La primera semana de febrero, en Caracas, se realizó la XI Cumbre del ALBA, confirmando que esa iniciativa impulsada en 2004 por Cuba y Venezuela es uno de los motores —quizá el más importante— del complejo camino de la construcción de la unidad y la integración de América Latina y el Caribe.
Un seguimiento más o menos sistemático a las sesiones de la cita presidencial, a través de la cadena Telesur, ha permitido constatar que ese esquema alternativo de integración, que nació inicialmente como respuesta al espíritu anexionista del ALCA, cuenta cada día con la simpatía de varios países del continente que hasta ahora no forman parte de ese grupo.
Lo que pasa es que el ALBA se está construyendo de manera distinta a otras experiencias. En su lógica de funcionamiento no entran los reducidos cálculos económicos y comerciales. Todo lo contrario, a contra marcha de la ley del valor, este esquema de integración ha puesto en desarrollo principios como la cooperación y la solidaridad entre los pueblos y los Estados. De ahí la enorme presencia de médicos cubanos y venezolanos en varios de los países miembros, así como de alfabetizadores.
Pero además de ese valor concreto, sería un error no reconocer que esa iniciativa está aportando a la consolidación de otros foros como la Unión de Naciones del Sur (UNASUR) y al nacimiento de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), cuyo acto fundacional se registró en diciembre pasado en Venezuela.
La XI Cumbre del ALBA —que no fue tomada en cuenta por la inmensa mayoría de medios de comunicación bolivianos—, también fue escenario para la reunión de los partidos políticos y los movimientos sociales de los países miembros, lo cual le atorga a la unidad de Nuestra América una cualidad superior a la de otras iniciativas. Esto quiere decir que la unidad está siendo construida desde los estados pero también desde los pueblos.
Esto implica que los sueños de independencia y unidad materializados en las rebeliones indígenas contra la invasión europea y en las luchas de los próceres como Bolívar, Hidalgo, Martí y otros, hoy vuelven a cobrar dimensión histórica y se convierten en fuente diaria de las acciones que toman la mayor parte de los gobiernos de esta parte del continente para conquistar su plena emancipación de todas las formas de enajenación.
En pocos años el ALBA es una referencia internacional y le corresponde a los gobiernos y pueblos cuidar esta iniciativa, en un momento particularmente difícil para la humanidad y el planeta.
Deja un comentario