Por Odalys Troya Flores * -.
La Habana-. El 24 de noviembre de 2016, el entonces presidente Juan Manuel Santos y el jefe de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia-Ejército del Pueblo (FARC-EP), Rodrigo Londoño, firmaron el Acuerdo de Paz que puso fin al más antiguo conflicto armado de Latinoamérica.
Fue un paso histórico hacia la paz estable y duradera, y el fin de una añeja contienda que dejó más de 260 mil muertos, decenas de miles de desaparecidos, unos siete millones de desplazados, violaciones, secuestros y otras calamidades. El documento que respalda el Acuerdo, de casi 300 páginas con 578 medidas concretas, contempla la protección de los reincorporados a la vida civil, lo cual debe hacerse a través de una comisión de seguridad.
Busca igualmente romper el abismo existente entre el campo y la ciudad, y así acabar con la pobreza en que viven millones de colombianos, quienes por el abandono y la falta de oportunidades se vieron atrapados entre el conflicto y la ilegalidad.
En tal sentido, se acordó un plan de inversiones para el campo con programas de acceso a tierras, a bienes, a servicios productivos y a infraestructura a fin de dar a los campesinos oportunidades reales de desarrollo y calidad de vida, entre otros elementos que ahondan en cambios estructurales en el país.
Pero, cuatro años después, persisten algunas causas que originaron esta guerra en Colombia, como el asesinato de líderes políticos y sociales, masacres, así como la desigualdad social.
EXISTEN MOTIVOS DE SERIA PREOCUPACIÓN
En entrevista con Prensa Latina, vía internet, el expresidente de Colombia Ernesto Samper (1994-1998) manifestó que tras la firma del Acuerdo de Paz hay avances positivos como la desmovilización, dejación de armas, reintegración y conversión de las FARC-EP en el nuevo partido político Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común (FARC).
Asimismo permitió la creación del sistema de justicia transicional para juzgar a los actores armados que participaron en el conflicto, tanto de parte de las Fuerzas Armadas de Colombia como de la misma guerrilla, añadió.
‘Sin embargo, existen motivos de seria preocupación’, recalcó el también exsecretario de la Unión de Naciones Suramericanas y miembro del Grupo de Puebla.
Detalló en tal sentido, ‘el desentendimiento político del gobierno actual respecto a la sostenibilidad de los propios acuerdos que se traduce en el abandono de sus programas más sensibles como la reparación de las víctimas, la parálisis de los acuerdos sobre sustitución social de cultivos ilícitos y el cumplimiento de los compromisos adquiridos en materia de entrega, y restitución y titulación de tierras’.
En opinión del exgobernante, uno de los puntos más importantes del Acuerdo es quizás el de la creación del Sistema de Justicia Transicional a través de una Jurisdicción para la Paz, una Comisión para la Verdad y una Unidad de Búsqueda de Personas desaparecidas.
Este sistema, a través de un nuevo esquema de justicia restaurativa basado en la verdad, la justicia y la reparación de las víctimas debe permitir a los actores armados reinsertarse en la sociedad civil y a las víctimas elaborar su duelo por el daño causado a ellos y sus familiares durante la larga pesadilla del conflicto armado que duró más de medio siglo, subrayó.
Samper considera que el mayor problema del Acuerdo de Paz es que el gobierno del presidente Iván Duque, salvo algunos programas específicos como los relacionados con el desarrollo de proyectos productivos para guerrilleros reintegrados, ha sido muy esquivo en la apropiación de recursos económicos necesarios para financiar programas fundamentales como el de la reparación de las víctimas, el cual apenas cumple el 10 por ciento de sus objetivos.
Recientes cifras de la Contraloría General de la Nación indican que los niveles de ejecución de los fondos necesarios para financiar el proceso de paz están por debajo del 50 por ciento, detalló a Prensa Latina.
Además de esta actitud pasiva, el gobierno encabezado por el jefe de Estado y el partido que lo acompaña, Centro Democrático -presidido por el expresidente Álvaro Uribe (2002-2010)-, se dedica a cuestionar públicamente la Jurisdicción para la Paz, Tribunal que tiene a su cargo la aplicación del esquema de justicia restaurativa que le permitirá a Colombia pasar del conflicto al posconflicto, manifestó.
Colombia es considerada un ejemplo para América y el mundo por llegar al Acuerdo de Paz, sin embargo, en los dos últimos años hay un incremento de la violencia en el país y resurgimiento de grupos armados.
Al respecto, el exmandatario señaló que aunque desde antes de firmarse el también llamado Acuerdo de La Habana, sabía que algunos de los frentes de las FARC-EP se sustraerían de los mismos.
Por otro lado, dijo, es claro que el abandono del cumplimiento de los compromisos por parte del gobierno de Duque está llevando a la reactivación del conflicto armado en algunas zonas del país como el Catatumbo, Tumaco y el Chocó.
‘En estas zonas, la misma combinación de actividades e intereses propios del narcotráfico, la guerrilla, los grupos paramilitares está generando efectos metastásicos del conflicto nacional que tuvimos durante medio siglo. El riesgo es que éstos desarrollos puntuales no sirvan de semilla para reproducir el conflicto nacional dentro de algunos años’, alertó.
APOYO INTERNACIONAL
En cuanto al papel de Cuba y Noruega como países garantes, destacó que el apoyo internacional al proceso de paz es lo que hoy día lo mantiene en pie.
Dentro de ese apoyo, debe destacarse el papel cumplido por los dos países garantes que, ‘aun remando en contravía del actual gobierno colombiano, han sabido interpretar el espíritu de los acuerdos y defenderlos con el eficaz concurso del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y sus representantes en Colombia’.
‘Quienes hemos tenido responsabilidades de Estado en Colombia hemos sido testigos del interés permanente de Cuba, aun pagando altos costos internacionales, por acompañarnos en la búsqueda incesante de la paz que ha sido el sueño de medio siglo de todos los colombianos’, resaltó.
Nuestra misión, enfatizó, ‘es seguir luchando con la ayuda de Cuba y los países que quieran acompañarnos, para que ese sueño se haga realidad más temprano que tarde. Es un proceso largo pero posible’.
- Jefa de la Redacción Suramérica, y Centroamérica y Caribe
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