marzo 19, 2024

El cuerpo social como objetivo de la guerra librada contra Venezuela

La parroquia Coche es la puerta de entrada a Caracas desde el occidente y el sur del país. Viven 59.000 habitantes en 126 sectores, tiene edificios de clases medias bajas en sus arterias principales, urbanismos creados por la Gran Misión Vivienda Venezuela y cerros donde están los barrios más humildes.

En Coche se encuentra el complejo militar de Fuerte Tiuna, y el mercado mayorista de alimentos donde llegan más de 50.000 toneladas mensuales. Es un punto estratégico de la capital, que es el centro de gravedad del poder en el país.

Uno de los sectores es El Kilombo, que nace desde la parte baja en la calle Zea, desde donde se ingresa y sube al cerro. Visto desde fuera tiene la estética de toda barriada caraqueña: casas de ladrillos naranjas sin frisar, construcciones hechas con voluntad, esfuerzo, autogestión espontánea y organizada.

Escaleras angostas, pasillos, laberintos, techos de zinc que enceguecen cuando el sol del mediodía cae vertical, chicos jugando, conversas, trabajadores, cotidianeidades. Visto desde su dinámica social este barrio, como todos los barrios del país, es un blanco de la guerra que ha sido desatada sobre Venezuela.

En El Kilombo viven 271 familias, y están desplegadas dos brigadas del Movimiento Somos Venezuela, creado en junio del 2017, epicentro del anterior intento de asalto al poder político. Somos es una organización donde hacen vida diferentes movimientos y políticas de trabajo social de la Revolución bolivariana.

Entre estos, están el Frente Francisco de Miranda, UnaMujer, Jóvenes del Barrio, Movimiento de Recreadores, Por la Paz y la Vida, diferentes Grandes Misiones, Misiones y Micro Misiones, como Jóvenes de la Patria Robert Serra. El despliegue es nacional: son 27.807 brigadas integradas por 361.501 ciudadanos, ya han golpeado a las puertas de 6.300 mil hogares.

«Se creó para ser el brazo social articulador de la respuesta directa al pueblo, para pasar a ser sujetos de atención a sujetos protagónicos de la transformación, para transformar desde las bases las realidades que tenemos (…) Está integrado por aquellos que, desde la misma realidad, necesidad, estamos en búsqueda de aquellos que están más frágiles que nosotros», explica Yinet Bernal, secretaria de Somos en la parroquia Coche.

En las brigadas del Kilombo la mayoría son mujeres del mismo barrio. El trabajo es diario y permanente, el objetivo es triple: dar la respuesta a las necesidades inmediatas, construir organización de la misma comunidad, y hacer frente a los impactos de la guerra híbrida que golpea sobre el cuerpo social, busca fragmentarlo, «opera sobre el conjunto de los ámbitos de la vida social y particularmente, sobre el dominio de los cuerpos, los corazones y las mentes de la población».

Los ámbitos de acción son muchos: atención a las personas mayores con dificultades de salud, producción de alimentos con proyectos como la cría de gallinas ponedoras, el funcionamiento de una casa de alimentación donde comen 200 personas, el trabajo junto con los Comités Locales de Abastecimiento y Producción, y los doce consejos comunales que conforman la Comuna Armando Reverón, entre otras cosas. Las brigadas están en el territorio, lo conocen, son parte de su cotidianeidad y organización.

El movimiento tiene un mapa y censo donde aparecen las necesidades, zonas críticas, poblaciones, casa por casa, familia por familia. Por ejemplo, de las 271 familias del Kilombo, 184 reciben los bonos de Hogares de la Patria, 11 el de Mujeres Embarazadas, 102 el de Adultos Mayores (para quienes no cotizaron en sus años de trabajo).

Somos Venezuela debe tener un diagnóstico preciso de todas las necesidades, prioridades, y articular a partir de allí las diferentes políticas y plataformas sociales existentes para dar respuestas.

«Estamos apretados, pero siempre salimos adelante con dios y la Revolución», dice Yelitza Medina, parte de la brigada, nacida y criada en El Kilombo.

Muestra orgullosa las gallinas ponedoras, el módulo de salud donde se lleva adelante una jornada de vacunación, las compañeras madres solteras que cocinan en la casa de alimentación comunitaria, el proyecto de panadería, el esfuerzo acumulado invisible a quien no conozca, como, por ejemplo, que las casas fueron levantada con autoconstrucción, trabajo voluntario, recuperación de espacios que antes era botaderos, perreras, cementerios de camiones.

«La situación atrapa a muchas personas, la escasez que hay, nosotros en la comunidad estamos ayudándonos con eso, hay gente que no tiene y nosotros lo estamos haciendo por ellos, las que estamos trabajando tenemos hijos, nietos, y estamos trabajando por los niños de la comunidad, para todos», dice Lesbia Galindo, que cocina en la casa de alimentación, vive en una casa de zinc y trabaja para poder edificar su vivienda de ladrillos.

Existen varias formas de medir los resultados: las respuestas materiales concretas en cada persona/familia/hogar, en el sector, la parroquia, a nivel nacional, a la vez que como forma de resistencia colectiva del cuerpo social que se encuentra bajo asedio por diferentes frentes.

Están en juego los valores de solidaridad, las lógicas de construcción colectivas, las subjetividades que la guerra busca quebrar: la estrategia enemiga necesita cuerpos rendidos, voluntades doblegadas, resignaciones individuales, pasiones tristes.

«Estamos atendiendo cuatro frentes de batalla, el primero es la articulación con todo el sistema de Misiones para dar respuestas a nuestro pueblo, el segundo es la defensa de la verdad, acá el Movimientos Somos Venezuela le está diciendo al mundo que Venezuela es un pueblo que está siendo atacado por una guerra, nos quieren asfixiar, pero estamos en resistencia, un pueblo organizado que no solo espera ser sujeto de atención», explica Yinet.

«Estamos siendo sujetos protagónicos de la transformación de nuestra realidad, en el tercer frente estamos dando atención a las víctimas de esta guerra, vamos a defender a nuestro pueblo, y en el cuarto frente estamos poniendo en pie un sistema de producción», agrega.

El despliegue de políticas sociales en clave chavista, es decir con el intento de romper la práctica asistencial-vertical, es una forma de trinchera diaria en tiempo de asalto. EEUU, la derecha local, los poderes económicos, no solamente buscan el control directo del poder político a través del derrocamiento del presidente Nicolás Maduro.

Su plan estratégico es el de borrar el entramado de organización, politización, conformación de un sujeto político en las barriadas populares, sea de Coche, cualquier parroquia de Caracas o del país. Para eso las maniobras abarcan, entre otras cosas, desde el bloqueo económico, financiero, hasta las políticas mediáticas en redes sociales, y las disputas en los territorios a través de grupos armados y desgaste material.

Somos Venezuela, las experiencias de comunas, consejos comunales, colectivos, organizaciones de base chavistas, la articulación entre esas experiencias y las políticas sociales del Estado —con debates acerca de formas y métodos—, son la trama que no ha logrado quebrar el tipo de guerra híbrida y prolongada que está actualmente en desarrollo contra el país.

Los espacios comunitarios cumplen una función estratégica, son territorios para la contención del tejido social ante la adversidad material, el ensayo de la democracia participativa, la reproducción del proyecto chavista como ejercicio ético, igualitario, solidario.

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