
Por Idón Moisés Chivi Vargas-.
Las primarias convirtieron a Carlos Mesa en un nuevo epistemólogo de opereta, que cree haber descubierto la piedra filosofal alrededor del concepto “ciudadanía”, una ciudadanía reinterpretada desde el siglo XXI, por encima de izquierdas y derechas, que según el autor son propios del siglo XIX y que se expandieron durante el siglo XX, pero que en el siglo XXI, han dejado de tener sentido en el estudio de la realidad y acción dentro de la misma.
Lo curioso del artículo de marras publicado en Página Siete titulado “Izquierda, derecha, ciudadanía y siglo XXI” no es el desafío semántico, como se espera del titular, sino la posición torpe de alabanza a las “plataformas ciudadanas”, como comunidad nacional, con esa reinterpretación apresurada no solo se extravía en la historia de las ideas, sino que fabrica una realidad artificial, para convencer a jovenzuelos autodenominados “plataformas ciudadanas
Pero no solo ello, Carlos Diego Mesa, exacerba la idea de ciudadanía individual, despojándola de todo sentido sociológico y estudio práctico de las dinámicas sociales contemporáneas en Bolivia.
Pero claro todo vale para engatusar a los jovenzuelos de las “plataformas ciudadanas” y decirles justo lo que quieren escuchar, para ello el diputado Barral, es mucho más claro y directo en la idea, no da vueltas de pepino, para disfrazarse de intelectual, ni se da a la de nuevo epistemólogo local, como lo hace Mesa, Barral dice de forma simple y directa, que “los jóvenes no tienen interés ni en izquierda ni en derecha, sino en el cambio”, es decir cambiar a Evo y poner otro presidente, eso que Barral pone en clave de consigna, Carlos Mesa lo intelectualiza hasta el aburrimiento.
Pero al mismo tiempo es lo que necesitan Christian Tejada o Guillermo Paz, para evadir los debates serios sobre economía, política y sociedad.
Solo para dato comunicacional, ¿cuál era la presencia de los colectivos ciudadanos antes de las primarias y cuál es ahora? Su presencia se ha reducido al mínimo, siguen debatiendo con que anciano quieren ser triturados, si Carlos Mesa del MNR al FRI, Víctor Hugo Cárdenas del MRTKL a la UCS o Jaime Paz del MIR al PDC. Que Carlos Mesa fracasa con su artículo es indudable entre los científicos de lo social, que logra cierta adhesión es indudable entre los ingenuos, que leen la realidad en Facebook y se tragan cualquier cuento chino o fake news.
Ya me imagino, ciertos jovenzuelos emocionados al ser mencionados por Carlos Mesa, como los sujetos del cambio y la novedad que “no acaba de nacer” y por lo tanto ellos, y solo ellos son el sujeto histórico de la nueva Bolivia, lo que Carlitos no dice es que él alaba a unos como alaba a otros…
Son celebres sus tres discursos al inicio de su gestión en octubre del 2003, una en la plaza San Francisco, la otra en la ciudad de El Alto y la tercera en el Cristo Redentor en Santa Cruz, en cada lugar decía lo que el público quería escuchar, en la San Francisco ofrece estabilidad y Asamblea Constituyente, en El Alto ofrece Justicia y no venganza, y en Santa Cruz, ofrece “autonomía” modelo nación camba. Todo un gimnasta de la palabra.
Y los días comenzaron a correr y las promesas comenzaron a diluirse, aparece el Carlos Mesa real, aquel pusilánime que se entregó en cuerpo y alma a la embajada americana. La lengua lo traiciono y por kilómetros de distancia…
Hoy se nos presenta como un intelectual del porvenir, un apóstol de la democracia, un epistemólogo novedoso y que ha descubierto la piedra filosofal en el concepto de ciudadanía para el siglo XXI.
Carlos Mesa -en apariencia- mandó al tacho de basura al menos dos siglos y medio de filosofía política y digo en apariencia porque su novedad se diluye en una definición pobre de contenido, ausente de historia y con exceso de pretensiones, Mesa nos dice: “los ciudadanos son parte de una comunidad nacional, y, como tales, construyen necesariamente redes de interconexión colectiva. Los ciudadanos somos todos, sin excepción –más allá de un lugar geográfico y de una actividad concreta”.
