diciembre 1, 2023

De privarle salud a la gente, a querer violar la soberanía

La radical e inexplicable posición del ala más radical de los profesionales de la salud —a la que con fundamento se la llama “aristocracia médica”—, al rechazar el decreto supremo que les obligaba a trabajar las mismas ocho horas que cualquier trabajador cumple sagradamente en el país y luego al no aceptar la suspensión de esa disposición legal hasta la Cumbre de la Salud, donde deberá discutirse ese y otros temas, no solo ha provocado una huelga que ha dejado a decenas de personas sin una pronta atención —lo que ya es muy grave— y ha ocasionado altos niveles de violencia, sino que incluso a pretendido mellar la soberanía del país reconstituida en los últimos años.

Nos estamos refiriendo a la sugerencia de la Comisión Nacional de Salud de pedir a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la OEA o quizá incluso a la CorteIDH un pronunciamiento sobre la legalidad o no de los dos decretos emitidos por el gobierno.

La gravedad de esta posición radica en que, sin haber agotado los recursos legales disponibles y los escenarios que brinda la institucionalidad que se está construyendo en el marco de la nueva Constitución Política del Estado, descalifica al Estado Plurinacional y de la manera más colonial busca apelar a una instancia supranacional bastante cuestionada por su papel de abierta complicidad con la política de Washington y con la política general de la OEA, también claramente contraria a los intereses latinoamericanos. Pero también refleja ignorancia o mala fe, pues hay requisitos para interponer ese tipo de reclamos o consultas que en este caso no se cumplen.

Lo que salta a la vista, por tanto, es que la huelga médica busca ser utilizada por dirigentes y ex autoridades de salud con bastantes vínculos con los partidos de la “democracia de pactos”, para incorporar otro factor de desprestigio del gobierno en el marco de una estrategia global contra los procesos de cambio que se desarrollan en América Latina. No es una inocentada, sino más bien una propuesta bien meditada por los sectores más radicales de los profesionales de la salud.

Dentro de los profesionales y trabajadores de la salud hay gente con un alto sentido de la dignidad y la soberanía nacionales que, incluso discrepando con las posiciones del gobierno, deberían analizar con profundidad la intencionalidad política de muchos de sus dirigentes. No hay ningún conflicto en el país que no podamos resolverlo, a pesar de las tensiones, entre bolivianos. Lo otro, en el mejor de los casos, es reproducir esa lógica colonial que todavía está presente en la cabeza y el alma de muchos, y el peor de los casos, una posición favorable para las diferentes formas de intervencionismo extranjero.

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