Por La Época -.
El presidente Luis Arce, al cumplirse la mitad de su mandato, en un contexto de problemas de liquidez del dólar, anunció que una de las medidas a implementar en el corto plazo, para mantener la estabilidad y crecimiento de la economía, será la del uso de la moneda china, el yuan, para el comercio con ese país, y, aunque no lo dijo explícitamente, con la red cada vez más amplia de países que ya operan su comercio exterior de igual forma.
Como era de esperarse, las reacciones de la oposición y de sus “opinadores” en temas económicos fue de ironía y rechazo, aunque algunos, un poco más serios, no desestimaron la propuesta. De hecho, expresaron que la ejecución de la medida demandará un tiempo, algo que con toda seguridad no está fuera del análisis y de las consideraciones del Jefe de Estado.
La invitación del primer mandatario no puede ser más oportuna y es probable que tenga que poner a trabajar a su equipo económico a un ritmo más acelerado de lo pensado. La hegemonía del dólar está en camino a dejar de ser tal y la tendencia se muestra irreversible, algo que ciertamente provoca preocupación incluso en la que ya, en muchos indicadores, es la primera economía del mundo: China. Es difícil de ocultar la crisis del sistema financiero estadounidense y si bien la amenaza del default será sorteada, a partir de un acuerdo entre republicanos y demócratas, el fantasma de una crisis mayor en todos los campos seguirá rondando en la economía de aquel país. Más de una veintena de bancos tiemblan por no caerse.
Entonces, en ese contexto de la economía –agravada por el capricho de Washington de imponer una salida militar en el Europa del Este a costa de Rusia–, existen pocas dudas de que la situación vaya a empeorar globalmente hacía el año 2025. Se espera que ese año la economía de los Estados Unidos haya sucumbido o esté al borde de la quiebra. Por los pronto, la inflación golpea a la inmensa mayoría del planeta, con efectos negativos para sectores amplios de la sociedad. Y, vaya sorpresa, la inflación boliviana sigue siendo la más baja de la Región.
Por tanto, el anuncio de Arce hay que tomarlo en serio y, lejos de ponerle trabas, la oposición debería aportar para que el uso del yuan en parte de nuestro comercio exterior se empiece a realizar en el plazo más corto posible. Hizo bien un sector del empresariado en sostener que la iniciativa del Gobierno era buena; incluso los que nunca dejaron de pensar en clave estadounidense están obligados a leer la situación global desde otra perspectiva. La hegemonía de la economía estadounidense se está derrumbando y el bloque euroasiático emerge con fuerza indetenible.
Todo es un proceso. No es que el dólar dejará de ser usado de la noche a la mañana, sino que habrá dejado de ser la única moneda para el comercio exterior. Desde hace varios años Rusia y Ucrania, hoy enfrentados por la irracional decisión de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) de ampliar su radio de acción, comercian en yuanes con la China. Y, desde una mirada boliviana, lo que puede empezar desde lo bilateral puede derivar en la posibilidad de tener el yuan como moneda para negocios multilaterales, tanto dentro de la Región como fuera de esta.
Por tanto, hay que mentalizarse de que el dólar ya no es la única moneda para las transacciones comerciales y que el yuan va de subida. Esa es una tendencia que se presume irreversible. Le toca asumir con audacia esa mentalidad al equipo económico del presidente Arce y ponerse a trabajar sin descanso para construir los cimientos de esta nueva arquitectura.
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