septiembre 13, 2024

Matar o no matar… he ahí la cuestión


Por Rosario Aquím Chávez-.


En los últimos tiempos, ha adquirido mayor audibilidad en la vida cotidianidad, una de las preguntas fundamentales de la filosofía: ¿matar o no matar?… Esta audibilidad, la podemos apreciar cuando nos enfrentamos a ciertos dilemas biopolíticos como el suicidio, el aborto, la eutanasia, la guerra.

Y, las respuestas a estos dilemas conllevan otras preguntas: ¿existe algo —alguna legalidad-ley, algún derecho, alguna razón histórica—, que justifique la supresión de la vida de otro ser humano? ¿Existe algo que justifique la eliminación de mi propia vida? En esto último, nos estamos refiriendo al suicidio. En ambos casos, hay que reconocer que estamos ante distintos tipos de violencia: la violencia ejercida sobre el Otro, y la violencia ejercida sobre uno mismo. En ambos casos, subyace el acto de juzgar, desde la absoluta e intransferible condición individual, si la vida del Otro, o mi propia vida, debe o no ser vivida.

Algunos filósofos, como Albert Camus y Paul Sartre, intentaron dar respuesta a este problema. Camus, consideraba que el suicidio, era el principal problema de la filosofía. Y, tenía que ver con una ruptura entre el hombre y su existencia. Ruptura que Camus interpreta como absurdo. El hombre sería, en este sentido, un absurdo para sí mismo y un ser innecesario para el mundo, por lo que, desde su absoluta e intransferible individualidad, decide acabar con su vida.

Es precisamente esta relación, entre absoluto y violencia, la que hace inteligible el hecho, de si la violencia sobre el Otro, o sobre uno mismo, debe o no, ser ejercida. Toda vez que nos encontramos, actualmente, ante las consecuencias del creciente poder destructivo del hombre, en su condición de humanidad y de masculino universal. La condición masculina, está en camino a consumirse en su propia tragedia, la violencia, es la expresión de este momento de dolor y de desesperación.

Por otro lado, Sartre escribe: “Hay que matar”. Los humanos víctimas del hecho colonial, si quieren emanciparse, tienen que matar a los herederos y reproductores del patrón de poder colonial. De esa manera acabaran con el opresor y el oprimido. Del oprimido, nacerá un hombre libre (el colonizado que murió en mi), y quedará un hombre muerto (el colonizador que maté). Acá, la violencia a la que se hace referencia, es la violencia de la guerra colonial.

De ahí que, matar o no matar, tenga que ver con la violencia (tanto individual como colectiva) o su negación.

¿Es posible suprimir la violencia de los horrores de la guerra, de los genocidios, de los feminicidios, de los crímenes de odio, de los suicidios?… Hoy la violencia, ya no nos asombra, es parte de nuestra vida cotidiana.

La violencia es constitutiva de nosotros mismos. Eso nos deja un panorama desalentador, significa, que mientras haya humanos, habrá violencia. El nuestro, es un humanismo perverso, destruye lo humano. Y entonces, ¿qué hacemos? …

No queda otra, que seguir luchando, contra todas las causas de la violencia, porque no hay una violencia legítima, una violencia buena, una violencia justa. La violencia es muerte, es en sí misma, trágica. De ahí que, nos confronte con nuestra incapacidad histórica de no poder apreciar al Otro, en su singularidad única e irrepetible, de no poder respetarlo en su dignidad, de no poder reconocerlo en su humanidad.

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