
La crítica situación que atraviesa el país en los últimos días, debido a los problemas de abastecimiento de carburantes, ha desatado nuevamente las ansias dictatoriales y antidemocráticas de algunos actores de la política poco afectos al respeto de la voluntad ciudadana y más proclives a administraciones autoritarias.
Si bien el Gobierno, aun cuando haya sido duramente criticado, ha intentado paliar la situación con una serie de medidas, 10 para ser más preciso, la situación ha permitido que estos actores, eludiendo el deber patriótico de coadyuvar en la solución de estos problemas, apunten a una salida inconstitucional y antidemocrática de esta coyuntura.
Posiciones como adelantar las elecciones nacionales previstas para el próximo mes de agosto o acortar el mandato constitucional del actual Presidente, o la exigencia de renuncia de primer mandatario, dando paso a una acelerada sucesión presidencial que podría ir más allá del mismo Vicepresidente, aparecen como opciones de aquellos.
No es una historia reciente
Ya desde el pasado año, cuando aún la situación no había llegado al estado actual, desde la derecha más radical, atrincherada en los organismos cívicos del Oriente, y desde la nueva derecha, se planteaba una de las salidas antes señaladas y si bien no tuvieron eco en los sectores más amplios de la población no dejan de ser una referencia a que estas posiciones antidemocráticas no tienen directamente que verse relacionadas con los problemas coyunturales de abastecimiento de carburantes.
En junio del pasado año el presidente Arce logró sofocar la intentona golpista encabezada por el comandante del Ejército, el entonces general Juan José Zúñiga, y otros jefes de alta graduación de las tres fuerzas. En agosto, el entonces presidente cívico de Santa Cruz, Fernando Larach, se sumó a la demanda de acortar el mandato de Arce sugiriendo la posibilidad de adelantar las elecciones generales debido a la crisis económica y la falta de respuesta del Gobierno a las demandas de diversos sectores. En octubre de 2024 el diputado Gualberto Arispe, afín al expresidente Evo Morales, declaró que el presidente Arce tenía dos opciones: “adelantar las elecciones o renunciar”, debido a la pérdida de credibilidad de su administración en medio de la crisis económica y la escasez de combustibles. Podrían citarse muchas más de estas declaraciones, pero considero que son bastante ilustrativas al analizar su procedencia.
Ninguna de esas declaraciones buscaba realmente una solución a los supuestos problemas apuntados en esa oportunidad, sino únicamente generar un clima de desestabilización que impida la gobernabilidad y encamine de manera más expedita hacia una situación de conflicto, sin importar las formas ni los motivos, ni mucho menos las consecuencias.
Una nueva arremetida
Apenas iniciado el nuevo año la oposición encaminó sus acciones bajo la misma dinámica, aun cuando en algunos de sus sectores percibieron que sus marchas y bloqueos de la anterior gestión no les habían dado los réditos deseados, sino más bien lograron provocar un mayor repudio de parte de la población, que sin lugar a dudas fue la más perjudicada con ese tipo de acciones.
La derecha tradicional, sin mostrar la cara de sus principales dirigentes, operó casi desde las sombras a través de dirigentes variados sectores somo gremiales, transportistas, vecinales y otros, amenazando permanentemente con acciones de hecho, aunque al no hallar eco en la ciudadanía muchas de estas quedaron solamente en la intención o en la declaración sin lograr efectivizarse.
Empero, los últimos días han confirmado las verdaderas intenciones de una oposición, tanto la que radica en la derecha tradicional como las de la nueva derecha, con discursos supuestamente propositivos y planteando soluciones a los problemas que atraviesa el país, que no son otras que sacar de Palacio al Presidente sin esperar las elecciones de agosto.
Puede intentar explicarse esta arremetida por numerosas razones, entre ellas la imposibilidad de la derecha tradicional de encontrar un candidato unificador, lo cual les hace temer un resultado poco favorable o definitivamente desfavorable frente a la continuidad del Proceso de Cambio que, pese a los problemas por los que atraviesa, principalmente por la pugna interna, sigue constituyéndose en un referente político de primer orden para la mayoría de los bolivianos y manteniéndose como el único horizonte real y cierto para los ciudadanos del campo y de las ciudades.
Estas se tornarán cada vez más virulentas, con el apoyo incondicional de la corporación mediática; y también, por la misma razón, más peligrosas.
Están buscando, por todos los medios, instalar en la gente la narrativa de que la única solución a la coyuntura es la salida del presidente Arce y su gobierno de manera inmediata. No tienen propuestas de solución a los problemas, de los cuales varios de ellos son responsables directos; y las que desde otros sectores plantean son las mismas con las que hace 40 años, y durante cuatro lustros, llevaron al país al borde del despeñadero, hasta que su último presidente, el pedigüeño, salió a declarar al país que lo único que quedaba era estirar la mano para pedir limosna.
Las formas del golpe
Habitualmente, y casi todos, cuando escuchamos la palabra “golpe” nos imaginamos un cuartelazo, es decir, un grupo de soldados de distinta graduación que con carros de asalto y tal vez con apoyo aéreo toman las calles de varias ciudades, principalmente de las de la sede de gobierno. Toman a la fuerza, aunque no exista resistencia, la casa de gobierno e instalan allí un nuevo gobierno. Si hay resistencia no dudan en reprimir a quienes pretenden defender la democracia, los masacran y hacen hasta lo imposible para consolidar su gobierno de facto, que puede estar encabezado por un militar o un civil, lo cual no tiene mayor trascendencia.
