Al referirnos al término de “liberalismo económico, nos nos remitimos principalmente a dos fundamentos a partir de los cuales se aborda el tema de la economía -particularmente en su versión neoclásica-, el primero: el individuo racional y el segundo: el mercado como principal regulador del sistema. Situándonos en el presente cambio de época de reconfiguración mundial de la relación del capital en sus fundamentos y tendencias, en la que los análisis sobre esta cuestión se presentan a primera vista inmersos y concentrados dentro de una terminología económica clásica que hallan su base en estos dos fundamentos -sobre todo en los estudios referentes al tema de globalización-, no resulta un mal momento para recordar y retornar a algunas de las ideas y conceptos de la llamada Economía Moral estructurada a partir del pensamiento de Edward Palmer Thompson como uno de los representantes más relevantes de la historiografía inglesa marxista y su vinculación estrecha a la visión teórica de Karl Polanyi como importante crítico de la economía ortodoxa desde el ámbito de la antropología económica.
Así pues, en medio su exilio político en Canadá durante los años cuarenta y con una visión muy distinta sobre la idea de mercado y de la sociedad moderna, llegamos primeramente a Karl Polanyi y su ensayo más conocido de La Gran Transformación, cuya tesis central expresa un aspecto fundamental, el hecho de que la economía de libre mercado tal como se la conoce en las teorías actuales, no es el resultado natural e inevitable de las formas de organización económica, sino que por el contrario, es el resultado de una imposición ejercida sobre las sociedades preexistentes, noción plenamente opuesta a la idea naturalizante del “hombre económico” o individuo racional de Adam Smith y su propensión natural a “permutar, trocar e intercambiar”, en tanto, ésta supuesta “propensión” en realidad nunca antes había tenido el papel dominante que se le asignaba y no llegó a regular la economía sino hasta la época del capitalismo de los siglos XVIII y XIX.
Precisamente, sostiene Polanyi, la revolución industrial como eje de expansión del sistema del Capital representó la mayor transformación histórica, no sólo de revolución del sistema de “necesidades” de la sociedad en su conjunto, sino de destrucción y desarticulación progresiva de formas económicas previas basadas en redes familiares de autoprotección, redistributivas, etc., es decir, en aquellos lazos personales y obligaciones regidas por el uso y la costumbre usualmente desplegadas entre la clase gobernante y la subalterna, donde el mercado tan sólo constituía “un rasgo accesorio de una estructura institucional controlada y regulada más que nunca por la autoridad social” (Karl Polanyi. La Gran Transformación) de esta forma, la idea de mercado tan sólidamente afirmada en la sociedad moderna, tuvo en realidad una implantación tan prolongada en tiempo y espacio que pareció un proceso natural, hasta aparecer finalmente como la imagen condensadora de la conducta humana.
En este sentido, la sustitución histórica de las antiguas redes económicas y sociales por un conjunto infinito de opciones individuales “racionales” articuladas en torno al lenguaje usual de los mercados, y cuya imposición se estableció a través de las diversas formas de despojo y guerras coloniales, desembocaron finalmente en lo que Polanyi señala como la contradicción y exclusión mutua de dos principios de formas de organización social: el del modelo del liberalismo económico y el de la protección social ejercida por formas económicas previas.
Como historiador crítico, Edward Palmer Thompson compartió la visión de Polanyi respecto a la revolución industrial como fundamento de la revolución de las “necesidades”, es decir, de la elevación del umbral de las expectativas materiales de la sociedad, y la destrucción de las formaciones económicas regidas anteriormente por la costumbre, donde lo “racional” se transformó entonces en la elección concordante al interés económico individual.
Precisamente en este contexto E. P. Thompson se replantea una nueva visión histórica y vuelve la vista hacia aquellas sociedades cuyo movimiento difiere por completo del movimiento de las mercancías, pues al reexaminar los complejos sistemas de dichas sociedades, revela todo un entramado de significados, de actitudes y valores que dan contenido a esta Economía Moral, vista como aquel cúmulo de experiencias de la sociedad arraigadas en relaciones económicas y sociales distintas a las de la lógica del libre mercado. Pues a partir de este hecho Thompson señala lo siguiente: “podemos leer gran parte de la historia social del siglo XVIII como una sucesión de enfrentamientos entre una economía de mercado y la economía moral de la sociedad arraigada en la costumbre”
Recuperar estos aspectos propuestos tanto por E. P. Thompson como por Polanyi para formular un análisis en torno al denominado proceso de “globalización” como una de las máximas expresiones de la esencia expansionista de la sociedad de mercado, la misma no puede ser simplemente vista como un proceso apacible de flujo de capitales, tecnología e información, sino ante todo como un proceso de violenta ruptura y reestructuración de las distintas esferas de la vida económica y social a nivel mundial, tales como las transformaciones en los esquemas del trabajo y la producción, así como de los nuevos modos de consumo y la relación misma del hombre respecto a la naturaleza -que se vislumbran en cierta forma en los períodos de crisis: ecológica, financiera, alimentaria, etc.
Sin embargo, paralelamente a ésta mundialización del proceso-capital, que en la superficie se presenta como una inexorable expansión del mercado y toma la forma de un nuevo e impersonal poder tecnológico, encontramos la actuación dinámica de las diversas experiencias y acciones de las sociedades no reguladas por el movimiento del mercado que afirman su propia y adaptada resistencia. El escenario se presenta entonces como un constante conflicto activo entre la sociedad de mercado y las prácticas económicas y valores alternativos que confluyen sobre todo en las regiones clasificadas de “Tercer Mundo” -Asia, África, Latinoamérica-, y que se transforman en un campo de disputa permanente.
El significado de la Economía Moral para Thompson implica en éste sentido, la resistencia a las imposiciones de la modernidad capitalista en los distintos tiempos históricos, aunque no como una evocación utópica y de reconstrucción de instituciones ya destruidas, sino más bien como una recuperación activa de la historia que permite pensar en posibilidades antes ocultas y alternativas prácticas a los que nos desafía el presente. Así concluye Thompson:
“No se podrá regresar a la naturaleza previa al capitalismo; sin embargo un recuerdo de sus necesidades, esperanzas y códigos alternativos puede renovar nuestra idea de amplitud de posibilidades (…) Podría incluso prepararnos para un tiempo en el cual se descompongan tanto las necesidades y expectativas capitalistas como las comunistas estatistas (…) Esto es, tal vez, silbar en medio de un ciclón”.
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