La Ley de Extinción de Dominio de Bienes a favor del Estado, por lo contradictoria que resulta, ha tenido la virtud de destapar la caja de Pandora.
Los efectos que ha producido por su concepción, interpretación y proyección en su aplicación, pueden ser observados desde diferentes ópticas, en el Estado y la sociedad civil.
Resulta tan extraña como incomprensible en algunas de sus facetas, como por ejemplo en el tema de la imputabilidad a los 14 años.
Esta medida desgraciadamente, no resulta actual, sino que ya fue un intento frenado por organismos de derechos humanos de Bolivia y la región, en la década de los 80/90, cuando los Estados Unidos planteaba “la guerra contra las drogas y el terrorismo”, a partir del Plan Colombia que en realidad era una receta para la Región Andina.
A partir de ello es para preguntarse: no tener relaciones con los Estados Unidos será necesario, si al final aún sin ellas, seguimos sus consejos (por supuesto totalmente interesados) en políticas públicas relacionadas a la política de interdicción de las drogas?
Por supuesto, ni de lejos decimos que se sigue a pie juntillas lo que ellos desearían, pero en temas judiciales y de impacto sobre la sociedad civil, parecería que sí.
Llegar a considerar que un casi niño menor de 15 años ha de ser susceptible de ser enjuiciado y encarcelado sólo es posible en la mente de sujetos que le tienen miedo a la gente, o más bien dicho hasta a los colegiales.
Los mismos que proponen ese tipo de leyes tan draconianas, deberían darse una vueltita por los penales del país, donde el hacinamiento, la ausencia de servicios y de programas de reinserción social, con problemáticas de drogas, alcohol y prostitución de personas del mismo sexo, son un verdadero problema de salud pública.
Los “imberbes delincuentes” al ser internados con la población adulta, (pues no existen ni existirán por ausencia de presupuesto y porque desde la perspectiva del derecho internacional de los derechos humanos es insostenible, construir cárceles para niños), pasarían de la escuela al doctorado de la delincuencia, al convivir con la población adulta, que sólo en pequeños porcentajes y por su grado de peligrosidad es destinada a penales de alta seguridad.
Cual podría ser el resultado de tan “inteligente” medida en términos sociales a mediano y largo plazo? Jóvenes ex convictos formando sus bandas, con la energía y creatividad de la juventud pero al mismo tiempo con la profunda experiencia de haber convivido con experimentados delincuentes en los penales? Si hoy no pueden con las quinientas pandillas juveniles a nivel nacional, se imaginan que tendría que hacer el Estado Plurinacional con su aumento exponencial como consecuencia de este experimento? Convertir nuestras calles, barrios y poblaciones en campos de Marte en una guerra interminable, de todos contra todos y en nombre de la Ley?
Porque estos “expertos” no visualizan realidades regionales y las analizan para sacar conclusiones de lo que significa la guerra contra las drogas en sus funestas experiencias y también en sus sugerentes prácticas pacíficas, como las uruguayas o las colombianas en algunas de sus ciudades como Bogotá? O es que queremos reproducir experiencias como la mejicana con un grado de violencia que ya se le escapó al Estado de las manos?
Es incomprensible que uno de los pilares de la construcción del Estado Plurinacional, discutido y aprobado casi por unanimidad en la Asamblea Constituyente haya sido el catálogo de Derechos Humanos, inscrito como en ninguna constitución del planeta, y que hoy es vapuleado por los inefables áulicos del poder, formados en la derecha y que ahora son más masistas que el hermano Presidente y además con la responsabilidad de producir los proyectos de normas que regirán la vida del Estado Plurinacional.
Las acusaciones a las ONG’s para desestabilizar el proceso de cambio no son nada, frente a la irresponsabilidad política y de afectación al proceso de cambio, que significa el proponer estas medidas inspiradas en reaccionarias ideas.
Felizmente aún quedan servidores públicos y Asambleístas consecuentes con los objetivos de nuestro proceso de cambio, que se atreven a levantar sus voces frente a tan grandes desaciertos que contribuyen al intento de implosión o explosión desde adentro, del proceso de cambio. Cuidemos el proceso. Desenmascaremos la ideología de quienes están empeñados en que se trunque.
* Fernando Rodríguez Ureña es zoociologo, con maestría en quimeras. Hizo su doctorado en la pluriversidad de Los Sauces en Lian Ma He Nan Lu. Alguna vez fingió como diplomático.
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