julio 12, 2025

Los vicepresidentes: la quinta rueda del carro

Juan Lechín, el carismático líder sindical, ejecutivo vitalicio de la otrora poderosa Central Obrera Boliviana (COB), quien ejerció la vicepresidencia de la República entre 1960 y 1964, junto al presidente Víctor Paz Estensoro, dejó para la Historia una célebre sentencia, declarando que la vicepresidencia era la “quinta rueda del carro…”.

Con contadísimas excepciones, el cargo de Vicepresidente en toda la época republicana, desde su fundación en 1825, fue casi un elemento decorativo de la estructura estatal que, más allá de presidir al Congreso (Asamblea Legislativa) y sustituir en ausencia al primer mandatario, nunca tuvo funciones, ni políticas ni administrativas, claramente establecidas.

En la primera Constitución, aquella que fue elaborada por el Libertador Simón Bolívar, al inicio de la vida republicana, proponía un primer mandatario, un presidente, como un jefe de Estado con cargo vitalicio; y un Vicepresidente elegido, de una terna propuesta al Congreso, por el Presidente para asumir la responsabilidad de la jefatura de gobierno.

Este modelo marcaba con claridad dos elementos: el Presidente como símbolo de la unidad del Estado, y como figura institucional incuestionable por su crédito y prestigio personal; y un Vicepresidente encargado de la gestión de gobierno que tenía la responsabilidad directa de la administración pública. Debía despachar y firmar en nombre de la República, y del Presidente, todos los negocios de la administración y bajo su responsabilidad personal.

Todo ello quedó en la idea de Bolívar y no se plasmó en la realidad de manera alguna, habiendo derivado en un personaje que casi siempre pasó invisibilizado por el Presidente e ignorado por la ciudadanía, mucho más cuando en la propuesta electoral llega “colgado” del candidato a la Presidencia, que se constituye desde ya en la figura principal de las contiendas electorales.

Mariano Baptista Gumucio en su obra El vicepresidente ¿a la sombra del poder? afirma que la intención de Bolívar era la de preparar al Vicepresidente de manera tal que pudiese sustituir, si llegaba el caso, al Presidente, habiendo acumulado ya la experiencia necesaria. La vicepresidencia ha sido una figura enigmática a lo largo y ancho de nuestra historia republicana. No han faltado los que la han considerado una figura inútil.

Según el mismo historiador, en el curso de sus tres años de gobierno, Hernán Siles Zuazo (1982-1985) no tuvo mayor relación con su vicepresidente, Jaime Paz Zamora, a quien nunca confió una misión dentro ni fuera del país hasta que renunció al cargo. Jaime Paz graficaba que Hernán Siles no lo mandaba ni a comprar pan. Baptista Gumucio sostiene: “un amigo aficionado a las comparaciones, decía que la vicepresidencia es como la virginidad, porque no tiene función alguna y solo adquiere importancia cuando se la pierde”.

En la historia del país, en realidad en los últimos 50 años, tres han sido los casos en que el Vicepresidente asumió las funciones de Presidente. Luis Adolfo Siles Salinas asumió la primera magistratura a la muerte, en un accidente aéreo no del todo esclarecido, de René Barrientos Ortuño. Sin embargo, Siles Salinas no pudo completar el periodo constitucional establecido de cuatro años debido al golpe militar liderado por el general Alfredo Ovando Candia, pocos meses después de haber asumido la Presidencia.

Ya en este siglo, Jorge Quiroga Ramírez, vicepresidente de Hugo Banzer Suárez, asumió la Presidencia tras la renuncia del exdictador, en 2001, y ejerció esas funciones por un año.

