abril 17, 2024

¿Cómo amenaza a Bolivia la posible victoria del candidato Mesa?

Santiago de Chile-. Queda en evidencia que Washington, apoyado por el Grupo de Lima y las fuerzas reaccionarias en Bolivia, se esfuerza a toda costa por mantener un control sobre la nación altiplánica, más allá de las elecciones del próximo 18 de octubre.

Ese objetivo sólo puede materializarse según Washington y sus pronósticos optimistas, con el triunfo del candidato del partido derechista y expresidente Carlos Mesa Gisbert.

Esto, considerando que tras la derrota del empresario Mauricio Macri, quien llevó adelante la protección de los intereses norteamericanos lanzando Argentina a una profunda crisis económica, la Casa Blanca, tras ese estruendoso fracaso, busca restaurar su influencia política en América Latina.

¿Cómo? interfiriendo, en este caso, en los asuntos internos de Bolivia, como fue el propiciar el Golpe de Estado de noviembre de 2019, estableciendo posteriormente las pautas de actuación del gobierno de facto y la derecha en general, y hoy privilegiando el nombre de Carlos Mesa.

Washington no escatima gastos y esfuerzos para imponer como candidato a su hombre de confianza mediante la manipulación y la desinformación, el apoyo financiero y la influencia política, como se observó con claridad al exigir el retiro de la carrera como postulante a la presidencia a la mandataria de facto Jeanine Áñez para no dispersar el voto de la derecha boliviana.

A pesar de esos esfuerzos de la administración estadounidense, cada día menos secretos, la población boliviana, según encuestas de opinión internas y externas, demuestra con claridad el rechazo a los planes injerencistas de Estados Unidos y sus organismos de inteligencia, de convertir a su patria en una obediente colonia de Washington.

Frente a esas amenazas de intrusión y desestabilización las expresiones de soberanía del pueblo boliviano se están afirmando, cada día, en otorgar más y más apoyo al candidato Luis Arce, un político con la mente que permita devolver a Bolivia por la senda del desarrollo que tuvo durante 14 años.

Ese avance progresivo acompañado de clara estabilidad en el abanico de candidatos, sólo puede ser garantizado por el representante de las fuerzas de izquierda del MAS, el economista y exministro Luis Arce, que a paso firme se acerca al triunfo en primera vuelta. La tarea hoy es que supere por diez puntos porcentuales a su seguidor, forma de evitar una segunda vuelta.

Para evitar este escenario desfavorable a las pretensiones hegemónicas de la administración Trump -también en pleno proceso electoral-, Washington le quitó apoyo a la presidenta de facto y postulante presidencial Jeanine Áñez, quien renunció a su candidatura el 17 de septiembre pasado.

La idea de Estados Unidos es jugar todas las cartas a su elegido y el favorito de la Casa Blanca, el expresidente Carlos Mesa, y concentrar esfuerzos comunicacionales políticos, apoyo económico y logístico en un candidato de la derecha, lo que podría significar en pocos días la renuncia de Luis Fernando Camacho bajo los mismos argumentos de Áñez. Para la elección del 18 de octubre la Casa Blanca se está jugando sus fichas a tope. Y para ello cuenta con la incondicionalidad del genuflexo secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), el uruguayo Luis Almagro, quien confirmó el envío de una misión de observadores conformada por 30 personas, para así garantizar el resultado esperado por su amo del norte: la derrota de Luis Arce bajo cualquier medio.

Y como no podrá ser por los votos, podemos esperar acusaciones y opiniones destinadas a perjudicar la imagen y el triunfo de Arce. Eso lo saben hacer Almagro y los suyos.

Recordemos que una situación similar ocurrió en noviembre de 2019 cuando la OEA bajo diversos pretextos, no reconoció el legítimo triunfo de Evo Morales, aplicó todo el menú que Washington suele usar en su cocina golpista con sus revoluciones de colores, probada en países donde Estados Unidos coloca sus instrumentos de dominio y luego se lavó las manos frente a la comprobación que las elecciones fueron limpias: el daño ya estaba hecho.

Los servicios de inteligencia norteamericanos, apoyados por organismos como la Usaid y los socios locales en terreno, se han centrado en tratar de dividir a la población boliviana, impulsando casos penales contra militantes y simpatizantes del MAS, así como inculcando una visión negativa entre la sociedad boliviana hacia la imagen del expresidente Evo Morales y el gobierno que encabezó.

Para ello lo acusaron de conductas sexuales impropias, corrupción y terrorismo. Incluso se emitió una orden de captura internacional que por segunda ocasión fue rechazada por la Interpol.

El manejo y propiedad de los medios derechistas lograron poner estos temas en discusión y en algún momento centraron el debate, pero ello no significa una merma en los votos de adhesión a Luis Arce, que inteligentemente obvia entrar en ese terreno al cual tratan de conducirlo.

El panorama político revuelto, la intervención descarada en ellos de Estados Unidos, la soberbia de las huestes derechistas, la violencia supremacista y el clima de odio creado hacen pensar que si eventualmente el candidato derechista Carlos Mesa triunfa en las elecciones del 18 de octubre, el país enfrentará nuevos trastornos sociales, políticos y económicos.

Una generación de procesos de fuerte inestabilidad y caos, que pueden llevar a un sangriento enfrentamiento social y el empobrecimiento de la población, principalmente su sector indígena, agravando además la situación de inseguridad que vive el país.

Resulta un pronóstico poco alentador, pero no falto de realismo toda vez que sólo el fraude, una labor destinada a falsear los resultados por el Tribunal Supremo Electoral presidido por Salvador Romero, estrecho colaborador del candidato Carlos Mesa, podría impedir que Luis Arce llegue a Palacio Quemado.

Al pueblo boliviano le quedan pocos días para decidir su futuro en las urnas, donde suelen dilucidarse las confrontaciones políticas en las democracias representativas.

Un pueblo boliviano que mayoritariamente se da cuenta de las fuerzas que amenazan a su Estado Plurinacional. Por ello, en este tipo de democracia, la receta, para la futura recuperación de Bolivia, es bastante simple: levantarse temprano, ir a los centros de votación y emitir el voto por el único candidato que ha presentado un programa coherente.

Arce tiene experiencia comprobada en buen manejo estatal y exhibe cifras económicas positivas bajo su gestión como ministro de Economía, que garantizan las posibilidades de que Bolivia vuelva a transitar por el camino de un desarrollo sustentable.

No hay segundas opciones por el bien de Bolivia y su gente, un país amenazado por una derecha que quiere revertir todo lo logrado en 14 años de gobierno del MAS y sobre todo por los afanes de Estados Unidos por recuperar el dominio que tuvo alguna vez sobre esta nación sudamericana.

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