Termina el mes de exposiciones y homenajes al patriota cubano José Martí. Él, con Abraham Lincoln, con Mahatma Gandhi, con Nelson Mandela, forma el abanico de héroes que, además de luchar por sus naciones, revelan el mejor rostro de la Humanidad.
El factor que los distingue es su calidad de personas pues convirtieron o aprovecharon las batallas de las guerras por la libertad en espacios para afianzar los valores que hacen que valga la pena la vida, que podamos auto considerarnos personas.
La búsqueda de la Libertad es un punto en el horizonte que siempre se mueve, pero que es un faro para el avance de la Historia de las civilizaciones. Por la Libertad se pueden cometer muchos crímenes, como los jacobinos durante la Revolución Francesa, o los neo jacobinos bolivianos; o ejercer el mínimo daño colateral, como trató Martí en su militancia por la independencia cubana.
El combate contra el colonialismo de Mahatma Gandhi derrumbó al arrogante imperio británico con la serenidad y la coherencia personal de ese líder. Una figura tan lejana de otro antiimperialista, el venezolano Hugo Chávez que convierte sus palabras en groserías, en insultos contra el opositor, en estridencias. Chávez no es un héroe de la Humanidad.
Mandela, como Martí, derrotó a sus enemigos por su propia fuerza moral y por su inteligencia para utilizar los argumentos por encima de las patadas, de los rodillazos. Ambos podrían haber reaccionado con las entrañas ante las masacres a civiles, pero convirtieron el dolor en fortaleza espiritual. No fue la venganza su guía, sino la seguridad de la razón histórica que los protegía.
José Martí fue un amante del amor, de la belleza de las mujeres, de las pasiones carnales, como otro héroe nacional, el poeta ruso Alejandro Pushkin (cuyo aniversario coincide con Martí). Marti canta al amor con poemas como “La Niña de Guatemala” o con el erotismo de su poesía en prosa. No encontraremos en sus escritos o en su biografía, trovas alabando los calzones de sus colaboradoras, menos aún una alusión al “polvillo” que urge a una de ellas. No es grotesco ni grosero.
En medio del fragor guerrero, Martí se ocupó de escribir cuentos y una enciclopedia para los niños cubanos, latinoamericanos, del mundo entero. Creó la figura de Ismaelillo como emblema de su mayor preocupación. La Revolución Cubana, en sus diferentes etapas, no perdió de vista esa consigna. Ningún niño cubano carece de alimento, de acceso a la salud y a la vivienda, de educación y de la práctica deportiva. Los “pioneritos” son reflejo cotidiano del mensaje martiano.
El héroe cubano, igual que Lincoln, Gandhi y Mandela, no sólo es admirado por sus patriotas, sino por sus propios enemigos. La lucha del yanqui contra la esclavitud fue una batalla esperada por las mayorías del mundo. Inglaterra se rindió ante la figura de Gandhi, cuyo anticolonialismo no estaba disfrazado de un modo de vivir “bien” imitando a los colonizadores. Mandela es aún más universal, único; como dicen los documentales- una historia de hadas- porque triunfó con el amor y no con el odio.
Curiosamente, estos padres de la Humanidad no están incluidos en los textos escolares ni universitarios. Ojalá que la exposición sobre Marti recorra el país.
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