Dos años después, en 2003, Carlos Mesa Gisbert, ante la renuncia, obligada por la movilización popular, de Gonzalo Sánchez de Lozada, con quien fue elegido para la vicepresidencia en 2002, asumió la responsabilidad presidencial. No logrando completar el periodo constitucional, renunciando a esas funciones en 2005, dando paso a una sucesión novedosa, pues como parte de las negociaciones que derivaron en su alejamiento de la Presidencia se acordó saltar a los presidentes de ambas cámaras, senadores y diputados en la línea de sucesión presidencial, asumiendo la conducción del Estado el presidente de la Corte Suprema de Justicia, Eduardo Rodríguez Veltzé, quien ejerció esas funciones por siete meses, periodo en el que convocó a elecciones y las ejecutó, entregando luego el mando a Evo Morales Ayma, elegido presidente en las elecciones de diciembre de 2005.

Vicepresidenciables para las Elecciones 2025

El Tribunal Supremo Electoral (TSE) ha hecho el anuncio hace un par de días que se encuentran debidamente habilitadas 10 organizaciones, entre alianzas y partidos, para participar de las elecciones, es decir, podríamos referir la existencia de 10 binomios para estas próximas elecciones. Sin embargo, también se ha informado que en la alianza presidida por el alcalde cruceño Johnny Fernández, su vicepresidente, el alteño Felipe Quispe, se encontraría inhabilitado por incumplir en la presentación de requisitos exigidos por la norma electoral. Nueve entonces están confirmados, aunque nadie ni anda puede asegurar que todos ellos lleguen hasta la justa electoral.

A diferencia de anteriores procesos electoral, se puede observar un particular interés de parte de los medios de comunicación y de las propias organizaciones políticas por promover y destacar a sus candidatos a la vicepresidencia, en la mayor parte de los casos para mostrar como el complemento ideal de sus candidatos a la Presidencia y en otros para abrirse a sectores del electorado que se verían marginados por quienes encabezan las listas.

Pero vayamos por parte para tratar de conocer, cuando menos de manera referencial, dentro de lo posible, a estos nueve ciudadanos, en realidad ocho ciudadanos y una ciudadana habilitados para disputar la segunda magistratura del país.

Hay dos elementos que saltan a primera vista: la presencia de una sola mujer (Mariana Prado, de Alianza Popular) en este grupo de candidatos representa el 10% de participación, un claro retroceso, no solo numérico, sino conceptual, por cuanto es evidente el cómo, particularmente desde las corrientes conservadoras y de derecha, se continúa ignorando la participación de la mujer. Está pendiente en la Asamblea Legislativa la propuesta de una ley de paridad en las candidaturas que obviamente ya no correrá para estas elecciones, pero que podría servir como un avance hacia las subnacionales previstas para el próximo año y para el futuro, con la finalidad de ir superando esas visiones patriarcales que aún subsisten en los sectores conservadores de la política boliviana. Se trata de una joven profesional, con experiencia en la administración pública (exministra de Planificación del Desarrollo) y exfuncionaria de organismos internacionales, con una importante formación académica, que sirve como muestra de que hay mujeres perfectamente habilitadas para terciar en este tipo de elecciones, pero que lamentablemente son relegadas de forma continua, particularmente por sectores conservadores.

Un segundo elemento que llama la atención es el retroceso en la presencia indígena originario campesina, ya que se puede observar solo dos candidatos que pueden identificarse como tales, Milán Berna (MAS) y el inhabilitado Felipe Quispe (UCS). Este es verdaderamente un retroceso que corresponde analizarlo con mayor detenimiento, puesto que partimos del supuesto de que en las últimas dos décadas se ha vivido un proceso de inclusión social de mucha fortaleza sobre todo con el ascenso de este sector y que había tomado protagonismo, el cual pareciera desvanecerse al observar estas listas. De ambos candidatos se conoce muy poco. Tienen un perfil político bastante bajo y no parecen representar a sectores sociales importantes. Recordar que Víctor Hugo Cárdenas y David Choquehuanca, ambos destacados dirigentes sociales y políticos, ocuparon las funciones de vicepresidentes electos y que varios otros hombres y mujeres indígenas originario campesinas han participado en binomios presidenciales en los últimos procesos electorales por mérito propio.

