Por-. María Paula Gimenez y Matías Caciabue *-.
A partir de un proceso iniciado en la década de 1970, y con claridad desde la crisis de 2008, una red financiera transnacional se ha convertido en el polo económico dominante mundial, subordinando hasta la capacidad de control de los viejos Estados centrales.
En los pueblos latinoamericanos, la expresión “carajo” se utiliza para manifestar contrariedad, enfado y tensión. Esas tres cosas pasan, por estos días, en los cuerpos de los más de 44 millones de argentinos.
Si resulta cierta la afirmación de que el gobierno de Macri es un “gobierno de los CEO’s”, es fácil reconocer, entonces, que la interna política argentina expresa las internas del sistema financiero mundial.
Para mirar lo que pasa en Argentina, entonces, debemos contextualizar lo que acontece a nivel mundial.
A partir de un proceso iniciado en la década de 1970, y con claridad desde la crisis de 2008, una red financiera transnacional se ha convertido en el polo económico dominante mundial, subordinando hasta la capacidad de control de los viejos Estados centrales.
Dos grandes proyectos estratégicos, dos visiones de mundo, dos tramas de intereses, dos “pelotones” de capital distintos, disputan a nivel planetario el control y dominio de esta red:
- El globalismo es el proyecto estratégico vinculado a capitales angloamericanos (HSBC, City Group), con inversiones a escala planetaria a partir de una canasta indistinta de monedas y cuyo territorio central de despliegue es, desde fines de los noventa, el Asia-Pacífico. Son, por su participación accionaria, los principales interesados en la consolidación de la banca de inversión china, y los promotores principales (no los únicos) del “boom” tecnológico. Apuestan al G-20 como eje ordenador de una “nueva gobernanza global”.
- El Neoconservadurismo es el proyecto estratégico relacionado a capitales más americanos (JP Morgan, BofA, Goldman Sachs), con una territorialidad más desplegada en el Atlántico Norte. Son los históricos interesados en el desarrollo del complejo militar-industrial de los Estados Unidos y al dólar como moneda mundial. Apuestan a “occidente” como garante del orden mundial, y a la OTAN como gendarme planetario.
Podríamos señalar la existencia de otros proyectos con capacidad de juego en el tablero mundial y latinoamericano (“Zona Euro”, “Unión Euroasiática”, “Coronas Vaticanas”, etc.), pero queremos centrar nuestra reflexión en Argentina.
En el gobierno “Cambiemos” se hacía observable la prevalencia del globalismo en la trama de intereses representados. Esto sería así, al menos, hasta el Brexit en Reino Unido y el triunfo de Donald Trump en Estados Unidos.
Los cambios en las relaciones de fuerza mundiales entre ambos proyectos, que esos hechos generaron, traerían contratiempos al gobierno argentino.
La apuesta de campaña de Macri por Hillary Clinton (globalista) “obligaría” al presidente a nombrar a Nicolás Dujovne (neoconservador) como ministro de hacienda, que es un hombre vinculable hasta “familiarmente” con los negocios del actual presidente norteamericano en el cono sur.
Pero la interna financiera se manifestaría definitivamente en suelo argentino en diciembre de 2017, cuando el por entonces titular del Banco Central, Federico Sturzenegger (globalista, hombre del HSBC), sería forzado a realizar un cambio en las metas de inflación.
Tres “corridas” condicionarían, luego, el tablero político del ejecutivo nacional. Diciembre, abril y agosto marcarían la adecuación del gobierno argentino a los lineamientos promovidos por la agenda neoconservadora: la interrupción de los acuerdos económicos con China, el desguace del Plan Nuclear Argentino, la incorporación “extra-oficial” de Argentina a la OTAN, el alineamiento al “Grupo de Lima”, el uso de las fuerzas armadas en tareas de seguridad y, centralmente, el retorno a los préstamos y al monitoreo económico del Fondo Monetario Internacional (FMI).
El proyecto neoconservador, en alianza a algunos “grupos económicos locales”, irá progresivamente ganando posiciones: el BCRA caería en manos del hasta entonces ministro de finanzas, Luis Caputo (hombre del JP Morgan), mientras que las carteras de Agroindustria, Producción y Energía serían ocupadas por los latifundistas (Luis Etchevehere), por el empresariado articulado a la burguesía brasileña (Dante Sica), y por las petroleras nacionales (Javier Iguacel), respectivamente.
