Por Kintto Lucas * -.
Quito-. América del Sur vive un momento importante en términos de integración regional, capitalizada más claramente en UNASUR, un bloque que más allá de las diferencias políticas o económicas de los países que lo integran y ciertas debilidades, ha logrado levantarse como espacio de acuerdos y entendimientos desde la diversidad y ha generado un proceso integrador diferente.
1. Crisis e Integración estratégica
El mundo vive una crisis global que se manifiesta a nivel político y económico, pero se evidencia también en el ámbito multilateral regional y global.
Hay una crisis económica visibilizada en Europa, sobre todo, y Estados Unidos. Hay una crisis de la gobernanza mundial evidenciada en el papel cada vez menos trascendente y con pérdida de credibilidad de la ONU (Organización de Naciones Unidas) y en la sobredimensión de un Consejo de Seguridad que sigue representando un momento histórico ya pasado y superado. Hay una crisis del multilateralismo tradicional, manifestado en la ONU, pero también en el sistema interamericano con una OEA (Organización de Estados Americanos) cuestionada. La OEA, que surgió como la opción de un determinado momento histórico en que los países vivían sometidos al “liderazgo” de Estados Unidos, que en realidad era una imposición desde ese país, ya casi no tiene credibilidad, y si sobrevive es por algunos intereses..
Hay una crisis de las multilaterales de crédito cada vez menos creíbles en el Norte y en el Sur, más allá de algunos sectores interesados. Hay una crisis del comercio mundial evidenciado en los traspiés de la OMC (Organización Mundial de Comercio) que finalmente recurre a un suramericano para intentar salir de su pozo; en la especulación con los alimentos, y en la promoción de un consumo parásito para que el sistema financiero sobreviva o se fortalezca otorgando créditos no productivos. Y dentro de esa crisis mundial podemos también colocar el fortalecido crimen organizado global y en red, cada vez más vinculado a instancias de poder político y económico en todo el mundo. Pero la crisis no toca al Imperio.
Al decir de Toni Negri, hoy el imperio asume formas y connotaciones distintas al imperio tradicional. Se trata de una especie de coalición mundial integrada por países, grandes corporaciones, sistema financiero global, ciertas multilaterales, entidades de arbitraje internacional, y otras tantas instancias entrelazadas entre si y al servicio de un poder global, unipolar, que se resume en lo que para Negri es el Imperio actual.
La crisis no toca al Imperio en esta nueva definición, son los procesos integradores que hacen emerger un mundo diverso contrapuesto al pensamiento único del mundo homogeneizado política, económica, comercial y culturalmente. Son los procesos integradores de nuevo tipo los que se oponen al Imperio.
Son, también, esos procesos integradores los que hacen surgir una nueva propuesta multilateral. Ante la crisis del multilateralismo tradicional surge un nuevo multilateralismo que se fortalece en nuevas expresiones como los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), y en procesos integradores como los que se dan en América Latina, Eurasia, Asía y África. Procesos estratégicos hacia un mundo de bloques, multipolar.
2. De la integración a la independencia
En su genial novela El año de la muerte de Ricardo Reis, José Saramago señala “A esta ciudad le basta saber que la rosa de los vientos existe, este no es el lugar donde los rumbos se abren, tampoco es el punto magnífico donde los rumbos convergen, aquí precisamente cambian los rumbos”.
Trasladando las palabras de Saramago al sistema mundo, como diría Immanuel Wallerstein, podríamos decir que cambiarán los rumbos el día que construyamos un sistema mundial multipolar que contribuya a crear un mundo un poco más democrático, más justo y más equitativo.
En ese necesario cambio de rumbos, la integración es un objetivo estratégico para lograr la independencia de América Latina. En ese sentido, es importante fortalecer los distintos niveles de integración y consolidar un bloque suramericano y latinoamericano. La UNASUR (Unión de Naciones Suramericanas) es uno de los mejores ejemplos de proceso integrador estratégico de nuevo tipo.
