marzo 18, 2024

Brasil retomará su curso hacia el progreso, con Lula al timón

Connecticut, EE.UU-. Se aproxima con vertiginosa celeridad el día de las elecciones en Brasil. Entender a un país que tiene 77 veces el tamaño y casi 20 veces la población de Cuba, es cuesta arriba, por decir algo. La diversidad no sólo geográfica, humana, cultural y sobre todo de los problemas sociales, es gigantesca.

La mejor forma de intentarlo es a través de formas exaltadas de conciencia como seria en Colombia la realidad macondiana, y que son en Brasil las visiones simbólicas del gran Glauber Rocha, a través de sus “Eztétyka del hambre” y “Eztétyka del sueño”.

¿La “Tierra en trance” consuma los milagros de “Barravento”?

Así vemos en “Tierra en trance”, cuya acción se sitúa en el país imaginario de Eldorado y en “Barravento” una muy real aldea de pescadores de jurel en la costa de Bahía, en representación del Brasil visto por el insigne director, guía y capitán del Cinema Novo, Glauber Rocha.

En el primer filme, Paulo Martins es un apasionado poeta y periodista antiguamente vinculado con el entorno del político conservador “Porfirio Díaz”, a quien considera su “dios del pasado”. A medida que crece su conciencia social sobre los problemas del pueblo y, buscando un futuro mejor para el país, decide romper su relación ideológica con Diaz y apoyar la campaña de su contrincante, el progresista “Felipe Vieira”, para convertirse en gobernador de la provincia de Alecrim.

Ante el ambiente revolucionario de las clases populares pobres, Vieira comienza a flaquear como líder del pueblo, provocando el desencanto de Paulo, que ve cómo la realización de sus ideales debe pasar por la lucha activa, y no únicamente por la poética, platónica. Tras sumirse en una pequeña crisis ideológica y artística, en la que muestra su repulsión personal hacia Vieira y el dolor que le provoca traicionar a Diaz, decide volver a Eldorado para conseguir el apoyo del empresario televisivo Julio Fuentes y usar su cadena para denunciar a Diaz.

A medida que el enfrentamiento político alcanza su punto más violento, Vieira decide renunciar a la lucha armada y ordena la represión policial de los reaccionarios. Paulo, definitivamente decepcionado con la lucha social, la abandona, no sin antes ser herido por la policía de Vieira.

Si cambiamos algunos nombres y acciones pudiéramos ver un retrato de Brasil desde el nauseabundo arresto del expresidente Luiz Inácio Lula da Silva y el golpe de estado “legal” contra Dilma Rousseff al presente. Desorientación, oportunismo, el pueblo desconcertado con el liderazgo encarcelado y con el resto de la vanguardia que no podía salir de su aturdimiento.

Mientras tanto, en Barravento, vemos que después de muchos años de ausencia, Firmino vuelve a la comunidad en la que se crio: un pueblo de pescadores formado por descendientes de antiguos esclavos negros traídos a la fuerza a Brasil desde África. Habitan en una playa de la costa de Bahía, nordeste de Brasil.

Firmino intenta inculcar a los nativos nuevas ideas sobre la libertad, pero la comunidad no le escucha, ya que siguen siendo fatalistas, supersticiosos, analfabetos y explotados por los comerciantes de la ciudad y sus intermediarios. Los pescadores siguen las orientaciones de las sacerdotisas y de Mestre, un antiguo protegido de Iemanjá (para los cubanos Yemayá), la diosa del mar en el candomblé, que es la religión que todos profesan. Según la creencia, en su condición de deidad protectora garantiza, a través de su protegido, buen tiempo para navegar y pesca abundante a todos los que la acompañen.

Ante la avanzada edad de Mestre, Iemanjá elige al joven Aruã como nuevo apadrinado y, como es celosa, para no perder el «encanto», el joven no podrá dormir con ninguna mujer. Esto le hace sufrir ya que se siente atraído por Naína, una chica blanca que vive en el pueblo con su padre Vicente, un devoto de la diosa.

Barravento nos muestra el culto al milagro en la sociedad brasileña, sea este santero, católico, evangélico (como el fascista Jair Bolsonaro) o incluso en el pensamiento progresista de izquierda expresado en algunos de sus sectores de forma utópica, en espera de cambios sociales portentosos e imaginarios, que como “El Rabo de Nube” de Silvio, de un tirón “se lleve lo feo y deje el querube”, que en este caso no pretende ser más que la respuesta “a pedir un deseo” y de paso crear un bello neologismo.