Este escenario de creciente disputa inter-capitalista abrió las posibilidades de que (re) emergiera un “tercer proyecto” en la pelea:
- El Proyecto Popular articulado en un núcleo político-gremial, que vincula al movimiento obrero con los pequeños y medianos empresarios, con las organizaciones sociales, con los partidos de la oposición, con la explosión del movimiento feminista, y con las protestas de educadores y universitarios. Su expresión más contundente se vivió en las jornadas de lucha por la reforma laboral y jubilatoria en diciembre de 2017, apareciendo como fuerza social de oposición política, articulando una agenda de defensa de conquistas sociales históricas y de pelea por nuevos derechos.
Pese a la interna, en el “gobierno de CEO’s” hay un enorme acuerdo: La implementación del modelo neoliberal debe caer en manos del empresariado pyme y de los sectores asalariados y desocupados. Este es un consenso entre los dos proyectos estratégicos de la oligarquía financiera, los grupos económicos locales (Techint, Perez Companc) y los sectores agroexportadores (AGD, Arcor, Los Grobo).
El conjunto de las disputas manifiestan una crisis, donde todos los actores se ven obligados a incrementar sus apuestas.
Los hechos de agosto
No es casualidad, pues, todo lo que viene sucediendo en los últimos días. Sólo anunciaremos algunos de los episodios que nos parecen centrales:
- Macri, en un mensaje de apenas 2 minutos, anticipa una corrida financiera y lanza como “acuerdo concretado” un nuevo pedido de salvataje al FMI.
- Dos días de “golpe de mercado” derrumban el peso argentino al menos un 20% con respecto al dólar.
- Mientras que el JP Morgan aconseja a su cartera de clientes vender las acciones de empresas argentinas, el CEO del HSBC respalda públicamente al gobierno. A pesar de su interna, el país asiste a una descomunal fuga de los capitales (unos $us 47 mil millones).
- Una cruenta represión a trabajadores de la empresa estatal Astillero Río Santiago el 21 de agosto en la ciudad de La Plata se convierte, al día siguiente, en una protesta popular amplia que articula solidariamente a los trabajadores del astillero con trabajadores de la construcción, estatales y universitarios.
- El conflicto universitario, iniciado en febrero de 2018, moviliza el 30 de agosto a 350 mil personas a Plaza de Mayo, señalando el deterioro del gobierno ante las clases medias urbanas y profesionales.
- El 4 de septiembre el movimiento obrero paraliza el cordón industrial rosarino, uno de los más importantes del país, con apoyos de diversas organizaciones universitarias y políticas.
“Esta crisis tiene que ser la última” afirmaría Macri en un discurso el día 3 de septiembre, donde concretaría importantes cambios dentro de su gobierno.
El presidente argentino pondría a Nicolás Dujovne como el “super” ministro de economía que el FMI reclamaba, mientras al mismo tiempo recortaría el poder de su jefe de gabinete, Marcos Peña (globalista), con el desplazamiento de sus dos vices.
A la par, decidiría “compactar” su gabinete, reduciendo de 23 a 10 los ministerios nacionales. En ese movimiento quedaron subordinadas las carteras que median a los sectores económicos locales (agroindustria, energía, ciencia y tecnología) y a los sectores populares (salud, trabajo, cultura).
Las maniobras que Mauricio Macri realizó traen una sola afirmación: va a seguir habiendo crisis.
Ante tamaña depredación de los “buitres” globalistas y neoconservadores, los sectores populares están obligados a avanzar.
Las distintas protestas populares expresan, en su diversidad, las posibilidades de conformar una fuerza de oposición al neoliberalismo, que no sólo alcance una victoria electoral en octubre de 2019, sino que también permita el desarrollo de una fuerza organizada en base a un programa con visión latinoamericana, dispuesto a impulsar a los sectores populares de la región a consolidarse como fuerza social con escala global, a favor de las clases subalternas.
En ese sentido, aparece en la agenda argentina un punto relevante: la movilización y el paro general del 24 y 25 de septiembre. ¿Será este el momento donde el pueblo finalmente manifieste toda su contrariedad, su enfado y su tensión “carajeando” las calles?
* Miembros argentinos del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE).
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