América del Sur vive un momento importante en términos de integración regional, capitalizada más claramente en UNASUR, un bloque que más allá de las diferencias políticas o económicas de los países que lo integran y ciertas debilidades, ha logrado levantarse como espacio de acuerdos y entendimientos desde la diversidad y ha generado un proceso integrador diferente.
UNASUR es la propuesta más importante de integración desde América del Sur. Las que surgieron antes, además de ser subregionales fueron condicionadas por el libre comercio, porque apostaban a eso, no a la integración.
El MERCOSUR (Mercado Común del Sur), por ejemplo, fue una propuesta surgida desde el libre comercio, desde el neoliberalismo. Si bien luego fue procesando cambios positivos con la irrupción de gobiernos progresistas y actualmente es una confluencia fundamental, todavía le falta mucho para consolidarse como MERCOSUR Suramericano, que sea eje de un modelo de integración productiva de Américas del Sur dentro de UNASUR.
La CAN (Comunidad Andina de Naciones), en cambio, surgió como una propuesta integradora distinta, pero finalmente terminó absorbida por la hegemonía neoliberal en los años 90.
Por su parte la CELAC (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños), surgió con la necesidad de consolidar un espacio amplio que promueva un proceso integrador desde la pluralidad latinoamericana, desde procesos más diversos y complejos, pero sin la tutela de Estados Unidos.
CELAC Y UNASUR surgieron desde los propios países latinoamericanos y suramericanos y son, con todas sus dificultades, procesos de integración. La OEA fue un proceso de imposición, no de integración.
El ALBA (Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América) surgió como una propuesta frente al ALCA (Área de Libre Comercio de las Américas), otro intento de imposición estadounidense, y ha implementado procesos de complementariedad y solidaridad creando propuestas de integración productiva interesantes. Sin embargo le falta fortalecerse institucionalmente y desarrollarse para lograr su consolidación.
Es necesario establecer un puente entre el MERCOSUR y el ALBA, buscando instancias de cooperación y complementación.
Venezuela es el país con más condiciones para a crear un puente entre MERCOSUR y ALBA, por su proyección política y económica, incluso sin el liderazgo de Hugo Chávez, y porque participa en los dos bloques.
Países como Uruguay o Ecuador podrían jugar un papel fundamental en el fortalecimiento de una alianza MERCOSUR-ALBA. Uruguay debe fortalecer el MERCOSUR y fortalecerse en el MERCOSUR, y paralelamente consolidar su presencia en la ALBA y actuar como puente ALBA-MERCOSUR. Ecuador debe fortalecer la ALBA y fortalecerse en la ALBA, y paralelamente consolidar su presencia en el MERCOSUR y actuar como puente MERCOSUR-ALBA.
UNASUR surgió de una forma diferente a los otros procesos y se posicionó como una propuesta de integración desde lo político, llevando adelante acciones trascendentes para solucionar conflictos, consolidar una mirada de defensa de la democracia en común, fortalecer políticas de defensa y sociales integradoras, e inclusive posicionándose como un bloque a tener en cuenta a nivel mundial en el desarrollo de un mundo multipolar.
Es un bloque que, más allá de las diferencias políticas o de políticas económicas entre los países que lo integran, ha logrado levantarse como espacio de acuerdos y entendimientos desde la diversidad y ha generado un proceso integrador diferente. Ha demostrado que, dentro de las diferencias, se puede llegar a ciertos acuerdos que parten de un punto central: para competir y para ser escuchados, para ser respetados en un mundo de bloques, tenemos que construir y participar de un colectivo compacto desde lo geográfico desde toda América del Sur.
Por ejemplo, el acuerdo del Consejo de Defensa en UNASUR, de transparentar gastos militares, de parar la instalación de bases militares estadounidenses, son temas que se han resuelto, con discrepancias pero finalmente llegando a ciertos consensos. También a nivel económico, hubo algunos acuerdos, desde los presidentes, quienes creían que UNASUR debía jugar un papel importante para enfrentar la crisis económica internacional en conjunto. Lamentablemente los ministros de Economía han desentonado.
