Por Luis Oporto Ordóñez *-.
En Bolivia rige desde 2009 una nueva Constitución Política del Estado (CPE) que incorporó el derecho fundamental de acceder a la información, analizarla, interpretarla y difundirla de forma libre. Es un derecho de cuarta generación que incide de manera dramática en el desarrollo del Estado Plurinacional, basado en los valores y principios ético morales de la sociedad plural, que se remontan a la rica tradición cultural prehispánica de la que surge el paradigma del Qhapac Ñan.
El actual territorio boliviano se extiende en más de un millón 98 mil km2 con acceso a las cuencas del Amazonas, del Plata y del Pacífico. Su desarrollo está signado por una experiencia histórica de gran alcance, pues es heredera de la alta cultura colla (aymara) e inca (quechua) que se ha generado en las tierras altas.
La sociedad plural reconoce dos extremos de paradigma civilizatoria: la cultura escrita y la cultura oral. La diversidad cultural, característica de naciones con población mayoritaria indígena, fue asumida como base esencial del Estado Plurinacional Comunitario y por ello se asume como fortaleza la existencia de culturas indígena originario campesinas, remontando esa base identitaria a la era prehispánica, al ser estas culturas depositarias de saberes, conocimientos, valores, espiritualidades y cosmovisiones, los mitos, la historia oral, las danzas, las prácticas culturales y las tecnologías tradicionales, considerados como patrimonio que forma parte de la expresión e identidad del pueblo boliviano.
En los Andes se levantó el imperio de Tiwanaku y posteriormente el Incario, civilización que desarrolló el más extenso sistema de vías de comunicación destinado al transporte de bienes de consumo masivo, pero también para facilitar la difusión de información estratégica para la toma de decisiones del Inca. Los 30 mil km eran trajinados febrilmente por un ejército de chasquis, robustos jóvenes que transportaban los quipus, articulando el vasto territorio de un confín a otro, desde la Pacha (unidad poblacional de cien familias) hasta la marka (la gran ciudad) y el suyu (la nación india)
Los registros estadísticos y contables fueron fijados en los quipus, “ramales de grandes cuerdas anudadas”, es decir, hilos torcidos de diversos colores, grosores y significados, en los que se anotaban minuciosamente “las cosas que se gastaban y lo que las provincias contribuían”, como señaló Pedro de Cieza de León. El origen de este sistema codificado y complejo se remonta al período Wari-Tiwanaku (1580 a. C.) y fue alcanzando un desarrollo notable, tanto por su capacidad de almacenaje como su significado semiótico.
Los quipus eran administrados por los quipucamayoc, funcionarios especializados extendidos por todo el Incario, cuyas funciones fueron descritas por Guamán Poma de Ayala. El Incario había logrado desarrollar un sistema centralizado de información con presencia en los confines del vasto territorio, a los que se llegaba por medio de la red vial incaica por la que trajinaban los chasquis que llevaban tanto los quipus con información estadística como informes orales “cuyo mensaje sabía interpretar el que debía recibirlos”, como menciona Pedro Henríquez Ureña.
Por su parte, los Amawtas cultivaron una literatura oral muy desarrollada, plasmada en poesía lírica, de la cuales citamos los Cantares del Inca Pachacutec. No era otra cosa que la sistematización de las cuentas contables, traducidas al lenguaje natural por los sabios incas, una especie de historiografía temprana.
En efecto, el registro del quipu fue la base empleada para la elaboración de la historia oficial incaica (vg. Historiografía propiamente dicha), tarea a cargo de sabios amawtas, quienes componían sus relatos “para que sean por todos oídos en regocijos de casamientos y otros pasatiempos que tienen para aquel propósito (o en día de) lloro o tristeza por muerte de algún hermano o hijo del rey”, como describe, con asombro, el cronista soldado Cieza de León, “y finalmente los recitaban a los Incas noveles cuando los armaban caballeros, y desta manera guardaban la memoria de sus historias”, complementa el Inca Garcilaso de la Vega.
Sarmiento de Gamboa y Cristóbal de Molina afirman que Pachacutec Inca Yupanqui reunió a los historiadores del Incario y sobre sus testimonios “hízolo todo pintar por su orden en tablones grandes, y deputó en las Casas del Sol una gran sala adonde las tales tablas, que guarnecidas de oro estuviesen como (en) nuestras librerías”, acota por su cuenta el arqueólogo Martii Parssinen, en su conocido estudio sobre el Tawantinsuyo, el Estado Inca y su organización política.
Ese notable desarrollo alcanzado en los Andes impulsó un impresionante sistema de conservación, sistematización y difusión de la memoria oral que era administrado por un grupo de funcionarios y hombres de ciencia: “los hombres de ciencia aymaras han sido clasificados en Kholliris, encargados de curar las diversas enfermedades; laikhas (brujos) y yatihiris (adivinos) que realizan el culto mágico de los hechos extraordinarios y de lo desconocido, es decir que elaboran una ciencia popular y un folklore”, como afirma José María Salinas.
Es decir, eran miembros de una élite que se sumaba a los puris, camayus, pachacas, humus, curacas, que eran vitales para el control del Imperio. Se educaban en los colegios reales, donde se impartía el estudio del Iñidioma quechua, religión y ritos, ciencia de los quipus e Historia, cada materia impartida por un año, acota Salinas. Su uso se extendió a lo largo del Imperio inca, aunque se sostiene que tuvo vigencia en otras latitudes. Así lo señalan M. Ilin: “así escribían los tártaros, los persas, los aztecas y los habitantes del Perú. Estos últimos eran especialmente hábiles de este género de escritura”.
Al igual que en México, los quipus fueron destruidos por orden eclesial, en la llamada “extirpación de las idolatrías”. El Concilio de Lima (1538) ordenó “la destrucción completa de los quipus públicos que estaban concentrados en Cusco”, como denuncia Gunnar Mendoza Loza.
- Magister Scientiarum en Historias Andinas y Amazónicas y docente titular de la carrera de Historia de la UMSA.
Excelente artículo, ilustrativo y docente, muy bien realizado.
Felicitaciones, es tan importante conocer la rica cultura andina