enero 16, 2025

El «antievismo», debilidad antes que fortaleza

La oposición no tiene nada que ofrecer. Lo único que la une es el antievismo. Después de eso, todo es etéreo, superfluo, sombrío y ausente de esperanza.

El antievismo es debilidad y no fortaleza. Lo que los mueve en las redes sociales y en una parte de los medios de comunicación es su rechazo cargado de odio y racismo a un presidente, indígena campesino, que sin tener su grado de instrucción académica ni haber pasado por colegios con elevadas pensiones, está haciendo por Bolivia lo que nadie se atrevió a hacer.

A la oposición le traiciona su inconsciente. Entre ellos apenas pueden verse y mucho menos actuar juntos. El rato menos esperado se lanzan unos misiles que si fueran de verdad todos ellos ya estarían en mejor vida. Y si actuaran juntos para destruir al Proceso de Cambio, luego terminarían autodestruyéndose. Un proyecto alternativo a lo que se está haciendo, que represente más democracia, más crecimiento y mejor distribución, no se lo observa por ningún lado. Le traiciona el inconsciente, porque detrás de la retórica o su nostalgia por un pasado que sólo fue drama y tragedia para el pueblo y vergüenza para Bolivia al sentir que únicamente le quedaba el nombre, no hay nada dibujado en el horizonte que invite a soñar. Lo peor, como se ha encargado de reflejar el paro político disfrazado de cívico el pasado jueves, es que no pueden disimular su desprecio por lo que huela a indio, peor si está sublevado contra el orden capitalista imperante en el mundo.

Mucho discurso de democracia y derechos humanos. Pero no pueden evitar destilar racismo y desplegar violencia contra lo que consideran un cuerpo ajeno en sus espacios simbólicos de poder y de vida cotidiana. Casi 13 años no han servido para que se den cuenta de que el país ha cambiado. Esas son las dos caras de una misma moneda de su proyecto restaurador. Si son varios, cuando ven a un ciudadano o ciudadana que simpatiza o milita en el Proceso de Cambio, no se inmutan para descargar insultos y golpes contra su integridad.

En esa línea de oposición confluyen una heterogeneidad de personajes y ambiciones. Por un lado, están los derechistas de cepa, aquellos que por razones de clase son incapaces de soportar un gobierno indígena, obrero y popular. Siguen teniendo plata, pero por sus mentes pasa el deseo de chupar sangre. Bien hacía el filósofo de Tréveris al compararlos con los vampiros. Por otro lado, están exizquierdistas que arriaron sus banderas en el primer gobierno de Gonzalo Sánchez de Lozada y se pusieron la camiseta, con viáticos y todo, de un neoliberalismo que les corrompió la moral a cambio de unas monedas en sus bolsillos. Algunos de ellos se pusieron al servicio de la Embajada de Estados Unidos y otros de la propia CIA. Es el grupo que hablaba de los indios y los obreros en los cafés, y en las guitarreadas les gustaba entonar las canciones de Silvio Rodríguez. Pobre trovador en los labios de semejantes personajes. Sí, hablaban de los indios y los obreros, mientras no estuvieran lado a lado, codo a codo.

El antievismo es debilidad antes que fortaleza. El antievismo es su rechazo a ver a los indios, obreros y capas populares en el poder. Puede servir para hacer show un momento, pero no para ganar elecciones ni mucho menos para mantener la estabilidad con crecimiento y justicia que el país necesita.

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