Ahora es necesario consolidar UNASUR como bloque de poder e interlocución mundial. Y dentro de ese proceso es fundamental consolidar la institucionalidad en sus diferentes instancias, y particularmente la Secretaría General.
Tal vez haya que transformar el Consejo de Delegados en un organismo de representación permanente mucho más vinculado a la Secretaría General y establecido en la sede de Quito, para que se complemente mejor con ésta. Además es fundamental fortalecer y consolidar los Consejos con planes de gestión y mirada estratégica.
Hay que afirmar la gestión de UNASUR desde la Secretaría, para reforzar las acciones del bloque a nivel regional y mundial. Para eso se deben elaborar objetivos de corto, mediano y largo plazo, con una agenda que permita llegar a esos objetivos produciendo un salto cualitativo en la gestión y un mayor posicionamiento de la Unión, generando además alianzas económicas, comerciales, políticas, sociales y culturales.
Néstor Kirchner, cuando fue secretario general, puso las bases políticas de la Secretaría. Ecuador, cuando fue Presidencia Pro Tempore puso las bases materiales y constitutivas, y le dio institucionalidad. Ema Mejía y Alí Rodríguez consolidaron la institucionalidad. Rodríguez, además, aportó una base teórico-práctica a UNASUR con su propuesta sobre los recursos naturales como eje integrador.
En 2010 cuando Ecuador asumió la PPT (Presidencia Pro Témpore) de la UNASUR, se trazaron varios objetivos y una agenda para desarrollar y proyectar la Unión hasta ese momento todavía incipiente.
Era muy importante lograr la ratificación del convenio por los países necesarios, porque hasta ese momento habían ratificado solo tres naciones y, si se demoraba, podía ponerse en cuestión la validez jurídica de la Unión.
También era necesario proyectar la Secretaría General organizando el funcionamiento de la sede en Quito y nombrando al Secretario General. Un tercer punto fundamental era armar una agenda de actividades para proyectar y desarrollar los Consejos y la Unión en general.
Estos tres puntos llevaban a consolidar la institucionalidad e iniciar un posicionamiento regional y mundial de UNASUR. Muchos viajes, reuniones y más reuniones, llevamos adelante el canciller de Ecuador Ricardo Patiño y yo como Vicecanciller, para lograr el compromiso que habíamos asumido con el presidente Correa, quien mantuvo un apoyo permanente.
Finalmente con el aporte de las instancias necesarias en la Cancillería ecuatoriana, luego que una reestructura le diera más dinamismo para moverse a nuestro ritmo, y de los ministerios involucrados en los consejos sectoriales, logramos los objetivos planteados para el año de gestión. Mientas, también se llevaban adelante decenas de otros temas estratégicos y coyunturales desde la Cancillería.
Algún día se escribirá sobre ese trabajo y en especial sobre las tareas relacionadas con la integración. Pero recordar en forma resumida la gestión por UNASUR, es recordar que las acciones concretas en la práctica fueron producto de una política integradora mandatada por la Constitución aprobada en 2008, pero teorizada antes en el programa de gobierno, y consolidada después en nuestros análisis durante la gestión. Teoría y práctica se complementaban y retroalimentaban.
Finalmente UNASUR tuvo la proyección y el avance que se buscaba en ese periodo, que coincidió también con el nombramiento de Néstor Kirchner como Secretario General.
A fines de agosto de 2013 Perú entregó la PPT de la Unión de Naciones Suramericanas a Surinam. Cada traspaso de la PPT es un hecho sumamente importante porque va integrando a todos los países de forma directa en la construcción de la Unión en la práctica. Surinam se ha involucrado previamente en las instancias de UNASUR para hacer una buena gestión, y participar activamente en esa construcción.
En esos días, debía haberse elegido el nuevo Secretario General, que durante dos años, tendría la tarea de consolidar la Secretaría política e institucionalmente, aportar el afianzamiento del bloque y proyectar su presencia regional y mundial.
