
En palabras de Tatiana Suárez Patiño, restauradora de bienes culturales, defensora de lo inmaterial, activista por los derechos de los tipos de patrimonio: “Uno de los más importantes acervos de patrimonio sonoro, por su antigüedad y por su rol en la difusión musical, es el de Las Flaviadas”. Estas audiciones públicas dedicadas a la escucha, que pasaron generación tras generación, tienen un valor inmenso.
Esta es la tercera parte de nuestro encuentro con Eduardo Machicado Saravia, hijo del reconocido Flavio Machicado Viscarra, quien nos contó su historia.
La Sala
“La casa es de 1875, al subir las escaleras nos encontramos con una lámpara antigua de queroseno, una ‘araña’, también conocida como lámpara parafina; fue un objeto muy útil en tiempos en los que aún no se disponía de energía eléctrica. Esa lámpara en la subida a la sala de música la trajeron de Comanche, no era de esta casa, sino de la casa de Comanche. De fondo, en las escaletas, se puede divisar un cuadro de Flavio Machicado de niño, con canelos, muy al estilo de la época.
Al llegar a la sala se aprecia la chimenea. Todo el borde y varios exteriores con la piedra de Comanche. Lo más interesante es que está hecha de una sola pieza, estamos hablando de más o menos un metro y medio. Está pulido con una técnica llamada espejo, con abrasivos, eso es lo que le saca el brillo.
La sala ha sido restaurada y ampliada con la ayuda de Alfredo Alexander Jordán, que fue presidente del Banco Central de Bolivia (BCB) entre 1946 y 1949, quien le prestó plata a mi padre en 1949 para la ampliación. Quienes construyeron fueron los hermanos Luis y Alberto Iturralde, ellos erigieron el edificio Atelier, considerado el primer edificio moderno de la ciudad de La Paz. Esa ampliación tenía doble sentido, crear una buena acústica, ya que el techo no es recto y tiene una curvatura para generar la acústica. Y lo segundo, que entre más gente a Las Flaviadas.
En la parte decorativa hay unos vitrales donde están Johann Sebastian Bach, Ludwig van Beethoven, Wolfgang Amadeus Mozart y Wilhelm Richard Wagner. Los cuatro son alemanes y tienen una importancia en cuanto a la historia musical, son los generadores de lo que es: El barroco con Bach; lo clásico con Mozart; lo romántico con Beethoven (que es el más democrático musical, porque pone la música al pueblo); y el creador de lo moderno con Wagner, utilizando lo que puede llamarse todos los conciertos culturales, el teatro, la voz, la música, baile, todo junto a lo que es el cine. El verdadero creador del espectáculo.
El que hace los vitrales es una persona belga, Enrique Goyer, hijo de una familia holandesa que se refugia en Bolivia después de la Primera Guerra Mundial. En Coroico, ahí tiene su taller. Él pinta vitrales e hizo el cuadro grande que está encima de la chimenea.
En la sala hay un busto de Beethoven hecho por un alemán, no sé cómo llegó a Irupana con su mujer, parece que él era nazi y que estaba refugiado en esa localidad. Su mujer atendía la farmacia, se llamaba Werner Runzel. Y el tío de su mujer era Albert Schweitizer, un médico que construyó hospitales en el África. Él tocaba el órgano, yo tengo en la colección un vinilo suyo: Tocata, Adagio, and Fugue in C Major, es uno de los mayores organistas del mundo. Buen tiempo se escribía con el marido de Yolanda Bedregal, Gert Cónitzer, un alemán judío que estuvo en un campo de concentración. Llegó a Bolivia rescatando su vida, todo tiene una historia, y ambos eran muy amigos. Si las paredes hablaran seguramente relatarían muchísimas historias, muchísimos personajes.”
El ritual
“Cuando se hacían Las Flaviadas venían los amigos de mi papá. Al comienzo mi madre les hacía algo para tomar y para comer, mi padre comenzaba a las nueve y terminaba a las 12. Eran tres horas de escuchar música, hacían un descanso y tomaban té, muy inglés, con masitas que preparaba mi madre. A las 12 de la noche se permitía tener un pequeño diálogo con las personas presentes. De fondo, las estufas que daban calor y que iluminaban en la oscuridad. Se escogían algunos discos de la tremenda discoteca o colección. Algunos salían, otros llegaban, y se daba con la segunda parte hasta las dos o tres de la mañana. Poco a poco fue siendo más grande en términos de público, lo que sí era una generalidad es que la mayoría de los invitados fumaba, yo era chico y me acuerdo que en las mañanas de los domingos agarraba una bolsa y recogía todas las cenizas.
En esos diálogos había cosas chistosas, porque venía Carlos Víctor Aramayo, considerado uno de los barones del estaño. También asistía José Antonio Arze, fundador del Partido de Izquierda Revolucionaria (PIR) y uno de los principales sociólogos y teóricos del marxismo en Bolivia; los dos se reunían y charlaban.
Se creó un mundo donde los artistas estaban presentes. En el hermoso artículo de Everard Leroux, del 7 de septiembre de 1955, ‘En la casa de la música’, este describe: ‘Me encontré ahí con caras conocidas, a medida que mis ojos se acostumbraban a la oscuridad comencé a ver algunos amigos, pintores, escritores, poetas damas. Serenidad, paz, armonía’.
Entre los presentes estaba María Luisa Pacheco, Cecilio Guzmán de Rojas, Gilberto Rojas, compositor del ‘Viva San Cruz’ –además él vivía al lado esta casa, era nuestro vecino–. Sopocachi se había convertido en un centro muy importante culturalmente, también vivían por aquí Guillermo Viscarra, Humberto Viscarra Monje, que fue director del Conservatorio.”
Jaime Sáenz
“Hay un cuento que habla de Flavio Machicado, es el VI cuento en el libro La Piedra Imán. Es una historia muy linda, porque los dos hablan de la muerte, de la soledad. Jaime tenía mucho de especial, yo estaba ahí, lo veía. El cuento es una obra de teatro, al entrar le dijo: ‘Cada vez que vengo a esta casa es como si el tiempo se detuviera, que no pasara, pero el tiempo sigue siendo el mismo’. ‘Es verdad’, me dijo. Y es una verdad muy extraña. ¿Acaso no sé perfectamente que la vejez no solo es muerte, sino que también es vida? ¿Y de dónde saco fuerzas y aliento para vivir y morir? Yo te diré el secreto: ‘Hoy y siempre mi única fuerza y mi único aliento es Bach’, me dijo.
Fue una charla sobre la vida y la muerte, esa fantasía con Bach de por medio.”
Leonard Bernstein
“El compositor, pianista y director de orquesta filarmónica estadounidense de Nueva York estuvo sentado en Las Flaviadas el año 1958, vino a dar un concierto y aprovechó de visitarla.”
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