
El 26 de junio de 2024, pasado el mediodía, el entonces Comandante General del Ejército de Bolivia, Juan José Zúñiga Macias, ingresó a Plaza Murillo, en la ciudad de La Paz, al mando de un contingente de efectivos militares y una caravana de carros de guerra con la idea de tomar el palacio de gobierno, deponer al gobierno de Luis Arce e instaurar un nuevo régimen civil militar.
Antes de entrar al palacio Zúñiga declaró a los periodistas: “seguro que pronto habrá un nuevo gabinete; nuestro país, nuestro Estado, no puede seguir así”. No dijo explícitamente que estaba liderando un golpe, pero sí que el Ejército buscaba “restaurar la democracia y liberar a nuestros presos políticos” (se refería aquí al exgobernador Luis Fernando Camacho y la expresidenta de facto Jeanine Áñez, entre otros).
No es necesario ser demasiado acucioso para comprender el mensaje del militar en ese momento, era por demás evidente que estaba en marcha un golpe de Estado. Qué sucedió minutos después, porqué fracasó la intentona golpista y los hechos posteriores ya son parte de otra historia, pero negar la existencia de un golpe militar parece nada más que un intento de burlar la inteligencia y el sentido común de la ciudadanía.
Cadena de mentiras
Las declaraciones recientes de Zúñiga a un medio digital argentino han vuelto a poner en el escenario mediático el tema del golpe de junio del pasado año, cuando de forma simultánea a una solicitud de ampliación de sus declaraciones ante el Ministerio Público, una vez más el exmilitar se refirió al tema. Pero sus palabras no han sorprendido, pues desde el mismo día del golpe frustrado, al verse abandonado y derrotado, el “general del pueblo” (como gustaba hacerse llamar por sus camaradas, por sus amigos y principalmente por sus paisanos del norte de Potosí) comenzó a tejer su propia versión de los hechos, fabulando una serie de aspectos, tratando de deslindar responsabilidades y pretendiendo involucrar a otras personas, incluyendo al Presidente, como parte de una conspiración.
Desesperado, sorprendido ante su aprehensión, en horas de la noche de ese mismo 26 de junio Zúñiga afirmó en declaraciones a la prensa antes de su arresto que el presidente Luis Arce le ordenó que asaltara el Palacio como una maniobra política. “El Presidente me dijo: ‘la situación está muy complicada, muy crítica. Es necesario preparar algo para aumentar mi popularidad’”, afirmó.
Desde entonces ha difundido una serie de historias acerca del fracasado golpe militar, sin aportar en ninguna de ellas prueba o evidencia que sostenga las mismas, lo cual, más allá de las repercusiones mediáticas, le ha impedido generar una corriente en su favor de algún sector de la ciudadanía.
Por todo esto, las últimas declaraciones, donde menciona a varias personas, reuniones y comunicaciones entre ellas y los golpistas, no son creíbles en absoluto, por la total carencia de respaldo. A diferencia del trabajo del Ministerio Público en estos algo más de 10 meses en los cuales se ha colectado una cantidad importante de evidencias acerca de la preparación o planeación del golpe y de la ejecución como tal, además de sus objetivos propuestos, no solo con el relevo del Presidente, sino también con la conformación de un gabinete civil militar, cuyos nombre también se han hecho públicos y no produjeron mayor sorpresa por su constante accionar desestabilizador del Gobierno, desde diferentes ámbitos de la actividad política y mediática nacional.
La reacción del exComandante de Ejército es obvia. Sabe que se le acaba el tiempo, que todas las evidencias apuntan en su contra y que sobre esa base se establecerá su responsabilidad en los hechos y con seguridad la Fiscalía no pedirá una pena menor a 15 años, por lo que no le queda más que seguir con sus manotazos de ahogado, pretendiendo implicar a quien se le ocurra con la única finalidad de esparcir dudas no en los jueces por falta de respaldo para sus acusaciones, sino en la ciudadanía, seguramente pretendiendo ser considerado como una víctima de la política y no como el delincuente que realmente es.
“En boca del mentiroso, lo cierto se hace dudoso”. Esta vieja frase del imaginario popular refleja perfectamente el sentimiento que se ha creado en diversos sectores de la sociedad. Lo que queda por saber es si esta intencionalidad de Zúñiga apunta únicamente a mostrarse inocente o víctima de una conspiración política o si responde a otros móviles poco conocidos pero no difíciles de imaginar. Es cierto que en su situación, es decir de quien ha sido totalmente descubierto en su accionar delictivo y puesto en evidencia de su participación en la preparación y ejecución del fracasado golpe de Estado, es previsible que diga lo que se le ocurra o puede ser que diga cosas que alguien le está mandando a decir con una finalidad clara: no solo de abogar por su inocencia, sino además la de seguir conspirando, desde otro plano, en contra del Gobierno al intentarr comprometerlo con las acciones protagonizadas por él mismo.
Dichas acusaciones no merecen mayor análisis, pues caen por su propio peso ante la falta de pruebas ya que resulta por demás sencillo pretender involucrar a quien se le ocurra solamente mencionándolos sin aportar ningún elemento que pueda validar sus dichos.
La mentira antes y ahora
Sin embargo, vale la pena un repaso muy breve a la mentira como parte de ciertas conductas, como la de una persona acusada por la comisión de un delito.
Suele suceder que cuando una persona sabe que ha cometido un delito, pero intencionalmente busca inculpar o arrastrar a otras personas ya sea por odio personal, rencor, venganza o intereses estratégicos, está mostrando rasgos de personalidad bastante complejos y potencialmente patológicos.