Por supuesto que el culto al milagro no es exclusivo de la sociedad brasileña. Por doquier se espera que la izquierda que llegue al poder (o una cuota de poder) político realice impracticables actos de magia económico- social, que lamentablemente a veces han prometido, en su anhelo de ser electos. En estas exigencias perentorias “desde las gradas de la plaza de toros” la ultraizquierda ha sido en ocasiones un instrumento de las oligarquías. No se puede de nuevo reincidir en tales errores, de una u otra parte.

El programa del PT y su coalición “Vamos Juntos Por Brasil”, es una completa ruptura con la politiquería electoral y el pensamiento utópico y mesiánico.

Con el interés de implementar realmente en la práctica social los cambios que Brasil requiere, es que se crea la coalición dirigida por Lula, “Vamos Juntos Por Brasil” cuya misión no es solo trabajar por una victoria electoral puntual, sino principalmente, por un proyecto social que reconstruya a Brasil en el presente y lo transforme en el futuro. Para ello se han creado uno Lineamientos programáticos que constan de 121 puntos, y que fueron analizados detalladamente en la cuarta entrega del presente artículo. Sus aspectos fundamentales son:

I. Compromisos para la Reconstrucción del País.

II. Desarrollo Social y Garantía de Derechos (incluye Reformas Agraria y Urbana, así como grandes propuestas de Educación, Cultura, Salud y Seguridad Públicas, lucha contra la discriminación racial, derechos de la mujer y muchos otros puntos de la más crucial importancia)

III. Desarrollo económico y sostenibilidad socioambiental y climática

IV. Defensa de la democracia y reconstrucción del Estado y la soberanía.

Estos “Lineamientos del Programa de Reconstrucción y Transformación de Brasil 2023-2026” son tan formidables y avanzados como sea posible serlo. Por su alcance y envergadura, así como por ser brindado al público para su comentario y propuestas de cambio, adquiere una naturaleza cuasi plebiscitaria o de antecedente para una futura y profunda reforma constitucional.

Cuando vemos la situación social que muestra Glauber Rocha en sus tres filmes citados, y la “esperanza basada en acciones individuales, magia y superstición, pensamiento utópico y movimiento a la deriva de un pueblo como Manoel y Rosa de “Dios y el Diablo” corriendo por el sertao en busca de un imposible mar, vemos que estamos en presencia del fin de una época en Brasil, de una transformación profunda, secular, basada en principios sociales claramente expresados, científicamente elaborados.

Esto no existía cuando Lula da Silva triunfó por primera vez en el 2002. La diferencia de los Lineamientos de hoy con el Programa del PT en las elecciones del 2002, es enorme. Esas vastas diferencias son el reflejo de las experiencias adquiridas por el enfrentamiento contra la reacción y la oligarquía local durante dos décadas de lucha a brazo partido, desde la base, hasta lo más alto de la estructura política y social.

En el plano internacional, tanto regional, como mundial, los Lineamientos precisan que se defenderá la integración de América del Sur, América Latina y el Caribe, con miras a mantener la seguridad regional y promover un desarrollo integrado de nuestra región, volver a fortalecer Mercosur, UNASUR, CELAC y BRICS. En este momento en que el mundo entero está bajo la amenaza de un conflicto global que podría acabar con nuestra civilización y nuestra especie, Brasil tiene el deber inexcusable de defender la supervivencia y la prosperidad del ser humano, es además la única manera de salir de los propios y enormes conflictos, desigualdades y anacronismos descritos en la Rochiana “Eztétyka del hambre”

Lula siempre fue un líder nato de los trabajadores. Ahora suma una enorme experiencia y visión estratégica.

El resurgimiento de la extrema derecha en la así llamada “ola conservadora” de América Latina, la fascistización del “liberalismo”, la exacerbación del racismo y el colapso del imaginario “liberalismo progresista” en los países del “centro” capitalista muestran un cambio del movimiento de las “placas tectónicas” en la sociedad.

Como nos dice siempre el ex vicepresidente de Bolivia, Álvaro García Linera, se desarrolla un nuevo horizonte, una nueva “ola progresista” en particular en América Latina, de la que el probable triunfo electoral de la izquierda en Brasil el próximo 2 de octubre sería un momento sumamente descollante.

