os más de 50 días de conflictos sociales que ha experimentado Bolivia, producto de una huelga médica en rechazo a la intención gubernamental de recortar un privilegio, ha servido para evidenciar, junto a otros factores, que el proceso de cambio tiene que sortear varios frentes para profundizarse.
El primer lugar, la capacidad de “inserción” que la derecha parece estar recuperando cada que se presenta un conflicto social. Es decir, esa derecha que ha sido derrotada pero no ha desaparecido, ha encontrado en los sectores y movimientos sociales, sobre todo bastante permeables a la influencia de la ideología conservadora, el terreno fértil para impulsar una estrategia de desgaste del gobierno del presidente Evo Morales.
No sería la primera vez en la historia de América Latina que la derecha aprovecha errores de los gobiernos a los que se combate o movilizaciones de los sectores sociales en contra de una medida que la consideran ilegítima, para convertir los conflictos sociales en conflictos políticos.
En segundo lugar, la permanente amplificación que la mayor parte de los medios de comunicación hace de los conflictos sociales y que genera la sensación de un gobierno sin capacidad de control o de una posible crisis estatal. Es decir, los medios, principalmente la televisión, muestran las cosas más grandes de lo que realmente son. Por ejemplo, no es que la movilización de los estudiantes de medicina haya sido pequeña, pero es evidente que cuando mucho participaron cerca de 2.000 de los más de 7.000 que están matriculados.
En tercer lugar, que la fuerza relativa de un sector social busca incrementarse por la vía de asumir la fuerza relativa de otro sector. Esto ha ocurrido con la huelga médica, cuya movilización arrastró tras de si a la Central Obrera Boliviana (COB), cuya dirigencia colocó en lugar secundario el pliego por el que los trabajadores empezaron su protesta.
Y, finalmente, la demasiada prudencia o excesiva demora de los sectores y movimientos sociales protagonistas principales del proceso, para reaccionar, organizarse y salir en defensa de su gobierno. Esto da la sensación, por supuesto engañosa, de un gobierno debilitado en su relación con la base social.
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