Por Esteban Ticona Alejo * -.
La lacerante realidad de que la salud está pensada para unos cuantos y hoy existe una amenaza que el número de enfermos crezca y no haya cómo dar abasto a esa ingente cantidad de personas, es el drama que ha ocasionado a todas las sociedades el coronavirus.
La pandemia nos lleva a una crisis social, económica, política y cultural profunda. Nos permite ver con más claridad, la situación social de una sociedad capitalista colapsada, con gobiernos que no pueden atender a sus enfermos. En el caso nuestro, van desde la discriminación a los contagiados, que incluye a algunos médicos y personal de salud, como las formas de estigmatización y hasta los exabruptos brutales de autoritarismo de los representantes del Estado.
Permite constatar también la profunda pobreza en la que viven un grueso sector de la población del país. La clase social neoliberal o los “pititas”, hoy están disfrazados de solidarios con esa parte social que ha quedado sin alimentación por estar obligado a quedarse en casa. Algún ciudadano preguntó: ¿Ahora por qué no bloquean al coronavirus con sus pititas? Tarde o temprano la clase trabajadora del día a día elegirá el no morir de hambre desobedeciendo cualquier cuarentena y su militarización o contagiarse con el Covid-19. Está claro que siempre elegirá buscar un trabajo y con ella la comida.
Una de estas familias afectadas se preguntaba por un medio de comunicación: “¿Cómo creer a los políticos que hoy fungen como autoridades y nos dicen que nos quedemos en la casa por nuestra vida? En otros momentos ni se acordaban y menos se preocupaban de nuestra salud, aunque sigue siendo ‘normal’ que se continúa contrayendo otras enfermedades igual de mortales que el Covid-19”. Esta reflexión nos lleva a la siguiente pregunta: ¿cómo la mediatización del covid-19 ha contribuido al show y su consiguiente magnificación del problema? Cuando existen otras enfermedades tan mortíferas como esta, aunque su reproducción sea de otro estilo, o los índices de criminalidad y accidentes, que son igual de numerosos en el mundo.
Otro tema interesante que se trasluce en esta coyuntura coronavirusiana es la noción de trabajo, mientras los empresarios piensan en la pérdida de sus jugosas ganancias, el trabajador común piensa en cómo seguir remando en la vida, porque eso le permite sobrevivir y además le da independencia y orgullo de que pueden valerse por sí mismos. Posiblemente esta forma de encarar la vida tiene que ver mucho con las autonomías comunales de la región andina. El Gobierno anuncia pagar los bonos, pero a estas alturas ya huele a propaganda política electoral.
Estos días igual se dan varias paradojas, como el de hacer énfasis en la limpieza y la demostración del poder despótico del Estado. Existe un profundo contraste entre la práctica en un supermercado y las ferias o las qhatus andinos. Se quiere aplicar la lógica del mercado para todos, es decir, la lógica de la sumisión y la obediencia ciega. Se oye decir que “las ferias aglomeran a mucha gente y los mercados no”. Los intentos de erradicar estas formas indias de intercambio de productos no es casual, es una forma de pensar y de actuar colonialmente.
Los medios televisivos nos permiten ver otros hechos, como decir “usen barbijo”, y el que lo dice no usa el tapaboca. Nos ordenan que “guardemos la distancia social” y ellos/as tampoco lo hacen en sus conferencias de prensa. Lo que se busca es cómo someter a los ciudadanos, incluso desinfectándonos en el sentido de hacernos más limpios, sin saber con qué químicos nos están rociando. Aunque la reproducción del Covid-19 no tiene que ver con la suciedad.
• Sociólogo y antropólogo aymara boliviano
Deja un comentario