Sin embargo la falta de consenso no hizo posible la elección. Candidatos de Perú y Bolivia primero y luego de Uruguay no han logrado los apoyos necesarios para llegar al necesario consenso. En esta instancia como en otras durante el último año, se han producido errores reiterados de las cancillerías de algunos países cuyos presidentes han jugado un rol importante en el proceso integrador. Faltó capacidad para entender el momento político de América del Sur y prever la posible falta de consenso para no llegar a un callejón sin salida.
De cara al futuro es fundamental trabajar en la construcción de esos acuerdos, pero para eso es necesario que ciertas cancillerías mejoren su capacidad de análisis sobre la coyuntura integradora y su gestión para viabilizar la elección de una persona comprometida con la integración y conocedora del proceso de la Secretaría General para que pueda lograr su definitiva institucionalización.
3. El difícil camino hacia un Mercosur Suramericano
El mayor enemigo de la integración es el modelo de desarrollo. En este momento los procesos de integración están en medio de dos modelos de desarrollo que se encuentran en disputa. Un modelo de desarrollo que es más soberano, vinculado a la producción nacional, con la idea de cambiar la matriz productiva y dejar de ser solo países primarios exportadores, con una visión desde el sur, desde nuestros países. El otro modelo, por ahora hegemónico, apuesta al libre comercio mal entendido, donde quienes dirigen el mercado terminan siendo las grandes corporaciones, la política comercial se basa en los tratados de libre comercio con las grandes potencias, tratados neocoloniales que van contra la integración, y la política económica favorece la especulación financiera, las importaciones y el consumismo. Ese modelo de desarrollo a veces disfrazado de progresista es el mayor enemigo de la integración. Si no es derrotado a nivel regional y dentro de cada uno de nuestros países no habrá integración y seremos cada día más dependientes. Ahí seguramente recordemos aquella frase del final de Ensayo sobre la ceguera de Saramago cuando dice “Creo que no nos quedamos ciegos, creo que estamos ciegos, Ciegos que ven, Ciegos que, viendo, no ven”.
En los últimos años, América del Sur ha dado pasos decisivos en su camino hacia la integración regional. Conscientes de los desafíos que ha generado la globalización y que se han evidenciado en las crisis económicas y políticas internacionales, así como en la proliferación de actividades ilícitas transnacionales que traspasan las capacidades individuales de los Estados, algunos países han comenzado a entender que las ventajas de una mayor cooperación e intercambio comercial no son el objetivo final, sino que es necesario coordinar respuestas en políticas económicas y fiscales, pero también sociales, en manejo de recursos naturales, temas ambientales, de defensa y en otros ámbitos, para enfrentar las amenazas. Pero sobre todo, que en el mundo que se va configurando es imposible caminar solos, y es fundamental caminar en colectivo.
Para reforzar la integración es necesario incrementar los niveles de interdependencia económica y comercial en la región. Es un camino complejo pero no imposible. Falta todavía profundizar en una mirada colectiva y dejar de mirarse cada uno al ombligo. Es necesario que las economías más grandes sean más solidarias con las economías pequeñas, pero también es fundamental que éstas busquen un desarrollo propio, dejen de ser parasitarias y no se escondan detrás de la farsa de revender productos traídos de otros países sin incorporar agregado nacional o solo colocando una etiqueta de industria nacional.
De a poco América del Sur se va alejando de la teoría de integración regional que promueve el divorcio entre Economía y Política, y que terminó por arrastrar a muchos países a la falacia del “mercado auto regulador” como promotor del desarrollo. Sin embargo, es preocupante observar que después de las nefastas experiencias con la aplicación de la terapias de shock de mercado –en palabras de Naomi Klein-, este tipo de medidas políticas se siguen vendiendo desde algunos países de la OCDE, organizaciones financieras multilaterales, sectores políticos de derecha y ciertos empresarios, como la panacea para la proyección económica de nuestros países.
