Por La Época -.
El presidente Luis Arce puso el dedo sobre la llaga en el 78 periodo de sesiones de la Asamblea General de las Naciones Unidas. Con su cualidad de estadista y de cientista que va más allá de lo aparente, pero también siguiendo una línea de posición política de izquierda, el jefe de Estado hizo una intervención en la que identificó la causa mayor de los múltiples problemas que enfrenta la Humanidad y la naturaleza: el sistema capitalista, incapaz ya de tener condiciones favorables para su reproducción.
Arce no tiene cualidades de gran orador, lo que, por el contrario, hace que le imprima fuerza argumentativa a cada una de sus ideas. Como la de dar sustento a la afirmación de que frente al año pasado la crisis multidimensional del capitalismo se ha acentuado. Y de inmediato puso como ejemplo a la crisis climática y a una de sus expresiones, la crisis hídrica: “se han superado seis de los nueve límites planetarios dentro de los cuales la Humanidad y la Madre Tierra en su conjunto puedan continuar desarrollándose y prosperar”.
Haciendo referencia a lo que sucede hoy en Europa del Este, el alto dignatario sostuvo: “vemos con absoluta preocupación que el gasto militar en el mundo ha llegado a cifras históricas, hasta abril de 2023 el mundo invirtió más de 2,24 billones de dólares en armas y en la industria de la guerra. Si esos recursos se invirtieran en la paz, en la mediación, el diálogo, el desarrollo de los pueblos y en la vida, en lugar de la destrucción y la muerte, no nos encontraríamos al borde de una crisis que agrava las desigualdades en el mundo y que contrariamente a los objetivos que nos planteamos en este mismo escenario, profundiza la pobreza en el planeta”. Bastante claro.
No fue necesario que lo diga, pero en esa parte de su intervención insinuó algo que es un secreto a voces: Estados Unidos halla en la guerra una de las formas de encarar su crisis particular y la del sistema capitalista en general. El complejo militar-industrial, por lo general, ha fortalecido a las empresas que fabrican armas para la muerte y ha consolidado su lugar en el bloque de poder estadounidense. Es decir, los únicos beneficiarios de un conflicto militar son los que juegan con la vida de la gente.
De ahí que Arce haya reiterado el deseo y la apuesta latinoamericana de convertir al mundo en un territorio de paz. Ya lo hizo en 2022 al citar como ejemplo a la declaración de La Habana de 2014. Pero no solo eso, sino que ha interpelado a la Organización de las Naciones Unidas (ONU) a que juegue su papel para el que fue creado tras la culminación de la Segunda Guerra Mundial: poner sobre la mesa las armas de la diplomacia y el diálogo político para restablecer la paz en el planeta. “Una paz genuina solo podrá ser alcanzada a través de la implementación efectiva de los mecanismos previstos en la Carta de las Naciones Unidas y la eliminación completa de todo tipo de armas”, aseveró.
Posteriormente habló desde el corazón de Sudamérica: “Bolivia estará siempre comprometida a defender y fortalecer el multilateralismo y a continuar contribuyendo al desarme cumpliendo con el Derecho Internacional, el Derecho Internacional Humanitario (DIH), desde una visión centrada en la paz con justicia social, el bienestar de las personas y la convivencia pacífica”.
Sobre ambos temas, crisis ecológica y la amenaza de la guerra y la carrera armamentista a la paz, ¿podía decir algo más contundente?
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