Por José Galindo * -.
Las mejoras registradas, aunque humildes, son logros importantes si se considera que éste era un país con el nivel de desigualdad más alto del continente, con la mayor cantidad de niños muertos por causas prevenibles, con cobertura de servicios de agua potable y electricidad limitados al extremo y con estabilidad política casi nula. En éste sentido, se puede apuntar a que los esfuerzos del Estado boliviano han sido loables, aunque todavía insuficientes, si se trata de medir el desarrollo del país.
Bolivia es y casi siempre ha sido un país pobre, se mire por donde se mire. No obstante, uno debe relativizar ésta afirmación en orden de no dejarse llevar por una sensación de desdicha y más bien contrastar el pesimismo con los hechos y los datos. En retrospectiva, Bolivia ha dado pasos agigantados durante las últimas décadas para superar dicha condición, sobre todo si se toma en cuenta la situación del país a finales del siglo pasado. Al reflexionar sobre esto, es inevitable preguntarse si es que la llegada del MAS influyó algo en la relativa mejora que hemos experimentado recientemente. La medición de nuestro progreso a través del tiempo puede ayudar a responder algunas dudas.
En 2002 el ingreso per cápita se encontraba entre los más bajos de la región, con 800 dólares por persona en promedio. En 2005 éste ingreso se elevó a 1.000 dólares, y en 2014 alcanzó los 3.000 dólares. Actualmente es de 3.394 dólares, lo que significa que ésta medida se ha triplicado desde inicios de éste siglo. No obstante, se debe reconocer que aún es el ingreso per cápita más bajo de toda la región. Paraguay cuenta con un ingreso per cápita de 4.365 dólares, siendo el segundo país con el ingreso per cápita más bajo de todo el continente, después de nosotros. El más alto lo tiene Venezuela, con 17.639 dólares por persona. Excluyendo éste ejemplo por razones obvias (Venezuela está a punto de alcanzar una inflación de casi 1 millón %), el segundo ingreso per cápita más alto de todo el continente lo tiene Uruguay, con 16.245 dólares por persona en promedio. Éstos son datos del Banco Mundial.
Pero se trata de un indicador engañoso, que promedia el ingreso de los individuos de un país como estimación abstracta, como si dividiéramos la riqueza nacional en partes iguales. Y la desigualdad es una de las marcas más vergonzosas que llevamos como Estado desde hace mucho tiempo. Así que lo siguiente que debemos medir es la desigualdad. Esto se lo hace generalmente mediante el coeficiente de Gini, que mide la apropiación del ingreso entre los sectores más ricos y los más pobres de la población. 1,00 señala la desigualdad perfecta, mientras que 0,00 la igualdad perfecta. El Gini más equitativo lo tiene Venezuela, con 0,38; le sigue Uruguay, con 0,39; Bolivia se encuentra en el 6to lugar entre los doce países de Sudamérica, con un Gini de 0,44 al 2015. El país más desigual es Surinam, con un Gini de 0,57; le sigue Brasil, con un Gini de 0,50. Brasil, se debe considerar, fue la economía más pujante del continente hasta 2016. Estos son datos de la Comisión para el Progreso de América Latina (CEPAL) y del Banco Mundial.
El puesto medio que ocupamos en éste ranking de la desigualdad se hace más motivador si tomamos en cuenta que en 2002 nuestro Gini era de 0,60; en 2005, de 0,58; en 2009, de 0,49; y en 2013, de 0,48. Esto indica que la desigualdad en términos de distribución de la riqueza se ha reducido en más de 15 puntos, de forma sostenida. Éste dato no debe considerarse individualmente: en 2010, la Informe de Desarrollo Humano del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (IDH-PNUD) informaba que en Bolivia más de 2 millones de personas salieron de la pobreza para ingresar a niveles medios de consumo. Al mismo tiempo, Bolivia y Latinoamérica en su mayor parte mejoraron sus indicadores de desarrollo, con muchos de sus países, Bolivia entre ellos, alcanzando la categoría de Países con Desarrollo Humano Medio, siendo Bolivia y Paraguay los casos más notables. Bolivia tiene un IDH de 0,674, el segundo más bajo de la región después de Guyana, con 0,638; el IDH más alto de la región lo tiene Chile, con 0,847, seguido por Argentina con un IDH de 0,827.
Ocupar el penúltimo lugar de la región en cuanto a desarrollo es sin duda un llamado a la acción para el Estado boliviano, pero no se debe olvidar la situación de Bolivia a inicios de éste milenio. El dramático cuadro de pobreza y desatención del Estado se ilustra muy bien con la tasa de mortalidad infantil, que en 2003 era de 64 por cada mil niños nacidos vivos, la más alta de toda Latinoamérica en ese entonces. En 2014, este promedio bajo a más de la mitad, a 33 por cada mil niños nacidos vivos. De la misma forma, el acceso a bienes sociales, como el agua y la electricidad también mejoró en poco menos de una década. En 2006, la cobertura de agua potable en Bolivia era del 69%. En 2015 éste servicio alcanzaba al 84% de la población, según el Fondo Nacional para la Inversión Productiva y Social (FPS). En 2001, 64% de la población boliviana, entre áreas rurales y urbanas, tenía acceso a electricidad. En 2015 éste porcentaje alcanzó al 91% de la población, de acuerdo al ministerio de Hidrocarburos y Energía en 2015.
Cuando se analizan éstas cifras se llega a la conclusión de que Bolivia se encontraba, a principios del siglo XXI, en una situación de indefensión y pobreza incisiva, que la colocaban no sólo a la cola del continente sino al nivel de muchos países africanos, que hoy en día forman la mayor parte del Tercer Mundo. Las mejoras registradas, aunque humildes, son logros importantes si se considera que éste era un país con el nivel de desigualdad más alto del continente, con la mayor cantidad de niños muertos por causas prevenibles, con cobertura de servicios de agua potable y electricidad limitados al extremo y con estabilidad política casi nula. En éste sentido, se puede apuntar a que los esfuerzos del Estado boliviano han sido loables, aunque todavía insuficientes, si se trata de medir el desarrollo del país. Es necesario un análisis mucho más profundo y multidimensional si se quiere comprender si es que el país mejoró o empeoró durante los últimos años, pero no hay duda de que Bolivia es radicalmente diferente a lo que era antes de que el actual gobierno asumiera las riendas del Estado.
Por supuesto, uno puede preguntarse si es que mejorar no era inevitable, cuando el país se encontraba casi en agonía. Se había llegado muy abajo, y es difícil saber si es que se podía empeorar aún más.
* Politólogo.
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