Desde el Norte se promueven los tratados de libre comercio y la liberalización y desregulación financiera, así como la privatización y la flexibilización del mercado de trabajo como los mecanismos fundamentales para la integración a la economía internacional. En América del Sur hay quienes escuchan esos cantos de sirena y defienden la necesidad urgente de crear un área de libre comercio estilo ALCA. Pretenden así reponer los fracasos del modelo neoliberal.
La integración regional de Suramérica debe recuperar el rol del Estado sobre el mercado, y de la sociedad sobre el Estado y el mercado. Los Estados Suramericanos integrados deben controlar el mercado suramericano integrado. Y la sociedad suramericana debe jugar un papel fundamental con su participación para controlar los Estados y los mercados integrados. Esa integración debe generar vías para un modelo de desarrollo que permita la proyección de cada país y la proyección conjunta. La eficacia y el aprovechamiento de las sinergias regionales dependen de la capacidad de entender que es un proyecto colectivo, no individual, y del tejido institucional que se consolide en el proceso de integración.
Fortalecer y profundizar la integración en América del Sur, pasa por fortalecer y profundizar UNASUR, y en ese camino es fundamental fortalecer y profundizar el Mercosur caminando hacia un Mercosur Suramericano. Pero eso depende de la capacidad que muestren nuestros Estados para reconfigurar sus estructuras productivas. Esto será posible si los gobiernos van de a poco trascendiendo el ámbito de la mera racionalidad económica y se comprometen en la construcción de una Política Económica Común e Inclusiva, que aproveche las ventajas de la región en recursos alimenticios, hídricos, materias primas industriales y energéticas, generando una integración productiva y la complementariedad entre los países.
En el nuevo orden mundial, la importancia de América del Sur en la economía internacional es innegable. Es uno de los polos económicos más dinámicos. Actualmente, el PIB de los países de la Suramérica representa el 73 por ciento del de América Latina y el Caribe, que a su vez representa el ocho por ciento del comercio mundial. A pesar del peso económico, la matriz productiva y exportadora de nuestros países continúa centrada en el sector primario y en las manufacturas intensivas en materias primas y recursos naturales. Este fenómeno responde a los altos precios de los commodities en el mercado internacional, pero también a la concentración de la inversión, tanto nacional como extranjera, en la explotación de materias primas. Como consecuencia, los países suramericanos enfrentan la amenaza de la desindustrialización y reprimarización de sus economías. Estos procesos conllevan el aparecimiento de enclaves productivos cuya generación de riqueza no se transmite al total de la economía, dadas las escasas concatenaciones productivas que generan y la fuga de capitales en forma de repatriación de ganancias y beneficios y de incremento desmedido de las importaciones. Esos enclaves, muchas veces son parte de la parasitaria inversión extranjera que no paga impuestos y aporta muy poco a nuestros países.
La forma independiente que los países suramericanos han concebido su desarrollo económico, ha dado origen al establecimiento de estructuras productivas orientadas a satisfacer solamente necesidades extra regionales, llevando a que la dinámica económica de los países de la región contribuya en poco o nada a la dinámica económica colectiva de la región. Debido a este modo individualista de concebir el crecimiento económico y de aplicar políticas comerciales fundamentadas en aperturismos indiscriminados, la mayor parte de las economías suramericanas han experimentado procesos de desmantelamiento productivo o pérdida de dinamismo económico en los sectores industriales. Paralelamente grandes segmentos de nuestras poblaciones ven disminuir el desempleo, pero crecer el empleo precario. Y observan que, si bien se nota una clara disminución de la pobreza, la desigualdad se mantiene y a veces es más evidente.
