Por Katu Arkonada / La Jornada -.
La guerra híbrida que vive Venezuela ha tenido en la desinformación y manipulación mediática una de sus principales armas de combate. Leemos y escuchamos mentiras que analistas que nunca han estado en Venezuela repiten tantas veces que se convierten en realidad para la opinión pública:
Venezuela tiene dos presidentes. Nada más lejos de la realidad. La Constitución venezolana establece en su artículo 233 como falta absoluta del presidente su muerte, renuncia, destitución decretada por el Tribunal Supremo de Justicia, o la incapacidad física o mental decretada por una junta médica. Guaidó no tiene ningún argumento constitucional para autoproclamarse presidente, pues no hay falta absoluta del presidente, que tomó juramento tal y como lo establece la Constitución en su artículo 231: el 10 de enero y ante el Tribunal Supremo de Justicia.
Guaidó tiene el apoyo de la comunidad internacional. Más allá de la hipocresía de llamar comunidad internacional a Occidente, el 10 de enero en la toma de posesión de Maduro había representaciones diplomáticas de más de 80 países, desde Rusia a China, pasando por el Vaticano, la Liga Árabe y la Unión Africana. Esos países siguen manteniendo relaciones diplomáticas con el gobierno que encabeza Nicolás Maduro. Guaidó tiene el reconocimiento de los mismos países que el 10 de enero desconocían a Maduro: Estados Unidos y el Grupo de Lima (excepto México). Solo se han sumado Georgia (por su disputa territorial con Rusia), Australia e Israel.
Guaidó es diferente a la oposición violenta. Guaidó es diputado por Voluntad Popular, partido político que ya desconoció las elecciones presidenciales de 2013 y cuyo líder, Leopoldo López, está condenado por ser autor intelectual de La salida, que impulsó las guarimbas de 2014, con un saldo de 43 muertos y cientos de personas heridas.
La Asamblea Nacional es el único órgano legítimo. El artículo 348 de la Constitución venezolana autoriza al presidente a convocar a una Asamblea Constituyente, y el artículo 349 define que los poderes constituidos (Asamblea Nacional) no podrán en forma alguna impedir las decisiones de la Asamblea Constituyente. La decisión de convocar la Constituyente fue un acto de astucia del chavismo para sortear el bloqueo de la Asamblea Nacional que puede gustar o no, pero fue realizado con estricto apego a la Constitución.
Maduro fue relecto de manera fraudulenta, en unas elecciones sin oposición. Las elecciones del 20 de mayo de 2018 fueron convocadas por el mismo CNE con el que Guaidó llegó a ser diputado. Hubo tres candidatos de oposición que sacaron en conjunto 33 por ciento de los votos y se siguieron las normas acordadas en la mesa de diálogo realizada en la República Dominicana entre el gobierno venezolano y la oposición, con el ex presidente español Zapatero de mediador.
En Venezuela no hay democracia. Desde 1998 se han producido cinco elecciones presidenciales, cuatro elecciones parlamentarias, seis elecciones regionales, cuatro elecciones municipales, cuatro referendos constitucionales, y una consulta nacional. 23 elecciones en 20 años. Todas con el mismo sistema electoral, considerado el más seguro del mundo por el ex presidente estadunidense Jimmy Carter.
En Venezuela hay una crisis humanitaria. Sin ninguna duda que en Venezuela hay ahora mismo una crisis económica impulsada por las ordenes ejecutivas de Obama y Trump declarando a Venezuela peligro para la seguridad nacional de Estados Unidos, con sanciones que han impedido la compra de alimentos y medicinas.
Esa crisis ha provocado una migración económica a la que se ha pretendido disfrazar de exilio político, algo que los datos desmienten (entre enero y agosto de 2018 la Comisión Mexicana de Ayuda al Refugiado recibió 3 mil 500 solitudes de asilo de venezolanos, por un total de 6 mil 523 solicitudes de refugio de ciudadanos hondureños, casi el doble).
En Venezuela se violan los Derechos Humanos. Analicemos las cifras de las guarimbas de 2017: 131 personas muertas, 13 de las cuales por disparos de las fuerzas de seguridad (hechos por los que hay 40 miembros detenidos y procesados); nueve efectivos de las diferentes policías y Guardia Nacional Bolivariana asesinados y cinco personas quemadas vivas o linchadas por la oposición. El resto de muertos en su mayoría lo fueron mientras manipulaban explosivos o intentaban saltarse barricadas de la oposición.
En Venezuela no hay libertad de expresión. Las imágenes de estos días de Guaidó dando declaraciones rodeado de micrófonos de medios nacionales e internacionales desmienten tal afirmación.
La comunidad internacional está preocupada por el estado de la democracia en Venezuela. A la comunidad internacional, representada por Estados Unidos y el Grupo de Lima, no le preocupan los presos torturados en Guantánamo; no le preocupan los defensores de derechos humanos que a diario son asesinados en Colombia; no le preocupan las caravanas de migrantes que huyen de la doctrina del shock neoliberal en Honduras, y no le preocupan las relaciones de los hijos de Bolsonaro con las milicias paramilitares que asesinaron a Marielle Franco.
No, nadie juzga las graves violaciones de derechos humanos en esos países del Grupo de Lima y su aliado Estados Unidos. Lo que se esconde detrás de esa preocupación no se llama democracia.
Se llama petróleo, se llama oro, se llama coltán.
- Politólogo, expecialista en América Latina
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