no es precisamente Claure, hay otras manos que se mueven por detrás, pero que debido a esa falta de confianza en los políticos tradicionales de la derecha le han encargado la administración de los recursos destinados a tomar el gobierno de Bolivia en las elecciones de este año.
Él decide quién es bueno y quién no. Él determina quién goza de respaldo electoral y quién no. Incluso se ha animado a hablar de lo que podría suceder con determinado candidato en el partido de gobierno. Su audacia y atrevimiento es tal que puede recordarnos a los cónsules pretorianos del Imperio romano, enviados en misión a las colonias.
Cuenta con los recursos económicos suficientes, con el respaldo obvio de su amigo Elon Musk, con la venia del emperador gringo y con el apoyo de los medios de comunicación y los operadores de redes sociales. Entonces qué le podría fallar en decidir primero quién será el candidato opositor que trate de sentarlo en la silla presidencial y luego en ser él quien maneje el gobierno, desde una cómoda oficina del Norte, y pueda satisfacer sin mayores intermediarios las expectativas y deseos de hacerse del litio y de otros muchos recursos del país. Incluso podría pretender decidir quién debe ser el candidato del MAS, o cuando menos sugerir, cual si se tratara de un gurú de la política.
Lastimosamente (o felizmente), como ha pasado con muchos otros iluminados de la política, no cuenta con lo que piensa y como decide el pueblo, más allá de la crisis –armada por el propio Imperio y sus operadores locales– que puede estar atravesando. Los bolivianos ya vivieron el neoliberalismo y saben las consecuencias, saben cómo dejaron el país y cuánto costó recuperarlo, por lo que lo más probable es que no permitan volver a pasar por ese mismo camino. Más allá de los candidatos, el pueblo con seguridad elegirá el camino de la consolidación de este proceso que no es ya solo de un partido, sino de todo ese mismo pueblo que no está dispuesto a entregar la patria nuevamente a sus enemigos de siempre.
Esa oligarquía, representada por el boliviano (estadounidense) más millonario, no tiene cabida en el país. No puede ser presidente, porque hace años que no vive acá; tampoco puede venir a imponer los criterios de sus mandantes imperiales de qué es lo que deben hacer Bolivia y los bolivianos. (por Diego Portal).
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