Es necesario que la integración económica suramericana gire en torno a la articulación de las economías nacionales, que las estructuras productivas busquen satisfacer las necesidades de los habitantes de la región, de modo que podamos desarrollar nuestros sectores manufactureros y de servicios. En ese sentido se debe asegurar las condiciones jurídicas y técnicas para promover inversiones productivas regionales. Y finalmente hay que configurar ordenamientos productivos que contribuyan a que todas y cada una de las economías de la región alcancen niveles altos de competitividad para poder, en otra fase, competir en los mercados de servicios y manufacturas de mediano y alto valor agregado internacionales.
En el difícil camino hacia un Mercosur Suramericano, Mercosur debe transformarse en la cabeza de puente para formar un bloque comercial suramericano, que se rija por los principios de solidaridad, complementariedad y consideración de las asimetrías en los niveles de desarrollo económico y social de los diferentes miembros, que priorice el papel del Estado, que tenga como finalidad el bienestar de la población en lugar de las ganancias del gran capital, y que sirva como ejemplo de un modelo de regionalismo diferente, frente a los esquemas tradicionales que se basan en el fundamentalismo de mercado.
4. De la cultura del silencio a la cultura de la integración
Sin embargo, para proyectar la integración en América Latina y América del Sur, se debe crear una base simbólica que le dé sustento y aporte a una cultura de la integradora más allá de la muletilla de la Patria Grande.
La cultura del silencio impuesta por las dictaduras y reivindicada por buena parte de los grandes medios de comunicación, creó cimientos simbólicos para la integración de la represión, cuyo mejor ejemplo fue el Plan Cóndor. Cimientos para la desintegración de América Latina y América del Sur.
Si bien de a poco se fue dejando atrás esa realidad, parte de los grandes medios sigue jugando el mismo papel, e intenta recomponer ese sostén para la desintegración, atacando los procesos integradores y reivindicando procesos que fortalecen la dictadura del mercado.
Por lo tanto, en la construcción de una base simbólica y cultural de la integración juega un papel fundamental la comunicación. En ese proceso, un principio a rescatar es el de la democratización de la comunicación que pasa también por la democratización de los medios y debe vincularse a una política común integrada e integradora desde los distintos ámbitos, con el objetivo de fortalecer el camino integrador y aportar en la consolidación de esa base simbólica hacia una cultura de la integración.
La política de comunicación integrada e integradora debe desarrollarse desde los gobiernos, los medios alternativos, los medios públicos y las instancias de integración. Debe partir del significado de la Integración como proyecto estratégico y abrir el debate en América del Sur sobre el significado de la integración y los beneficios de consolidar procesos como el de UNASUR o de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac).
En una política integrada e integradora los medios públicos y alternativos deben asumir una comunicación liberadora. Si, como hasta ahora, siguen copiando la lógica de la comunicación dominante poniendo énfasis solo en la efectividad el mensaje, con una mirada- producto de la comunicación, seguirán aportando poco o nada al proceso integrador. Es necesario dar mayor contexto, marco histórico, mostrar la multiplicidad de actores en los procesos de integración y abrir un debate desde el pensamiento crítico. Cuando solo se intenta imponer el mensaje las grandes masas no lo asumen como propio. Por lo tanto, cuando solo se intenta imponer el mensaje sobre integración termina siendo rechazado o se asume superficialmente y finalmente se olvida.
Para consolidar un futuro integrador hay que consolidar un pasado integrador.
Por eso es necesario que los medios públicos y alternativos cumplan un rol activo en la recuperación de la memoria histórica sobre integración más allá de los repetidos discursos rememorando a Simón Bolívar. Una política de comunicación integrada e integradora debe crear vínculos entre los medios, las universidades, centros de investigación y los procesos de integración, para realizar actividades conjuntas y armar una red que aportará en la consolidación de la base simbólica y cultural de la integración.