Hubo cierta coincidencia filosófica en los sectores reaccionarios, oligárquicos, de América Latina en medio de lo que fuera la “ola conservadora”, con Jair Bolsonaro en Brasil, Mauricio Macri en Argentina, Sebastián Piñera en Chile, golpistas en Bolivia, Iván Duque en Colombia; entre el discurso primermundista del Fin de la Historia, presentado por pensadores liberales a finales de los años 80, e incluso algunas corrientes de izquierda que hablaban del fin del ciclo progresista en América Latina, sin entender su naturaleza en “oleadas”.

Esta “coincidencia” estaba basada en una visión teleológica de la historia, como si se basara en leyes que están por encima de la acción humana. Sin embargo, la historia misma muestra que no se mueve solamente según leyes fijas e inexorables y que una filosofía teleológica de la historia no puede existir sin el azar. La historia siempre incluye lo nuevo, lo impredecible, el sentido de posibilidad.

Mientras se repetía hasta la náusea que el ciclo de la izquierda estaba muerto y enterrado, y que una nueva (y final, permanente) época conservadora imperaba, se produjo la superlativa victoria de Andrés Manuel López Obrador y MORENA en México, y luego vinieron Argentina, Bolivia, Honduras, Chile, Colombia y ahora podemos esperar la victoria descomunal de Lula, el PT y la coalición “Vamos Juntos Por Brasil”.

Un gran problema del neoliberalismo y neofascismo de la era Bolsonaro en Brasil es que no es un proyecto de sociedad, sino, sobre todo, una venganza, un ajuste de cuentas contra Lula, contra Dilma, contra el PT, y finalmente contra el pueblo de Brasil basadas en el odio y el resentimiento. Esa es otra coincidencia entre Jair Bolsonaro, Donald Trump y la ultraderecha cubana de Miami, su única oferta son la aversión, el odio y la venganza.

Por lo tanto, este neoliberalismo de Bolsonaro y sus conmilitones en Brasil y el resto del mundo, tiene y siempre tuvo posibilidades muy limitadas en el tiempo (más allá de un golpe de estado militar y de la aplicación indiscriminada de la fuerza bruta), ya que no ha creado, y ni siquiera se proponía crear, una nueva propuesta de sociedad. En estas venideras elecciones de octubre 2, la oligarquía brasileña no solo va a sufrir un revés electoral, sino una derrota política y conceptual en toda la línea, y de envergadura histórica.

Vivimos en un momento histórico de suprema importancia, en que el mundo entero está presenciando el colapso, la bancarrota total de la creencia en el fin de la historia, basada en los preceptos neoliberales de Gran Bretaña y Estados Unidos. Hace 30 años estos países eran campeones del libre comercio, pero hoy son proteccionistas a ultranza. Mientras que China y Vietnam, con partido único y economía mixta más o menos planificada, son los voceros del libre comercio hoy día.

En Brasil como en cualquier otra parte del mundo, no se puede suplantar a la sociedad con el Estado (como harto se demostró durante el siglo XX). Pero es imprescindible que el Estado esté al servicio de las mayores y más profundas aspiraciones y necesidades de la sociedad. Un gobierno solo puede ser impulsado en una dirección de cambios profundos y radicales cuando la propia sociedad dicta que esto es lo que necesita y exige. La coalición liderada por Lula le ofrece al pueblo brasileño compromisos concretos y detallados que son prácticamente desconocidos en otras campañas electorales del mundo. En vez de consignas muchas veces politiqueras o “milagrosas” en otros casos, estas son tareas reales por acometer y cumplir.

Las dimensiones, recursos y población de Brasil, tienen el potencial real para convertir a ese país en una nueva “powerhouse” de la economía latinoamericana y mundial, en un ambiente de reducción de la desigualdad y redistribución de la riqueza. Sin milagros, sino con un Plan contundente, capaz de aglutinar las demandas del pueblo brasileño y de realizarlas por un gobierno que constituya su vanguardia.

El Brasil de hoy es una Tierra en Trance, donde la Era está pariendo agónicamente “un corazón” e igualmente “no puede más, se muere de dolor”. Votar por Lula da Silva es hacerlo por el progreso, la paz y el desarrollo humano.

¡Alerta, no descartemos actos de violencia militar o fascista! Hoy Lula tiene 15 por ciento de ventaja sobre Bolsonaro y cualquier cruel e impúdica aventura puede ocurrir!

(Tomado de Firmas Selectas)

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