Por La Época -.
Unos de los temas centrales en el debate de las ciencias políticas es el referido a la recolonización o al nuevo colonialismo, que es como también se aborda por algunos académicos y políticos en el mundo. El alcance de ese debate es fundamental para precisar las tareas que se deben impulsar desde los pueblos.
Un primer elemento a tener en cuenta es que hay una agenda pendiente de América Latina que está lejos de resolverse: la independencia de Puerto Rico, la recuperación de las Malvinas, la devolución de Guantánamo por parte a Cuba y el retorno de Bolivia al Océano Pacífico, a lo que habría que agregar además el cese del bloqueo económico a la mayor de las Antillas..
Segundo, no solo que hay una agenda pendiente, sino que además hay peligros que acechan al mundo, y de manera muy particular a América Latina y el Caribe: la recolonización y la violencia. El imperialismo está en crisis de hegemonía y para restablecer su dominio necesita controlar los recursos naturales y evitar las tendencias independentista en los países del ahora llamado Sur Global.
La crisis del imperialismo norteamericano es consecuencia de una crisis en el campo de la economía, donde hay más de un indicador que da cuenta de que los llamados países emergentes están obteniendo un nivel de crecimiento que la economía no ha podido lograr en los últimos años. No se trata de solo China, que ya es un gran problema para los Estados Unidos, sino de otras economías como Rusia, India, Turquía y la India.
Tercero, la respuesta del capital monopólico transnacional o capital, de una parte, y de otra de su expresión política, el imperialismo norteamericano es el retorno a prácticas de acumulación originaria. Eso implica el impulso del proyecto colonizador de los siglos previos al XXI, en los que la violencia y la muerte se convierten en la constante y para peor son percibidas como normales por la población.
Esa “normalización” de la violencia y de las medidas contrainsurgentes significan destruir los cimientos del Estado y la democracia liberal, y de la instalación de regímenes de excepción. Si es fascismo, neofascismo, intervencionismo o democracia de excepción es un desafío teórico que puede ayudar a la definición de tareas desde el campo popular, pero a la vez no elude constatar que hay una analogía de colonialismo, imperialismo y fascismo. Quizá más que analogía se trate de los tres elementos integrantes del actual proyecto del imperialismo.
Por tanto, no son pocos los peligros y los desafíos para América Latina y el Caribe. Derrotarlos dependerá mucho de la madurez de los movimientos sociales y los partidos de izquierda y progresistas para construir unidad estratégica. Eso exige privilegiar las coincidencias y no perderse en los razonamientos mezquinos. Los intereses de los pueblos están por encima de cualquier expectativa personal o individual.
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