octubre 6, 2024

De cómo acercar a la clase media

Por Marcelo Caruso Azcárate *-.


En reciente entrevista, el compañero Álvaro García Linera (REDCOM enero 30, 2022) retoma el debate de las alianzas, particularmente con la clase media, como objetivo de los gobiernos alternativos. Propone adaptar el programa en función de las demandas de este sector, para tener gobernabilidad. No nos queda claro el horizonte transformador hacia el que esos gobiernos progresistas deberían transitar, pero estamos convencidos que sus límites políticos dependen de su capacidad de acumular poderes populares y de incluir y convencer a las capas medias en que juntos son capaces de lograrlo. Si lo posible queda solo determinado por los alcances electorales, lo más seguro es que no pasen de un progresismo desteñido que a los gobiernos del primer ciclo los llevó a realizar ajustes fiscales neoliberales. Fueron esas vacilaciones y retrocesos programáticos las que hicieron perder apoyos en esos sectores populares que aumentaron su nivel de vida gracias a las políticas de estos gobiernos, por lo que, posteriormente, no volvieron a apoyarlos en las elecciones. Vale recordar lo escrito en una columna de este semanario:

“La propia lógica popular nos enseña que todo lo que ‘papá’ Estado concede en forma paternalista, no solo se considera por lo general insuficiente, sino también inseguro, pues ‘así como te lo dan te lo quitan’. Es decir, que luego que se ha garantizado un derecho humano por decisión unilateral de los gobernantes y sin que se lo haya exigido previamente un accionar colectivo, se genera un cierto agradecimiento individual inicial que, con el tiempo, se transformará en miedos individualistas a perderlo.”

Inseguridades que aumentan cuando ven a su gobierno conciliando con los poderosos, incumpliendo sus promesas, lo que los lleva a considerar posible que pasen a quitarles lo concedido, siguiendo las conductas neoliberales de rotación focalizada del gasto social. Agregábamos:

“La responsabilidad de estas conductas no es solo de quienes las reproducen, sino también de los gobernantes que las crean desde arriba, al no promover el fortalecimiento de las organizaciones sociales para que puedan exigir sus demandas en forma colectiva y por medio de movilizaciones y luchas que generan asociatividad. Todo derecho que se conquista luego de un proceso colectivo y formativo de lucha, genera confianza, solidaridades a futuro para defenderlo y autoestima social. Y permite que el gobierno, como reconocimiento a esos esfuerzos de acción participativa, pase a aceptarlos y transformarlas en políticas públicas. Así se demuestra que la movilización organizada que incluye a toda comunidad necesitada de distintos sectores sociales, obtiene sus resultados cuando las organizaciones sociales y el gobierno que las representa comparten los mismos valores e intereses políticos… El gran objetivo no es tener más personas que asciendan de clase social, sino que todos, como un gran colectivo societal con igualdad de oportunidades, puedan sentir que son capaces de vivir dignamente de su propio trabajo [1].”

Con análisis pertinentes a la crisis del neoliberalismo, García Linera plantea:

“El nuevo progresismo ha afincado más su victoria en la movilización electoral que en la movilización callejera. Y eso establece ciertas características de esta nueva oleada, abre puertas y cierra otras: es un progresismo que ya no viene de la mano de líderes carismáticos, sino con líderes políticos moderados que están respondiendo a las nuevas circunstancias.”

No entendemos cuáles son las puertas ni la diferencia en su clasificación política entre carismáticos y moderados. Pareciera ser que los primeros fueron de izquierda gracias a su carisma y los otros moderados progresistas por falta de carisma. Hay carismáticos de derecha como Bolsonaro y Uribe en Colombia, que han sabido usar muy bien su carisma para engañar y golpear a sus pueblos. Tampoco se puede olvidar que los triunfos electorales del segundo ciclo se basan en grandes resistencias de pueblos indígenas, afros, populares, juveniles y de mujeres, sin las cuales los gobiernos autoritarios del neoliberalismo habrían continuado por varios períodos más.

Tiene razón cuando considera que estos nuevos gobiernos no cuentan con la confianza, la mística de los primeros intentos, pero toca preguntarse si esa desconfianza no fue causada por la declinación del avance transformador que, con el tiempo, sufrieron casi todos ellos. Porque existen muchas experiencias que demuestran que quienes los votaron antes arriesgaron sus vidas para defender los derechos concedidos y conquistados, sus culturas y la democracia profunda. Y lograr reconstruir las confianzas no pasa por ablandar el discurso hacia la clase media, sino por proyectar y fortalecer las estrategias de gobierno directamente con las comunidades y pueblos, de lo cual hay también muchas enseñanzas exitosas de estos gobiernos que se pueden adaptar y replicar. Comenzando por no entregar las calles a la oligarquía y saber fortalecer el tejido social para que, autónomamente, se incluya como un factor de poder dispuestos a impulsar y defender su gobierno y paralizar a todo sector económico, político o militar que intente derrocarlo.

Todo gobierno progresista y de izquierda que se logre conquistar en esta fase –marcada por la gran necesidad del Imperio norteamericano de afirmar su hegemonía continental– debe tener claro que será hostigado desde el primer día de su gestión. Le buscarán su lado más débil para alejarlo de la confianza de sus bases sociales y después golpearlo con más facilidad. Por ello es de internacional importancia fortalecer la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), recuperar la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) con integraciones públicas en lo económico y financiero, y fortalecer las relaciones con los movimientos antisistémicos y con los gobiernos del mundo que impulsan salidas alternativas a la crisis del neoliberalismo.

“La más importante estrategia de resistencia y contraofensiva de estos gobiernos, partidos y frentes amplios que los apoyen, pasa por instalar un tipo de gobernanza de consultas, basadas en la democracia directa. Esto permitirá que los proyectos que se lleven al Congreso y los decretos presidenciales que correspondan sean precedidos de amplios debates territoriales y barriales y con movilizaciones multitudinarias. Precisar la estrategia productiva, financiera y ambiental, deberá ser el primer gran debate a realizar, comenzando por el tema de las varias veces pagada deuda externa y el cómo lo abordaron los gobiernos de Correa y Kirchner. Recuperar las experiencias cogestionarias con las comunidades –difundidas como material de formación– que sustituyan las funciones tradicionalmente exclusivas del Estado. También impulsar y difundir las formas democráticas de autogestión en las comunidades territoriales, étnicas, educativas, culturales y otras, para el fortalecimiento y conservación de sus espacios de vida. En esta perspectiva, tendrá una función primordial aumentar las capacidades de comunicación e innovación social de los sectores ‘populares’ –incluyendo en ese ejercicio a las capas medias que buscan aportar a la reducción de desigualdades– con el apoyo del Estado, pero respetando su autonomía e independencia [2].”

Todas causas que hoy sensibilizan a lo mejor de las capas medias de Latinoamérica y el Caribe y a las cuales están dispuestos a dar su apoyo.


  • Filósofo.

1       Caruso A., M. “Todo lo que da el Estado siempre es poco, si no se ha luchado para conquistarlo”, Abrebrechas, marzo de 2018

2       Caruso A., M. Gobiernos progresistas al borde de un ataque que no es solo de nervios. PIA GLOBAL, febrero de 2022.

 

Sea el primero en opinar

Deja un comentario