Basta con que el Estado se asome a reconfigurar políticamente su identidad o la identidad imaginaria de su población (a partir de otras identidades) para que se levante un muro con tendencias totalitarias y racistas, de discursos de blanquitud y modernidad.
Basta con que el Estado se asome a reconfigurar políticamente su identidad o la identidad imaginaria de su población (a partir de otras identidades) para que se levante un muro con tendencias totalitarias y racistas, de discursos de blanquitud y modernidad.
Una parte de la sociedad boliviana se caracteriza por impulsar una cultura dominante que delinea la estructura jurídica y las instituciones estatales, exigiendo, por medio de ellas, una identidad y un comportamiento (en tanto conjunto de actitudes, de predisposiciones y prácticas) que se desarrollarían en una supuesta racionalidad y un patrón cultural más afín con las culturas occidentales y en consecuencia afines a la producción capitalista y a la reproducción de las condiciones de explotación capitalista.
Esta identidad que se intenta impulsar (en tanto conjunto de actitudes, predisposiciones, hábitos, modos de ser y prácticas, en otros términos ethos) ha sido bautizada, por el sociólogo ecuatoriano Bolívar Echeverría, como exigencia de blanquitud.
La blanquitud no se refiere necesariamente al color de la piel, sino a la existencia de un ethos (una forma de ser, de comportarse) en la práctica del sujeto que asume un lugar en los espacios producidos por la cultura dominante.
En palabras de Echeverría:
“Es esta la razón de que, en principio, en la modernidad capitalista, los individuos de color puedan obtener la identidad moderna sin tener que ‘blanquearse’ completamente; de que les baste con demostrar su blanquitud. Podemos llamar blanquitud a la visibilidad de la identidad ética capitalista”.
En consecuencia, la exigencia de una identidad del Estado, afín con la blanquitud puede ser encontrada y contrastada, justamente cuando, por razones de un cambio político, se intenta constituir una identidad nacional (plurinacional) distinta a la identidad moderna, de blanquitud, a la que hace referencia Bolívar Echeverría.
Siguiendo la intuición del mismo Bolívar Echeverría:
“(B)asta con que el Estado capitalista entre en situaciones de recomposición de su soberanía y se vea obligado a reestructurar y redefinir la identidad nacional que imprime a las poblaciones sobre las que se asienta para que la definición de la blanquitud retorne al fundamentalismo y resucite a la blancura étnica como prueba indispensable de la obediencia al ‘espíritu del capitalismo’, como señal de humanidad y de modernidad”.
Es decir que basta con que el Estado se asome a reconfigurar políticamente su identidad o la identidad imaginaria de su población (a partir de otras identidades) para que se levante un muro con tendencias totalitarias y racistas, de discursos de blanquitud y modernidad, revelando de esta manera la construcción racista del Estado moderno, un racismo que se encuentra en el punto fundante mismo del Estado-nación, pues no debe olvidarse que el nacionalismo, como ideología homogeneizadora, tuvo sus antecedentes y consecuencias en el racismo 1.
Consideramos que este momento de recomposición de la soberanía 2 se desarrolló en la revolución de 1952, y recientemente se despliega nuevamente durante el proceso constituyente 2006-2009, y en consecuencia es posible afirmar que al igual que en la Revolución de 1952 la blanquitud retornó al fundamentalismo y resucitó a la blancura étnica, en las manifestaciones racistas (registradas por instituciones como el Defensor del Pueblo —hoy Defensoría del Pueblo—, los investigadores sociales como Salvador Schavelzón y por el testimonio de los mismos constituyentes), en las tensiones, luchas y relaciones de poder que se pueden encontrar en los archivos del proceso constituyente, sobre todo en las discusiones relacionadas a la redacción y variaciones de los artículos 1, 2 y 3 de la Constitución Política del Estado, en los que se pone en juego la recomposición, reestructuración y redefinición de la identidad del Estado y su población.
Artículo 1. Bolivia se constituye en un Estado Unitario Social de Derecho Plurinacional Comunitario, libre, independiente, soberano, democrático, intercultural, descentralizado y con autonomías. Bolivia se funda en la pluralidad y el pluralismo político, económico, jurídico, cultural y lingüístico, dentro del proceso integrador del país.
Artículo 2. Dada la existencia precolonial de las naciones y pueblos indígena originario campesinos y su dominio ancestral sobre sus territorios, se garantiza su libre determinación en el marco de la unidad del Estado, que consiste en su derecho a la autonomía, al autogobierno, a su cultura, al reconocimiento de sus instituciones y a la consolidación de sus entidades territoriales, conforme a esta Constitución y la ley.
Artículo 3. La nación boliviana está conformada por la totalidad de las bolivianas y los bolivianos, las naciones y pueblos indígena originario campesinos, y las comunidades interculturales y afrobolivianas que en conjunto constituyen el pueblo boliviano.
Frente a la nación política —identidad del Estado nación—, se han levantado nacionalismos de oposición, o naciones étnicas que indagan el carácter dominante y homogeneizador de la nación política dominante, estas demandas son las que han llevado a la reforma de la noción de Estado-nación, habilitándose las ideas de un Estado Plurinacional, en nuestro país denominado Estado Plurinacional Comunitario. El Estado Plurinacional ha sido, entonces, una respuesta a la crisis e imposibilidad práctica del Estado-nación, que pueda atender la reivindicación de otros grupos humanos que buscan identificarse como naciones al interior de un Estado.
Esta tensión es la que abrió la Revolución de 1952, pero que no pudo culminar, y que ahora se abre como posibilidad, pero que a la vez también corre el riesgo de fracasar.
Esto nos convoca, hoy, a repensar los nacionalismos, es decir repensar la manera en la cual se constituye la identidad de la población plural boliviana, la manera en la cual hay retornos racistas de ataque a la diferencia étnica y un rechazo muy fuerte a la determinación política de lo plurinacional.
* Investigadora en Ciencias Sociales.
1 Para una mayor referencia sobre nacionalismo y racismo puede revisarse a Wieviorka, Michel. 2009. El racismo, una introducción. Barcelona – España: Ed. Gedisa.
2 Este momento de presencia de proyectos de oposición al ethos dominante se ha producido en distintos tiempos de la historia boliviana, la mayoría de ellos reflejados en las improntas de los movimientos y luchas indígenas de nuestra historia, tanto en la Bolivia anterior a la revolución nacional de 1952 (por ejemplo Zárate Willka en 1899), tanto posterior a ella (por ejemplo el establecimiento de los movimientos kataristas), y que se las inscribe con mayor fuerza en la historia reciente de Bolivia, en la década de los 90 con la marcha por el territorio y la dignidad, y en las movilizaciones sociales del año 2000 y de manera determinante con la presencia en el gobierno de indígenas con un ethos distinto, desde el año 2006, es decir desde la asunción al mando del Estado por parte del Presidente Evo Morales y de algunos de sus Ministros que se han auto-identificado como indígenas.
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