Por Julio A. Muriente Pérez- *-.
El pasado seis de noviembre se celebraron elecciones de medio término en Estados Unidos. En las mismas fueron electos más de treinta gobernadores, decenas de senadores, alcaldes y los 435 miembros de la cámara de representantes.
Esta consulta adquirió una relevancia inusitada al convertirse en una suerte de encuesta a favor o en contra del presidente Donald Trump. Asimismo, se intentó movilizar a decenas de millones de latinoamericanos y caribeños residentes en Estados Unidos, naturalizados como ciudadanos de ese país y, por consiguiente, con derecho al voto.
Un caso particular es el de la población puertorriqueña residente en Estados Unidos, que ya alcanza una cifra superior a los cinco millones de personas.
Los puertorriqueños y puertorriqueñas somos ciudadanos estadounidenses por imposición. El congreso de Estados Unidos aprobó la ley Jones en 1917 —diez y nueve años después de haber tomado nuestra patria como botín de guerra— en cuyo artículo número cinco se nos imponía la ciudadanía de aquel país, de manera absolutamente inconsulta. Se trató de una movida política para asegurar el control colonial de Puerto Rico. Curiosamente, la misma excluye el derecho de la población boricua residente en nuestro país, a participar en los procesos electorales estadounidenses.
Otra es la situación en el caso de puertorriqueños y puertorriqueñas que han emigrado a Estados Unidos. Si se inscriben para votar en las elecciones se celebran allí, pueden participar en las mismas. Incluso pueden ser candidatos y candidatas.
En un contexto histórico mayor, la presencia de más de cinco millones de puertorriqueños en Estados Unidos es una muestra elocuente del fracaso del modelo económico-político-social establecido por Estados Unidos en Puerto Rico durante las pasadas siete décadas. Es cierto que por nuestra condición ciudadana no enfrentamos los problemas migratorios que sufren ciudadanos de otros países de Nuestra América. Pero también es cierto que esa sola condición no constituye un seguro de vida o un privilegio que garantice empleo, vivienda, educación o salud.
Una de las grandes aspiraciones del sector que promueve la anexión en Puerto Rico es precisamente participar en los procesos electorales de Estados Unidos. Por eso, no han perdido la oportunidad para insertar a la población puertorriqueña en los comicios celebrados hace unos días allá. Por lo menos de forma mediática, o pretendiendo adjudicarle al voto puertorriqueño en Estados Unidos una importancia decisiva.
Mientras tanto, el movimiento independentista puertorriqueño, consciente de que desde el punto de vista poblacional Puerto Rico es una nación dividida y que corresponderá a mucho compatriotas desarrollar su vida y la de los suyos en aquel país, reconoce el valor táctico que tiene para ellos influir para mejorar sus condiciones de vida a través de la elección de tal o cual candidato, o tal o cual medida.
Ello ha conducido al desarrollo de alianzas entre puertorriqueños y otros grupos de latinoamericanos y caribeños, sobre todo mexicanos y centroamericanos, e incluso con sectores afroestadounidenses.
Después de todo, estamos hablando de cerca de cuarenta millones de “hispanos”, entre las cuales hay millones de votantes, con una significativa influencia en la vida cotidiana de Estados Unidos.
Desde esa perspectiva, es comprensible el comportamiento agresivo y amenazante de la administración Trump ante la marcha de miles de hondureños y centroamericanos que se acercan paso a paso a su frontera sur. A nosotros y nosotras nos desprecian y nos utilizan al mismo tiempo. Nos explotan y nos temen. Saben que constituimos una fuerza política y social poderosa. En nuestros respectivos países y en su propio país.
Así se ha constatado en estas elecciones de medio término. El voto puertorriqueño y de otras nacionalidades nuestroamericanas ha pesado. En la agenda mayor de la lucha que libramos en nuestros países, esa gran población, que es como decir otro país diverso y numeroso, tiene que estar presente. Estamos metidos en las entrañas mismas del monstruo.
* Catedrático Universidad de Puerto Rico y dirigente del Movimiento Independentista Nacional Hostosiano (MINH) de Puerto Rico.
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