febrero 18, 2025

¿Hay dos Bolivias? República y Estado Plurinacional


Por Ariel Bernardo Ibáñez Choque *-. 


Durante las recientes fiestas patrias, las autodenominadas “plataformas ciudadanas” agrupadas en la consigna “respeto al 21F” han sentenciado que existen dos Bolivias: la del sí y la del no a una virtual repostulación del presidente Evo Morales. Y, dado el triunfo del no el 21 de febrero de 2016 en un referéndum vinculante, estas sienten legítimo el enajenamiento de la voluntad popular como suya. Sin embargo, ¿qué son estas dos Bolivias? Por sus voceros o “activistas” -gentes ordinarias sin vínculos políticos “aparentes” -, la Bolivia del no a Evo es democrática y la Bolivia del sí a Evo es dictatorial. Así, en esta lógica simplista, el devenir político de Bolivia se resume en una lucha entre buenos y malos “samaritanos”.

En mi opinión, estos postulados políticos de las “plataformas ciudadanas” están errados y carecen de conocimiento histórico. Evidentemente hay dos Bolivias, pero la génesis constitutiva de esta bifurcación empieza en el siglo XVI con el colonialismo y no el año 2016. El colonialismo instaura la estructuración jerarquizada de la sociedad de clases mediante el racismo. Emerge una clase que vive y se enriquece del trabajo ajeno y, al mismo tiempo, emerge una clase cuyo trabajo es enajenado para beneficio de terceros y cuya reproducción es miserable. Emergen blancos e indios, emergen q’aras y t’aras, los primeros dedicando su ocio a la política y las armas, y los segundos entregados al trabajo campesino y proletario.

En 1825, con la creación de la república, se torna evidente la bifurcación de clase para la formación de una conciencia nacional. Los campesinos, artesanos y obreros, todos indios, ya tenían nación. Nación más fuerte y milenaria que criollos y mestizos entonces huérfanos de la corona española. Así, estas clases dominantes emprendieron la creación de una nueva nación: Bolivia. La formación del Estado-nación boliviano fue un ejercicio coercitivo de las clases dominantes que buscó proscribir aquellas nacionalidades en potencia peligrosas para su propia existencia. Entonces, emerge la Bolivia criolla y mestiza de las clases dominantes, lo más blanca posible, pero aún asentada en la estructuración racial de las clases. A su vez, las naciones indias proscritas se hacen “naciones clandestinas” de clases campesinas, artesanas, y obreras dominadas. Luego, los gobiernos republicanos fueron aún más rapaces con las “naciones clandestinas” desposeyéndolos incluso de lo poco que les había dejado la corona española. Si el indio clandestino era un miserable material, el naciente boliviano blanco era miserable de espíritu al robar a su hermano.

Esta es la verdadera diacronía de las “dos Bolivias”: una Bolivia blanqueada de rapiña y otra Bolivia india clandestina. Ambas inmersas en un embate dialéctico de largo aliento. El 2009, con la creación del Estado Plurinacional, aquella nación clandestina se hizo visible desde la frontera de lo desconocido, desde las largas luchas de obreros y campesinos, ambos indios. En una sociedad de clase articulada por el racismo, la victoria de campesinos y obreros es la victoria de los indios, y la victoria de los indios es la victoria de obreros y campesinos. Por tanto, el Estado Plurinacional pertenece a una Bolivia antes proscrita, a naciones antes clandestinas, a los pobres y explotados.

Una vez desmontada la pantomima de las “dos Bolivias” mediante el análisis histórico y estructural cabe preguntarse: ¿Dé qué Bolivia son esas “plataformas ciudadanas”? En mi opinión, las “plataformas ciudadanas” son resabios de la Bolivia republicana blanqueada, aquellos que añoran reinstaurar los principios coloniales más primitivos. Porque obreros y campesinos tienen por brazos políticos sus sindicatos, federaciones y confederaciones que, además, sostienen con su propio trabajo, y no “plataformas”. En cambio, las “plataformas ciudadanas”, vinculadas con intereses extranjeros [1], se componen de clases altas y medias cuya reproducción depende desde antaño de la apropiación del trabajo ajeno.

Las clases dominantes no tienen principios, sino, sólo “intereses”. Las oligarquías burguesas no son democráticas o dictatoriales en sí. Son democráticas cuando les conviene y apoyan a un dictador cuando no. Entonces, tras los fervientes discursos de las “plataformas ciudadanas” por la democracia en Bolivia, están encubiertos intereses de una “conciencia burguesa” cuyo fin es el enriquecimiento mediante la enajenación de los recursos y el trabajo ajeno. Son los gritos agonizantes de una Bolivia republicana miserable de espíritu que pretende ir contra los grandes procesos históricos de los de abajo.

Ahora bien, no es mi propósito llamar a defender lo indefendible, la repostulación de Evo carece de legalidad y, cada vez más, de legitimidad. Mi intención es advertir a las clases dominadas, obreros y campesinos, a las cuales me debo, lo que está encubierto en la lógica simplista de las “plataformas ciudadanas”. Tras la “defensa del 21F” esperan voraces los intereses más mezquinos de la Bolivia de rapiña. Corresponde a obreros y campesinos, ambos indios y sujetos históricos, la reconducción de la revolución boliviana. Desentenderse de esta labor histórica no es una opción, ni tampoco dar lugar al fortalecimiento de esos resabios oligárquicos y coloniales.

Por último, hago mías las palabras del indio Fausto Reinaga: “la revolución india, superando la yuxtaposición de la nación mestiza sobre la nación india, unirá en carne y alma, orgánica y psicológicamente, y hará de ambas naciones una sola nación; de las dos bolivias, una sola Bolivia”. [2]


*            Crítico de la Economía y la Sociedad. (Correo: aibanez@comunidad.unam.mx)

1           Esto es algo que además lo hacen evidente siempre apelando a su rechazo a Venezuela y Cuba, pero, además, mostrándose con grupos de extrema derecha fascistas foros regionales y continentales.

2           Reinaga, Fausto, 1970 [2014], La revolución india, Obras completas Tomo II Vol. V, Vicepresidencia del Estado Plurinacional de Bolivia, p. 158.


 

Sea el primero en opinar

Deja un comentario