Por Soledad Buendía Herdoíza * -.
La historia de los imperios en las sociedades del cansancio tiene características muy similares que, de ser objeto de estudio, son de fácil comprobación por el rastro de sangre que dejan a su paso.
La primera que los identifica es el saqueo y robo por la fuerza, la ocupación de territorios y el aniquilamiento de las fuerzas opositoras. En segundo lugar, viene la imposición de la cultura de dominación mediante recursos de propaganda masivos, con el fin de ser aceptados por la población. Tercero, la esclavización de los recursos humanos de los territorios invadidos, empleando las fuerzas de represión creadas a tales efectos. Cuarto, el discurso de paz como objetivo supremo de las invasiones, los bloqueos, las censuras y, finalmente, las imposiciones edulcoradas con promesas de confites.
La censura y criminalización de la resistencia, mediante legislación y códigos que protejan los intereses del Imperio, es condición sine qua non una vez conseguido el establecimiento de lo anterior. Aquí reseñamos apenas algunas de las características comunes de todos los imperios que dominaron en la historia de la Humanidad.
El antídoto más eficaz contra este flagelo es la unidad de los pueblos y la lucha organizada de los mismos empleando todos los recursos disponibles y creando un frente común de resistencia en todos los países ocupados.
El precio que deben pagar los insumisos rebeldes que no acaten el mandato divino del Imperio, porque siempre serán señalados como los malos de la película, en el Hollywood de los conquistadores.
Pero convengamos que los imperios tienen puntos en común, aún en el antagonismo que los enfrenta. Pretenden imponer su voluntad, alegando la defensa de la paz y la democracia, para justificar los actos de vandalismo que seguirán a sus misas domingueras en púlpito ajeno, con la bendición del cura en sotana bordada de organizaciones internacionales de los Derechos Humanos, y la Biblia con enseñanzas y mandatos que impone la religión de los dominadores.
Lo paradójico de los extremos políticos, en las visiones que se pretenden imponer al mundo en su globalidad, es que en el universo del bien y el mal tanto la enfermedad como la cura es válida para Dios como para el Diablo, según sea desde el infierno o el cielo que se las mire. Sin detenerse a pensar en que el camino al cielo (dicen) está empedrado de buenas intenciones, siempre y cuando estas no interfieran en los intereses del “establishment”, que siempre, indefectiblemente, esconde un infierno camuflado de paraíso.
La política no es corrupta, son algunos políticos, y la visión e ideología de los intereses particulares y de grupo que la corrompen y la promueven los que la mancillan. Mientras, los pueblos ocupados en subsistir se exponen cada vez más a ser masacrados por el feroz vínculo del capitalismo asociado al poder con la tarea vital de retroalimentarse.
No hace falta tener muchas luces para entender dónde y a quién le interesa que los pueblos padezcan apagones intermitentes de razonamiento por ausencia de educación; coincidentemente con los tiempos electorales, en los que los sufragantes comunes se invisten del sayo seductor y poderoso de elegir, yendo a votar al lobo que les abrió la puerta del redil justo cuando el pastorcito mentiroso de las esperanzas duerme la borrachera del cuento de la democracia…
* Asambleísta ecuatoriana.
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