El conflicto originado por las demandas económicas de la Universidad Pública de El Alto (UPEA), que no solo ha generado un clima de conflicto en la ciudad de La Paz y en su propia sede, llegando incluso a cobrar la vida de un joven estudiante de esa casa de estudios, debe llevarnos a plantear algunas interrogantes de extrema necesidad, no solo para comprender el conflicto, sino para vislumbrar vías de solución permanentes.
El conflicto originado por las demandas económicas de la Universidad Pública de El Alto (UPEA), que no solo ha generado un clima de conflicto en la ciudad de La Paz y en su propia sede, llegando incluso a cobrar la vida de un joven estudiante de esa casa de estudios, debe llevarnos a plantear algunas interrogantes de extrema necesidad, no solo para comprender el conflicto, sino para vislumbrar vías de solución permanentes.
La UPEA forma parte del sistema de la Universidad Boliviana (CEUB) dentro del cual se también están todas las universidades estatales y un par de privadas (católica y militar), sistema que no ha logrado uniformar la naturaleza misma de sus universidades miembros y que ha permitido que algunas de ellas, como la UPEA, sean parte y no de ese sistema.
Pero si bien universidades “privadas” como la UCB o la EMI, tienen sus particularidades y pueden ser entendidas por su naturaleza elitaria, en el caso de la UPEA sorprende de sobremanera por ejemplo el sistema de autogobierno y de elección de sus autoridades. Pero no solo eso, de acuerdo a lo que se ha conocido a raíz del conflicto, no se observa ningún procedimiento de admisión de estudiantes, no se cuenta con un registro real y creíble de su masa estudiantil, no se cuentan con procedimientos para la docencia, por lo que no tiene docentes titulares.
Por si eso fuera poco, de acuerdo a sus propios exámenes de auditoria, el manejo de sus nada despreciables recursos económicos es totalmente anárquico, lo cual habría llevado a la situación actual de casi desastre a esta joven universidad.
Más allá si estamos o no de acuerdo o no con la autonomía universitaria o con el cogobierno que rige las casas de estudio financiadas por el estado, considero que es no solo necesario, sino imprescindible y urgente analizar, no solo en la UPEA, sino en el resto de las universidades del sistema, aspectos esenciales como los límites de la autonomía, por ejemplo.
Esta autonomía debe regir sin duda en el campo académico y en la elección de sus autoridades, respetando los conceptos generales y fundamentales del cogobierno. Debe servir para optimizar los aspectos académicos: debiendo, sin embargo, coordinar con el Estado que es el que financia y garantiza su funcionamiento, aspectos como la demanda de profesionales en el país, la priorización en la formación de técnicos y profesionales en determinadas áreas de mayor proyección en el desarrollo del país, dejando de lado una formación tradicional de profesionales, que mantiene casi intactos los modelos coloniales de enseñanza.
Hasta cuándo vamos a seguir llenando nuestras universidades de estudiantes de derecho, comunicación o sociología, cuando no solo el mercado profesional para estas carreras está casi completamente saturado, sino que por la misma proliferación de ofertas en estas áreas y por las “facilidades” de estudio que se otorgan, los niveles de formación y calidad se encuentran en sus niveles más bajos de toda su historia, lo cual va en contra de los propios jóvenes que se forman en esas disciplinas cuando tienen que enfrentar la vida laboral.
Las universidades no pueden estar alejadas de la realidad, pero en nuestro país si sucede aquello. Tenemos un estado que en la última década ha cambiado radicalmente en casi todos los aspectos, pero nuestras universidades se han quedado rezagadas viviendo aun en el siglo pasado, pese a que este mismo estado nuevo les ha otorgado las condiciones de toda índole para que puedan constituirse en la vanguardia de este cambio.
El caso dela UPEA es grave y exige soluciones radicales, no solo de parte del estado sino también del propio sistema universitario. Pero hay que reconocer que no es el único. El resto de las universidades también deben replantearse su rol dentro de la sociedad y su relación con el estado, dejando atrás su aislamiento colonial y pequeño burgués. La universidad que no es revolucionaria no tiene razón de ser.
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