Existen varios tipos de mentirosos, clasificados según sus motivaciones, frecuencia, intención y, en algunos casos, características psicológicas o clínicas. Entre ellos podemos citar algunos como el “mentiroso estratégico”, que es aquel que miente con intención y cálculo, busca un beneficio (dinero, poder, ventaja), manipula situaciones o personas conscientemente y puede reflejar rasgos maquiavélicos o antisociales. También existe el “mentiroso compulsivo (o patológico)”, que miente habitualmente, incluso sin razón; las mentiras son automáticas o impulsivas, a veces cree sus propias mentiras y puede tener mitomanía o trastornos psicológicos. El “mentiroso por conveniencia”, quien miente para salir de un apuro, evitar conflicto o vergüenza, y no lo hace con maldad, sino como forma de defensa rápida; no suele sostener la mentira por mucho tiempo.
Finalmente está el “mentiroso narcisista”, que miente para inflar su imagen, parecer superior o perfecto, minimiza errores o inventa logros y no siente culpa por mentir si así protege su ego. Existen también otros tipos más como el “mentiroso histriónico”, el “compasivo”, el mentiroso “manipulador” o el “mentiroso de conveniencia”.
Pero, en realidad, ¿qué es la mentira? La mentira es una afirmación falsa hecha a propósito y con la intención de que alguien crea que es verdad. Implica engañar de forma consciente, ya sea ocultando información, alterando hechos o inventando completamente una historia.
La mentira es tan antigua como la Humanidad. Desde que los seres humanos desarrollaron el lenguaje, a la par desarrollaron la capacidad de engañar. Incluso en el mundo animal existen conductas de engaño (camuflaje, imitación de sonidos, fingimiento de muerte), pero solo el ser humano puede mentir con plena conciencia simbólica y moral.
En registros históricos y religiosos aparecen varias destacadas mentiras: en la Biblia está la serpiente engaña a Eva (Génesis); y Caín que miente sobre su hermano Abel. En la mitología griega hallamos a Hermes, dios del engaño y los ladrones, que miente desde niño. En la filosofía clásica Platón y Aristóteles ya debatían sobre la moralidad de la mentira.
Etimológicamente la “mentira” viene del latín mentiri, que significa “engañar con la mente”. Una definición más breve: “una declaración falsa hecha con intención de engañar.”
A lo largo de la Historia se han conocido algunas muy famosas mentiras, como la de “el caballo de Troya” (siglo XII a. C.), una estratagema diseñada de los griegos para engañar a los troyanos y entrar en la ciudad amurallada. Aunque es parte de la mitología, representa una de las mentiras más estratégicas de la Antigüedad. También encontramos las de “las armas de destrucción masiva en Irak” (2003), cuando el gobierno de los Estados Unidos, presidido por George W. Bush, afirmó que Irak tenía armas químicas y nucleares como justificación para invadir ese país. Años después se comprobó que esa información era falsa, pese a que sirvió para desatar una de las guerras más controvertidas del siglo XXI.
Se puede citar igualmente “las mentiras del Tercer Reich” (1933-1945). Joseph Goebbels, ministro de Propaganda del Führer, decía: “una mentira repetida mil veces se convierte en verdad”. El régimen nazi usó la mentira sistemática para justificar la guerra y el exterminio.
El mentiroso estratégico
Dentro de la clasificación psicológica de los mentirosos uno de los que más se aproxima al caso de Zúñiga es el “mentiroso estratégico”, o sea una persona que miente de forma deliberada, calculada y con un propósito claro. A diferencia del mentiroso compulsivo, que miente por impulso o hábito, el estratégico lo hace con una intención específica, normalmente para obtener un beneficio, evitar un castigo o manipular a los demás.
¿Cuáles son las características del mentiroso estratégico?
- Previsión y cálculo: la mentira está planificada. Sabe qué decir, cuándo y a quién.
- Objetivo claro: miente para lograr algo: dinero, poder, evitar sanciones, manipular una situación, dañar a alguien, etcétera.
- Frialdad emocional: suele mostrar poco remordimiento. Si la mentira funciona, lo considera un éxito.
- Capacidad de adaptación: puede cambiar de versión o ajustarla si las circunstancias cambian.
¿Qué condición clínica puede reflejar? El mentiroso estratégico no siempre padece un trastorno, pero cuando su conducta es recurrente y dañina puede reflejar:
- Trastorno de personalidad antisocial: ignora normas sociales y derechos ajenos.
- Miente y manipula para beneficio personal. Carece de remordimiento.
Este es el perfil más común en personas que mienten para encubrir delitos o engañar de forma sistemática:
- Rasgos narcisistas: se considera superior y justificado para mentir si es por “un bien mayor” (el suyo). Puede mentir para mantener su imagen o status.
- Maquiavelismo (rasgo de la Tríada Oscura): usa la manipulación y el engaño como herramientas para controlar a los demás. Ve a las personas como medios para lograr fines.
¿Es siempre patológico? No necesariamente. Una persona puede mentir estratégicamente sin tener un trastorno clínico, especialmente si lo hace esporádicamente y en contextos muy puntuales: por ejemplo, para evitar un daño grave. Sin embargo, si esa conducta es frecuente, fría y sin culpa puede ser signo de una alteración en la personalidad o en la ética personal.
Estos son solo algunos elementos que la ciencia nos ofrece para poder identificar un determinado comportamiento. Dejo a criterio del lector el identificar el comportamiento de Juan José Zúñiga Macias, desde junio de 2024 hasta la fecha e incluso desde mucho antes –de cuyas conductas mesiánicas fueron testigos un sinnúmero de personas dentro y fuera de la institución armada–.
- Por Diego Portal
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