La derecha es bastante coherente en su propuesta electoral, en la nominación de sus candidatos, en un pequeño abanico de empresarios a tecnócratas. José Luis Lupo (Alianza Unidad), Antonio Saravia (ADN), Juan Pablo Velasco (Alianza Libre) y Edgar Uriona (Nueva Generación Patriótica), constituyen la representación más clara de los diferentes sectores conservadores del país y reflejan ciertos paradigmas de estos sectores sociales.

Burócratas internacionales, supuestamente exitosos en el exterior, como Lupo o Saravia, pueden proyectar los deseos o aspiraciones de profesionales de clase media que siempre soñaron en convertirse en funcionarios internacionales, menospreciando lo que se puede hacer dentro del país. En tanto, Uriona puede captar el sueño americano de muchos bolivianos, desconocido dentro del país, pero con un éxito económico importante fuera de nuestras fronteras, que puede resultar en un ejemplo a seguir. Y para los más jóvenes, los bolivianos y las bolivianas que están debajo de los 30 años o bordeando esa edad, los que nacieron en la era digital y viven pegados a sus dispositivos móviles, Velasco puede encarnar sus aspiraciones, particularmente en sectores urbanos.

Es difícil asegurar que estos candidatos sean los indicados para dirigir un poder legislativo complejo de por sí, y mucho más si no se logran mayorías consistentes que garanticen la gobernabilidad. Velasco ya ha sido objeto de severas críticas por sus opiniones acerca de la política o su interés de volver sexy la función pública. Uriona hasta ahora guarda un silencio que hace sospechar que no tiene mucho que decir para sumar votos a su candidato, así que deja que sean otros los que hablen sobre sus éxitos económicos de migrante en el país del norte.

Por otra parte, Juan Carlos Medrano (Súmate) y Edman Lara (PDC) podrían estar catalogados como outsiders de la política, aunque ambos han mostrado una actividad política intensa en los últimos años, Medrano como duro crítico del alcalde cruceño Fernández y de su gestión edilicia, lo que ha permitido ganar popularidad en ciertos sectores de la población de la capital oriental. Muestra una particular orientación municipal al igual que su candidato a Presidente, el burgomaestre cochabambino. En tanto, el exoficial de policía, Lara, salió a la palestra pública con una serie de denuncias sobre la corrupción dentro de su propia exinstitución y tratado establecer ese perfil de luchador anticorrupción, lo que seguramente la ha valido ser parte del binomio del PDC, sin olvidar que fue llamado del banco de suplentes ante la renuncia de Careaga, el joven heredero de la fortuna minera de su familia que abandonó su candidatura sin mayores explicaciones, posiblemente para evitar gastar el dinero de la familia en una elección que sabia le sería poco favorable y asegurar, en otros frentes, inversiones políticas más seguras.

El último de esta lista, no por sus expectativas de voto, sino porque aparentemente no entra en las anteriores categorías, es el exvocero presidencial Jorge Richter, como tal muy próximo al actual Presidente, cuya renuncia hace unos meses no dejó de causar sorpresa y mucho más su inmediata posición crítica al gobierno del presidente Arce que contradecía su desempeño en la función pública. Se trata de un politólogo, con un elevado perfil mediático, que viene de una tradición familiar política vinculada al MNR, pero con una relación muy evidente con sectores de derecha como la Nueva Fuerza Republicana. Llama la atención su apuesta a una organización nueva y sin muchas perspectivas de resultados favorables en estos comicios.

Invitados de piedra

Un inicial análisis de los binomios y particularmente de quienes van a la vicepresidencia, nos muestra que podría no variar la tendencia de que el futuro Vicepresidente siga siendo más de lo mismo, casi un invitado de piedra. Nuestro sistema exacerbadamente presidencialista parece no tener visos de cambio en este aspecto y casi todas las personas que ahora están en carrera a convertirse en el segundo hombre (o mujer) del país parecen estar conscientes de aquello. Es también posible que varios de los nueve antes mencionados declinen seguir en competencia en función al desarrollo del proceso electoral y de la coyuntura política del país.


  • Por Diego Portal

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