enero 16, 2025

La construcción de la memoria social en los exmineros de siete suyos

Pablo Solares (1946), exdirigente del sindicato de Siete Suyos, ya jubilado, se ha autoimpuesto la misión de reactivar la minería estatal. Con ese fin, ha realizado la ardua misión de recopilar documentación técnica, geológica e histórica sobre el mineral de la Gran Chocaya en general y del distrito de Siete Suyos en particular.

A pesar que la minería es la columna a vertebral de la economía nacional, con mayores perspectivas que los recursos petrolíferos, la historia del movimiento minero de Bolivia está en ciernes, por diversas causas, entre ellas la intención manifiesta de la élite intelectual, al servicio de las clases dominantes, de ignorar el problema social e invisibilizar la acción revolucionaria de los mineros. Una segunda razón es la inexistencia de fuentes primarias del sector minero sindicalizado, al haber sido sus archivos secuestrados y destruidos también por una cuestión de clase.

En ese sentido, el esfuerzo singular de este extrabajador y dirigente minero cobra importancia, pues como es el caso de muchos exdirigentes mineros se ha propuesto documentar su experiencia laboral, sindical y política, desafío autoimpuesto que se expresa en las tareas de recuperar, sistematizar y difundir la memoria minera. Pablo Solares Oropeza publicó en formato rústico y muy pocos ejemplares el Dossier Memorias. Experiencias vividas, una “relación de acontecimientos: estudio y disertación escrita de hechos documentados durante el trabajo en los socavones de las minas dependientes de Comibol”. A ello suma un segundo volumen con el título Socavón Rey. Memorias. Campamento María Luisa, suscrito en Salinas de Garci Mendoza, en 1981, con una relación de la historia de este yacimiento minero, donde fue residenciado por la dictadura del general Luis García Meza. Hace poco ha incorporado un tercer corpus documental titulado Descuelgue de agua por gravedad de los niveles 27 y 28 de la mina de Siete Suyos, propuesta elaborada por cinco exdirigentes para la reactivación de la minería estatal. El dossier contiene información histórica sobre el mineral Gran Chocaya, informes sobre el estado general de las minas, la cogestión, proyectos mineros de 1985, el reacondicionamiento de la galería principal. Otro capítulo se refiere al cerro K’umullani, con entrevistas a extrabajadores y dirigentes, para demostrar a través de ese mecanismo de memoria la importancia del distrito minero y un informe técnico de JICA. Adjunta dos anexos con datos y testimonios históricos sobre la lucha de los trabajadores mineros contra los gobiernos militares y la reactivación de la minería nacionalizada.

¿Cuál es el objetivo, digamos, estratégico de ese esfuerzo de documentar los aspectos sustanciales de la minería de la Gran Chocaya, que se remontan a la época colonial?

En este corpus documental diverso y ecléctico, en el que se suman los informes geológicos, correspondencia, resoluciones de congresos mineros, informes de reactivación desde la época de la cogestión, se observa la intencionalidad de conformar una memoria minera enmarcada en el concepto de memoria social, puesto que no tiene el alcance de la memoria oficial documentada de la minería nacional, que reposa en el Archivo Histórico de la Minería Nacional, proeza de Edgar Ramírez y su hueste de archivistas.

Cuando mencionamos la memoria social como método nos referimos a la otra dimensión de la memoria histórica: la creada por la sociedad, como ejercicio de la consciencia social, ajena a la visión oficial, memoria que recoge los saberes de los pueblos. En ese sentido, lo que define a la memoria social es del orden de las relaciones sociales, en él se desarrolla como un tipo de vínculo, una atracción deseante sobre el pasado, que nace en grupos y que remiten a grupos, aunque estos no estén presentes.

Este concepto forma parte de los postulados de Maurice Halbwachs, quien en su clásico estudio Memoria colectiva y memoria histórica (1968) afirma que en el grupo social existe una noción sustentada en el ejercicio colectivo de rememoración de la memoria histórica. Este concepto remite a la existencia de consciencia colectiva, que se antepone, trasciende y determina al individuo, es decir, que plantea que “la historia no es todo el pasado, pero tampoco es todo lo que queda del pasado. O, si se quiere, junto a una historia escrita, se encuentra una historia viva que se perpetúa o se renueva a través del tiempo y donde es posible encontrar un gran número de esas corrientes antiguas que solo aparentemente habían desaparecido”.

En esa misma línea de pensamiento, Paul Ricoeur (2010) y Marc Augé (1998) sostienen que la memoria no es el pasado, sino una (re) presentación del pasado, una huella, un signo o un indicio de lo acontecido. Ricoeur señala que la (re) presentación del pasado se refiere a un doble proceso: por un lado, la acción de ver hacia atrás; mientras que, por otro, a ver de nueva cuenta esa representación del pasado y proyectarla. A estas dos variables el autor afirma que es posible sumar una tercera: la memoria como (re) creación del pasado forjada a partir de los dilemas, preguntas y requerimientos de diversa valoración que surgen en el presente, hecho que conduce a pensar cómo la memoria es selectiva.

En el esfuerzo de Pablo Solares vemos con claridad el carácter selectivo de la memoria. No le interesa todo el caudal producido, sino específicamente aquello que recrea como válido el grupo social al que pertenece. Parafraseando a Halbwachs, diremos que “la memoria colectiva es el conjunto de representaciones del pasado que un grupo produce, conserva, elabora y transmite a través de la interacción entre sus miembros”.

La praxis de (re) creación de la memoria colectiva es privilegiada por los extrabajadores mineros y los residentes de las minas en diversas capitales de Bolivia. Una forma de mantener intactos los fundamentos de la memoria social se expresan en los encuentros de residentes mineros que han arraigado esa actividad en la ciudad de Cochabamba, destino privilegiado de los extrabajadores mineros y sus familias.

Como podemos colegir, no se trata solo de señalar las huellas que el pasado ha dejado en nuestro presente, sino de la finalidad que se busca con aquello que se ha producido, precisamente para ser transmitido a generaciones sucesivas.

Como reflexión, a la luz de la lectura de Halbwachs, podemos señalar que la memoria social se fortalece por cuanto están distribuidos socialmente. La (re) presentación del pasado se apoya en interacciones, instituciones y representaciones compartidas socialmente. Finalmente, es evidente que los efectos globales del recuerdo y del olvido social no tienen por qué ser dependientes directamente de actividades individuales conscientes y voluntarias. El encuentro de residentes supera lo individual y se convierte en un motor para diseñar la memoria social.


  • Luis Oporto Ordóñez: Magister Scientiarum en Historias Andinas y Amazónicas y docente titular de la carrera de Historia de la UMSA.

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