Esa modalidad, esa forma de golpe, la hemos vivido muchas veces desde la creación misma de la República.
Sin embargo, el catálogo golpista se ha desarrollado de forma vertiginosa: desde el golpe blando (diseñado por los aparatos de intervención del gobierno estadounidense), que ha tenido relativo éxito en algunos países de nuestro continente; pasando por los golpes parlamentarios, judiciales y los económicos, con el infaltable apoyo mediático, amplificado ahora con las redes sociales convertidas en una de las armas de mayor efectividad en materia de desinformación y manipulación colectiva.
Los diversos actores se han ido acomodando bajo estas modalidades, siendo las más evidentes, hasta ahora, las de carácter económico. Parapetados detrás del problema del abastecimiento de carburantes están en posición de apronte y listos para salir al frente a desestabilizar al Gobierno los agroindustriales del Oriente, uno de los sectores más conservadores del país, pero que fueron altamente favorecidos durante la segunda mitad de la década pasada mediante acciones directas de apoyo del oficialismo.
Igualmente, el sector del transporte, en sus distintas facetas, pero principalmente el integrado por el segmento de rubro internacional, sin descartar a los de servicio urbano e interdepartamental, no solo ha amenazado con medidas de presión radicales. Hace unos días un dirigente de este sector anunció “una novedosa” forma de lograr el alejamiento (llámese renuncia) del presidente Arce, como protesta por la “desatención” del Gobierno a sus demandas sectoriales. Hasta ahora no se ha conocido la “novedosa” forma anunciada. Cabe mencionar que este sector ha sido el primero en incrementar sus tarifas, tanto en el ámbito urbano como en sus otros sectores, de modo dictatorial dado el monopolio de facto que ejercen en las carreteras. Son los mismos, en su concepción ideológica, que en algún episodio de nuestra historia le pidieron al dictador sanguinario García Meza que les dé “la medida de sus pantalones”.
Los cívicos, particularmente los cruceños, venidos a menos desde la derrota del “camachismo” tras el golpe de 2019, intentan levantar cabeza colgados de los partidos y dirigentes de la derecha tradicional. El nuevo presidente del ente cívico cruceño no ha ocultado su posición antigubernamental, sin que haya logrado agrupar las fuerzas necesarias como para desarrollar acciones desestabilizadoras como las que llevaron a cabo sus antecesores y que son parte también de las causas que dieron lugar al deterioro de la economía nacional.
A todos ellos se suman otros sectores como gremiales, donde los contrabandistas tienen una presencia considerable, agrupaciones vecinales y sectores campesinos vinculados principalmente con la producción de la hoja de coca en el Trópico de Cochabamba, que se han convertido en un factor clave de desestabilización del Gobierno, aunque parecen haber advertido que sus acciones en lugar de sumar le restan a su líder.
La Asamblea Legislativa ya ha convertido en una rutina su boicot a la gestión gubernamental, no solo con su negativa de aprobar las leyes de créditos internacionales para diferentes sectores del país, sino con un accionar de pugna interna que solo ha dado como resultado la ineficiencia de la labor legislativa y ha causado la constante y cada vez mayor repulsa de la sociedad al trabajo que desarrollan los legisladores. Sin embargo, puede ser un espacio definitivo en el que se consolide cualquier intento de sucesión “constitucional”, si lo otros actores lograsen su propósito.
Tampoco se debería descartar un nuevo intento de asonada militar, aun cuando para los opositores parece ser por ahora la última opción, ya que está siempre latente en el pensamiento de quienes deliran con el fin del Estado Plurinacional, del retorno a la República, con todo lo que ello significaría.
Está claro que la posibilidad de alejar de la presidencia a Luis Arce no es más que una etapa en su horizonte autoritario y liberal, entreguista y antinacional. Sus obsesiones y deseos van más allá. Ni siquiera ya creen en esta democracia liberal, puesto que han visto que el pueblo ya no se deja llevar, al instante de emitir su voto, por los cantos de sirena propios de la demagogia derechista, por ello buscan la desaparición de todo vestigio de participación del pueblo en la política, revertir los avances sociales y económicos alcanzados hasta ahora y dar de baja la soberanía nacional y popular que sangre y luto ha costado.
Hoy más que nunca la lucha de clases es evidente y el pueblo debe estar alerta ante la arremetida oligárquica, militar, empresarial y de grupos delincuenciales como los vinculados con el contrabando y el narcotráfico, que están detrás de todo este movimiento de desestabilización del Gobierno y que no busca soluciones para favorecer al pueblo, sino únicamente retomar el poder que perdieron bajo sus propias reglas de juego.
Todo ello ratifica que los fantasmas del golpe de Estado, en cualquiera de sus versiones, han vuelto y acechan a la patria. La responsabilidad de defender el Estado Plurinacional y todo lo avanzado es de quienes son los dueños de este proceso, que van más allá de partidos y personas, de los bolivianos y bolivianas que creen en un futuro mejor para todas y todos y en una profundización del proceso de transformación histórica que sirva para derrotar definitivamente a los enemigos, internos y externos, de la patria.
- Por Diego Portal
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