Por Javier García De Alarcón-.
¿Qué hace a una determinada política económica la correcta en un momento determinado? Esta pregunta es un punto de debate común en la mayor parte de las aulas de economía de Latinoamérica. No es aquella política que tenga mejor sustento teórico; la historia de las decisiones económicas que salvaron países se caracteriza por el uso de distintas medidas de distintas escuelas que suelen ser contradictorias entre sí. En ese sentido, la gestión económica no es repetir textos sagrados ni los gestores económicos sacerdotes.
Así mismo la política económica apropiada no es una categoría universal, carente de contexto; no porque una determinada política haya funcionado en un país va a funcionar en otro aun cuando los problemas de ambos países sean similares. La economía de cada país no es un conjunto de piezas intercambiables, sino un tejido vivo real. No hay instrucciones de manual respecto a donde apretar una tuerca.
En ese sentido, y muchos economistas de la región coinciden, la gestión económica tiene muchas más similitudes con la medicina que con la mecánica o la religión. Los problemas económicos son en ese sentido como enfermedades, que los economistas deben diagnosticar, comprender y tratar a contrarreloj. En la sala de terapias, todos los procedimientos son válidos y todos los conocimientos útiles para curar. Lo importante es que el economista, como el doctor, no se equivoque en el análisis y evalúe mentalmente todas las posibles curas para dar con la apropiada.
Cuando los economistas del Macrismo se hicieron cargo de Argentina, empezaron como sacerdotes. Afirmaron que bajo los textos sagrados de su confesión neoliberal que el principal problema de Argentina era la baja apertura de mercados y la excesiva intervención estatal. Para evitar un estallido social aumentaron las transferencias a sectores vulnerables mientras soltaban el precio del dólar y de los servicios básicos. Dado que la primera medida aumentaba el gasto público y la segunda reducía ingresos, empezaron a contraer deuda extranjera. Según la palabra de sus profetas estadounidenses, esta situación de desbalance seria temporal porque el capital extranjero vería conveniente ahora si invertir en Argentina, acorde a sus sagradas escrituras.
Este “gradualismo” del Macrismo estalló en pedazos a inicios del 2018, el desbalance era tal que pese a las lindas caras de los rubios del PRO y la barata mano de obra que ofrecían los analistas de las firmas capitalistas grandes afirmaban que el default de la deuda argentina estaba a menos de un lustro. Aquí los tecnócratas volvieron a sus maestros para encontrar todas las herramientas técnicas para salvar el impase. Pacto con el FMI, bajar aún más salarios, venta de dólares en el mercado financiero, etc. todo con la seguridad de que había “un problema de confianza”. Tan seguros estaban de su manual, que en un año se rifaron casi 20.000 millones de dólares.
Pero no bastó, abatidos por una inflación galopante, una devaluación del 200% y dos años seguidos de recesión, dando cuenta que el paciente se les muere, recurrieron a las ideas más descabelladas posibles: retención de dólares, cepo cambiario y controles de precios. Recién ahora, argentina se estabiliza tras 2 años de colapso continuo. Todas estas medidas eran las medidas que el peronismo ha ido aplicando los últimos 50 años.
Así, argentina empieza el largo camino a la recuperación, lástima que tuvo que pasar por tanto para que los rubios hicieran lo único que nunca pensaron hacer, lo correcto.
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