Desde el Centro de Comunicación e Integración (CCI) de la Secretaría General de UNASUR en los últimos meses iniciamos una recuperación de toda la memoria histórica de UNASUR, organizando toda la documentación que es la base del proyecto estratégico de integración de América del Sur que se irá consolidando con el fortalecimiento de toda la Unión. Es fundamental que esa documentación esté al alcance de las universidades e instituciones y organismos vinculados con la integración, y también de los propios medios de comunicación. Además de esa recuperación de documentos está la recuperación de datos e indicadores necesarios para consolidar el proceso integrador. Por otro lado, también se inició la necesaria vinculación con las universidades de América del Sur, estableciendo vínculos a nivel académico, organizando actividades conjuntas y trabajando en el posicionamiento de la integración suramericana a nivel universitario y educativo en general con el objetivo de aportar y caminar hacia esa cultura de la integración.
Además, el CCI conecta mediante una tecnología de punta a las distintas instancias de UNASUR permitiendo que se puedan desarrollar reuniones mediante videoconferencias y otras herramientas. Eso agilitará los procesos en los consejos sectoriales, grupos de trabajo y otras instancias y permitirá hacer un seguimiento permanente de políticas comunes, acuerdos, proyectos que van tejiendo la unidad de nuestras naciones y fortaleciendo la integración. Es una herramienta importante para una política integrada e integradora.
Los Institutos de UNASUR también son importantes para una política integrada e integradora, y para consolidar una base simbólica y cultural, porque brindan a la integración elementos necesarios para elaborar políticas públicas comunes en las áreas que trabajan. El Instituto Suramericano de Gobierno en Salud (ISAGS) aporta a UNASUR la generación de conocimiento para ir consolidando una mejor calidad de las políticas de salud en nuestros países, de las políticas comunes. Por lo tanto, realiza un aporte fundamental para mejorar la salud de la población de América del Sur.
El Centro de Estudios Estratégicos de Defensa (CEED) aporta con análisis, estudios y bases teóricas necesarias para consolidar una política estratégica de defensa desde América del Sur, desde una mirada común de nuestros países. Es una instancia necesaria para América del Sur, pero antes por diferentes intereses era imposible implementar, entonces asumíamos una estrategia común de defensa con los ojos de potencias externas.
Sin embargo todavía falta establecer una política integrada e integradora entre los institutos, el CCI, los Consejos y todas las instancias de UNASUR, y consolidarla en el mediano plazo.
Como se ve hay mucho por hacer todavía para establecer las bases simbólicas necesarias que consoliden una cultura de la integración y el propio proceso integrador, y en ese camino la comunicación juega y jugará un papel fundamental.
A propósito de la crisis de la Unión Europea, el escritor Humberto Eco decía que a Europa la unificó la cultura, la interacción de su diversidad cultural. La representación simbólica de la Europa unida la logró el movimiento cultural europeo, ni el comercio ni la economía ni la política.
Más allá de las frases hechas, de las consignas sobre la Patria Grande y la reiterada mención a Bolívar, es necesaria una construcción cultural contra hegemónica para lograr consolidación simbólica de la integración.
Con el colonialismo y la dependencia se ha impuesto una representación colonial del Sur, que se evidencia también en la representación colonial de América Latina y América del Sur. Representación según la cual hay un destino manifiesto que no permite lograr la integración. La lucha contra esa representación simbólica colonial, es parte de la lucha por la integración y por la independencia. Es necesario trabajar desde los procesos integradores, los gobiernos, el movimiento cultural, los medios de comunicación y el movimiento social y político en la construcción de una representación liberadora que substituya definitivamente la representación colonial que se fortalece en el actual neocolonialismo. En ese proceso debemos ir más allá de la recuperación histórica y lograr una apropiación histórica.
En ese proceso de consolidación cultural y simbólica un gran reto de UNASUR y en todos los niveles de integración es involucrar a las organizaciones sociales y a los movimientos sociales en una confluencia desde abajo, desde los pueblos. Obviamente no todas las organizaciones sociales representan al pueblo en general, pero sí son instancias importantes que dan base social a los procesos integradores. Si no se produce una integración desde los pueblos, si no hay una integración cultural y de procesos culturales conjuntos de los países, es muy difícil consolidar un proceso integrador de largo plazo.
* Periodista, escritor y político ecuatoriano-uruguayo
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