Por Carlos Echazú Cortez -.
Más allá de toda la retórica de las intenciones que se busca con una política determinada, y más allá del análisis frio de los intereses y políticas reales que se esconden detrás de esa retórica, queda el análisis de los resultados reales que provoca esa política.
En el conflicto de Ucrania quedan muy claras las intenciones políticas que están detrás de la retórica de las élites políticas del mundo occidental, especialmente las norteamericanas. Se trata, en última instancia, de dar el zarpazo final en el proceso iniciado con la expansión de la Otan: eliminar a Rusia como potencia global, reducirla a su mínima expresión para que no pueda en el futuro convertirse en un freno a su expansión global, así como lo hizo en Siria. Para eso, utilizan a Ucrania y los laboratorios encontrados de armas químicas dan fe en torno a que esta guerra la preparaban desde hace tiempo atrás y que, además, era inevitable.
Pero bien, esa es una discusión distinta de la que pretendemos plantear en este espacio. Nuestra intensión acá es reflexionar en torno a los efectos que está provocando esa política.
Desde el punto de vista del juego geopolítico, uno de los objetivos centrales que busca un determinado poder con relación a su rival es debilitarlo en su fuero interior. Eso es lo que buscan las sanciones que las potencias occidentales han impuesto a Rusia. Sin embargo y, pese a que es innegable que éstas han afectado a la economía rusa, también es indudable que en el mediano plazo, Rusia podrá recuperarse de estos golpes. Eso se muestra por ejemplo, en la súbita recuperación del Rublo, después del desplome que experimentó luego de lanzadas las sanciones. También se ha visto que no le va a ser imposible a la potencia euroasiática encontrar mercados alternativos a sus productos, especialmente, el gas. De este modo, su economía puede vislumbrar un desarrollo independiente de las economías occidentales, lo que, en el futuro, la convertirán en inmune a las sanciones que pretendan imponerle sus tradicionales rivales. Obviamente, no todo es tan simple, pero es una tendencia que se puede visualizar y, por lo menos, es el desarrollo que ya está buscando el liderazgo ruso.
Tan importantes como los efectos económicos, son los políticos. En este ámbito, las potencias occidentales muestran realmente una ceguera asombrosa. Han pretendido generar la impresión en torno a que el poder de Putin en Rusia estaría peligrando, pues se estaría gestando un golpe de Estado en las esferas superiores de sus Fuerzas Armadas. No cabe duda que los organismos de inteligencia (sic) de Estados Unidos trabajen por conseguir esas tendencias. Sin embargo, Rusia no es un pequeño país del tercer mundo, cuyas élites puedan verse fácilmente tentadas por los dólares de los yanquis. Lo cierto es que la rusofobia que han desatado en todos los ámbitos no puede sino generar una cohesión de los rusos alrededor de su liderazgo político. ¿Qué puede estar pensando y sintiendo el ciudadano ruso cuando a sus representaciones deportivas les niegan el derecho de usar su bandera en el exterior?, ¿qué puede pensar ese ciudadano cuando la imbecilidad de esa rusofobia censura nada menos que a Dostoyevsky?, ¿Qué debería sentir ese ciudadano cuando la propaganda occidental hace oídos sordos y miradas ciegas al genocidio que la barbarie nazi ha desatado sobre sus connacionales del Donbas?
No se necesita ser muy inteligente para darse cuenta que el liderazgo de Putin, al interior de Rusia, se está fortaleciendo y que esa tendencia es gracias a la estupidez de la estrategia de las potencias decadentes de occidente.
Deja un comentario