¿Qué de novedoso nos oferta Mesa? Nada, apenas una frase trillada del mismo siglo XIX, “ciudadanía es nacionalidad como nacionalidad es ciudadanía” tal cual rezan los manuales de Derecho Constitucional en la España de 1812 y la Constitución de Cádiz.
Nos dice también que “los ciudadanos somos todos, sin excepción” pero esto ya es el colmo, por supuesto que todos somos ciudadanos.
Lo que Carlitos olvida es que este concepto ha tenido un largo proceso de acumulación política, que desde el siglo XIX se ha ido transformando de un momento inicial de “ciudadanía censataria” con viso constitucional hasta el concepto de ciudadanía como derecho universal al sufragio de mediados del siglo XX y la actual ciudadanía plurinacional del nuevo constitucionalismo latinoamericano y que tiene su referencia en las constituciones de Ecuador y Bolivia.
Si ese es el panorama latinoamericano, ¿cuál es el estado del debate global sobre la ciudadanía?
La ONU tiene un debate pendiente sobre la “ciudadanía universal”, a pesar de ello se puede sintetizar en que el debate ha sido temporalmente suspendido, por las ideas locas de Trump, que pretende retornar al siglo XIX esclavista, donde negros y latinos no son ciudadanos, sino mano de obra esclava.
En realidad lo que quiero decir es que la ciudadanía como concepto a lo largo de los siglos XIX, XX y XXI ha tenido diversas continuidades y rupturas, que Carlos Diego Mesa pasa por alto olímpicamente.
El siglo XIX nace con un concepto de ciudadanía como derecho al sufragio, pero sostenido por ciertas características del citoyen, ser propietario, saber leer y escribir, tener un ingreso anual y ser macho… bien macho.
El siglo XX el concepto acumula derechos y expulsa el carácter censatario y excluyente del siglo XIX, la segunda guerra mundial y el nacimiento de las Naciones Unidas se embarcaron en la tarea de una nueva forma de ciudadanía, aquella que suma derechos individuales y colectivos.
El siglo XXI verá nacer dimensiones colectivas de identidad, particularmente aquellas referidas a los pueblos indígenas, las diversidades sexuales y las de migrantes.
Todo esto que resumo en tres párrafos Carlos los pasa por alto, para decirnos una de sus tantas tautologías grandilocuentes, los ciudadanos somos todos.
Curiosa síntesis de quien nos propone una ruptura epistemológica y acaba desnudo en su ignorancia, pero al mismo tiempo muestra su desprecio por los pueblos indígenas, las organizaciones sociales y acaba alabando a los colectivos ciudadanos, como panacea de su delirante retorno al poder.
Un estafador y nada más…
Desde su planificación cuidadosa para ser presidente traicionando incluso a su líder histórico como fue Goni, su consulta a la embajada americana dias previos a la renuncia del masacrador de octubre, tenemos un historiador que apenas lee historia.
Dice Jean Chesneaux que “por lo general los historiadores son excelentes arquitectos del pasado, pero pésimos albañiles del porvenir”, nada más ajustado a Carlos Mesa y la presidencia entre 2033 y 2004, paso de ser considerado un presidente de lujo a un presidente hablador, y aún hoy cree que con su sola palabra la realidad puede ser transformada a su favor.
Su artículo, materia de este comentario puede resumirse en que es una exacerbación de la noción liberal de individuo (propia del siglo XIX) para acabar en una versión deforme de la ciudadanía del siglo XXI, solo para dar gusto a las plataformas ciudadanas y su ausencia de ideología.
No era necesario el artículo de marras, bastaba con decir que se acabaron las clases sociales y que solo queda el ciudadano, como único horizonte posible de una nación, pero Mesa necesita lograr adhesión orgánica de las plataformas, para ello tiene que recurrir a lo que mejor sabe hacer, echar flores diferentes en cada jardín…
¿Qué más vendrá por delante?
No lo sabemos, lo que sí sabemos es que Mesa no tiene escrúpulos ni con la historia ni con la ciencia política.
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