Por Soledad Buendía Herdoíza * -.
Inicio mi reflexión preguntándome ¿qué es gobernar desde el feminismo en la Región? Podremos decir que las respuestas son muchas, pues existen varias experiencias; pero igual podremos decir que las respuestas están inacabadas y en construcción.
En Ecuador el desarrollo del feminismo tiene varias vertientes, yo hablaré desde el feminismo popular, que vinculó principalmente a mujeres organizadas alrededor de la sobrevivencia económica, eje fundamental de su participación política. En este proceso se incorporaron también los movimientos de mujeres urbanas populares, que visibilizan en sus realidades la lucha de clases y las múltiples opresiones que cruzan sus cuerpos.
En ese contexto, el término popular estaba relacionado a la condición de mujeres en situación de pobreza, con la idea de que el cambio social que esperaban iba a realizarse en colaboración con el pueblo. Destaco la vinculación de esta vertiente del feminismo en Ecuador con los movimientos obreros y partidos de izquierda, contribuyendo a la apertura de espacios públicos de denuncia política a través del arte y la cultura.
Varias feministas forjadas en estas luchas populares llegamos a militar en el proceso de cambio impulsado por la Revolución Ciudadana.
En 2007, el triunfo electoral de la izquierda en Ecuador nos lleva a enfrentarnos a la posibilidad de gobernar desde el feminismo popular y asumir responsabilidades en el gabinete y en el ejercicio del gobierno, una tarea compleja y de múltiples contradicciones.
Tarea llena de retos para impulsar una agenda construida en diversos espacios organizativos y llevada a asambleas en todo el país. Agenda que debo decir no estaba exenta de contradicción, sobre todo en lo referido a los derechos sexuales y reproductivos, que eran impulsados por las colectivas juveniles, organizaciones urbanas y sectores académicos.
Desde la experiencia ecuatoriana se puede señalar que gobernar desde el feminismo es impedir que los grupos apoyados por las derechas usen nuestra bandera de lucha para desprestigiar a los gobiernos progresistas; no podemos caer el falso dilema del “todo o nada”.
Bien sabemos, las feministas, que alcanzar el ejercicio de los derechos para las mujeres ha sido un proceso largo, en el que valorar cada paso dado ha sido fundamental.
Para mí, gobernar desde el feminismo popular es gobernar desde la izquierda, desde el progresismo anticolonial, anticapitalista y antipatriarcal, sin permitir que nos arrebaten ni en el discurso ni en las calles nuestros logros para la construcción de una sociedad incluyente, con igualdad de oportunidades y libre de violencias machistas.
* Asambleísta ecuatoriana.
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