Washington.- Al parecer, el comienzo del fin de la guerra más larga de Estados Unidos comienza, tras firmar hoy el gobierno del presidente Donald Trump un acuerdo con los talibanes para retirar las tropas del Pentágono de Afganistán.
La invasión a la nación centroasiática, que comenzó tras los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York y Washington, derivó en un conflicto bélico que deja decenas de miles de muertos y ha sido una piedra en el zapato para tres administraciones de la Casa Blanca.
El acuerdo establece un calendario para la retirada final de las tropas estadounidenses de Afganistán, el empobrecido país que una vez fue desconocido para muchos estadounidenses y hasta ahora simboliza el escenario de un conflicto interminable y de complots terroristas.
Sin embargo, la rúbrica del acuerdo en Doha, Qatar, que se produjo después de más de un año de negociaciones intermitentes y que excluyó de manera ostensible al gobierno afgano apoyado por Estados Unidos, no es un pacto de paz definitivo y aún podría deshacerse, advierte el influyente periódico The New York Times.
Según el rotativo, esta guerra ‘se hace eco en cierto modo de la experiencia estadounidense en Vietnam’, pues en ambos casos una superpotencia ‘apostó fuertemente por la fuerza bruta y las vidas de sus jóvenes, y luego tuvo que retirase con aparentemente poco que mostrar’.
No obstante, el acuerdo es visto como un paso hacia la negociación de un arreglo más amplio con la esperanza de que podría, eventualmente, terminar con la insurgencia de los talibanes, el grupo que una vez gobernó Afganistán bajo un severo código islámico.
La retirada de las tropas del Pentágono -alrededor de 13 mil siguen allí- depende del cumplimiento por parte de los talibanes de importantes compromisos que han sido obstáculos durante años, incluida la ruptura de sus vínculos con grupos terroristas internacionales como Al Qaeda.
Por otra parte, el convenio también depende de negociaciones más difíciles que se llevarán a cabo entre el Talibán y el gobierno afgano sobre el futuro del país.
Esas conversaciones deben producir un compromiso sobre el reparto de poder y un alto el fuego duradero, pero ambas ideas han sido un anatema para los insurgentes en el pasado, subrayó el Times.
‘Este acuerdo no significará nada -y los buenos sentimientos de hoy no durarán- si no tomamos medidas concretas sobre los compromisos declarados y las promesas hechas’, dijo el secretario de Estado, Mike Pompeo, quien viajó a Doha para la ceremonia.
En el clímax de la guerra, más de 100 mil soldados estadounidenses ocuparon Afganistán, al igual que decenas de miles de unas 40 naciones de la coalición de la OTAN liderada por Washington, recordó el propio medio de prensa.
Bajo la condición actual se establece la retirada en la primera fase de unos cinco mil soldados en 135 días y la salida del resto, que se completaría en 14 meses, dependerá de que los talibanes cumplan su parte del trato.
Los insurgentes han prometido romper con las redes terroristas internacionales y prohibir el uso de Afganistán como base para ataques de grupos como Al Qaeda.
Al mismo tiempo, una facción dominante de los talibanes, la red Haqqani, sigue figurando en la lista de organizaciones extremistas por llevar a cabo una campaña de atentados suicidas en ciudades afganas. Su cabecilla, Sirajuddin Haqqani, es uno de los jefes del grupo armado.
El camino a seguir no será fácil. Por ejemplo, gran parte de las negociaciones que llevaron a lo acontecido este sábado tuvieron lugar en un año de violencia sin precedentes por ambas partes.
Solo en el último trimestre de 2019, los talibanes llevaron a cabo ocho mil 204 ataques, el mayor de ese período en el último decenio, mientras que Estados Unidos arrojó siete mil 423 bombas y misiles durante el año, un récord desde que la Fuerza Aérea comenzó a registrar los datos en 2006, acotó el diario.
Por otra parte, en los últimos cinco años, más de 50 mil miembros de los contigentes de seguridad afganos murieron y decenas de miles resultaron heridos, una tasa comparable de pérdidas tuvieron a su vez los talibanes.
Las estadísticas arrojan además que de las aproximadamente tres mil 550 bajas de la coalición de la OTAN en Afganistán, casi dos mil 400 fueron estadounidenses. El costo de la guerra: dos mil millones de dólares.
Si dos décadas atrás el objetivo de la Casa Blanca de acabar con los terroristas en cualquier ‘oscuro rincón del mundo’ desató la guerra contra Al Qaeda y sus aliados, entre ellos los talibanes, catalizador que impulsó la invasión a Afganistán, ahora esa sensación de inutilidad impulsa los esfuerzos para tratar de encontrar una salida.
Aunque está claro que en año electoral, la administración Trump quiere vender el acuerdo como la tan esperada promesa hecha a los estadounidenses cansados de la guerra, para quienes el prolongado conflicto definió una generación de pérdidas y traumas sin ninguna victoria.
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