Por La Época -.
Ya lo hemos escrito varias veces. El gobierno del presidente Luis Arce enfrenta una guerra multidimensional implacable. El objetivo, como en toda guerra, es la aniquilación del que se considera enemigo. Y en las condiciones actuales y el contexto de esa guerra es evidente que al presidente de Bolivia lo que quieren es eliminar política y moralmente.
Si alguien pensaba que la convocatoria a elecciones generales iba a construir un escenario menos bélico, pues se equivocó y solamente dio muestras que no entiende el carácter de las guerras de hoy. Si bien, como señalan los estrategas militares, las guerras de la actualidad no se ven, pues el empleo de las armas de fuego es solo en “última instancia”, eso no quiere decir que sean menos destructoras que las del pasado. Lo que sí estas guerras son mucho más quirúrgicas y de alta precisión.
Hace unos días el exmilitar que lideró el intento de golpe de Estado contra el presidente Luis Arce en junio pasado, fue legitimado por un periodista, de esos que se dicen progres y con vínculos con la facción conservadora del campo popular jefaturizada por un expresidente indígena. Solo el periodista sabe quién lo puso en contacto con el militar golpista, pero lo que está claro es que se puso, quizá sin pretenderlo, al servicio del plan imperialista.
La entrevista al exgeneral es equivalente a un misil, no por las verdades o revelaciones que hace, sino por un libreto de mentiras que encuentran terreno fértil para instalarse en el imaginario colectivo, dada la situación difícil por la cual pasa el gobierno de Bolivia: crisis de combustible, indisponibilidad de dólares y elevación de precios, resultantes, en realidad, de esa implacable guerra. Esto confirma que el imperialismo y la burguesía, lastimosamente utilizando como punta de lanza a un periodista progre, no iban a tolerar que siguiera vivo lo que no pudieron acabar en 2019: el Proceso de Cambio.
Lo que también se confirma una vez más es la pobreza ética de varios medios de comunicación y periodistas, quienes prefieren renunciar a sus valores democráticos y dar por cierto lo que dice un militar golpista.
Desde una perspectiva corta, esta nueva fase de la guerra tiene por objetivo acabar con cualquier posibilidad de triunfo si el actual Presidente decide ir a la reelección. En el hipotético caso de que ganara, con la denuncia de alteración del padrón electoral que hizo el militar golpista se pretende alentar y desencadenar una reacción violenta como la que ocurrió contra Evo Morales en 2019.
Desde una perspectiva más larga, lo que se busca es destruir al Estado Plurinacional, el modelo económico y el Proceso de Cambio. No hicieron de todo en 2019 para que el pueblo volviera un año después.
Lo curioso es que es probable que en el ataque al Presidente, el Gobierno y militantes políticos que lo acompañan (unos en el gabinete y otros desde su condición de analistas) estén los mismos actores externos que en 2019 derrocaron al presidente indígena, pero ahora en alianza con el dirigente cocalero.
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