marzo 29, 2024

“Lula es el único nombre para presidir Brasil”

Fernando Haddad, nacido en 1963 en São Paulo y exalcalde de esa misma ciudad, ha ido a visitar al expresidente brasileño Luiz Inázio Lula da Silva en la cárcel de Curitiba, en el Estado de Paraná (al sureste del país), donde se encuentra recluido desde el pasado 7 de abril. A Haddad le ha tocado coordinar el programa de Gobierno de la formación del exmandatario, el Partido de los Trabajadores (PT) y, por consecuencia, la campaña presidencial de Lula.

Pero todo indica que a Haddad le puede tocar también suceder a Lula en la campaña presidencial si la Justicia rechaza las intenciones del preso —que lidera las encuestas con más de 30% de intención de voto— de presentarse como candidato. A pesar de estar en la cárcel, el PT asegura que Lula será su candidato oficial para ganar las elecciones presidenciales el próximo 7 de octubre.

Lula fue condenado a 12 años de cárcel por corrupción y blanqueo de dinero por aceptar un aparente soborno de una constructora que le reformó un tríplex a cambio de favores políticos. La inédita situación del expresidente le llevará a ser juzgado por el Tribunal Superior Electoral (TSE), que tiene hasta el 17 de septiembre —a tan sólo 20 días de los comicios— para decidir si Lula finalmente puede o no competir en las urnas.

La posible negativa de la corte electoral a que Lula sea candidato obligará al PT a nombrar a otro representante, y todas las miradas están en Haddad. Este, sin embargo, ha negado los rumores que le sitúan como sucesor del expresidente. “Lula es nuestro plan A. No hay otro plan, es la única alternativa”, asegura el exregidor. Como la posibilidad de que Lula quede libre para ser el candidato del PT es remota, Haddad es visto como su heredero natural. “Esa conversación no existe dentro del PT”, repite sistemáticamente, con una postura poco fiable para quien tiene como mentor a un verdadero animal político como Lula.

El nombre de Haddad ya había sido testado en las encuestas electorales. En una de las más recientes, de finales de junio, lograba el 3% de las intenciones de voto. En otra, se veía con un 8% de apoyo. Pero el posible sucesor de Lula era casi invisible hasta ese momento, calculan los petistas (simpatizantes del PT). No daba entrevistas, ni aparecía en eventos públicos, alimentando así el misterio sobre su papel en el futuro proceso electoral.

Haddad gobernó São Paulo entre 2013 y 2016. Estuvo en el epicentro de las protestas de junio de 2013, cuando un grupo de estudiantes impulsó unas movilizaciones por la subida del precio del transporte público, la chispa que incendió las manifestaciones que se extendieron por todo el país. La municipalidad era la responsable de gestionar el reajuste del billete de autobús y el entonces alcalde sufrió un brutal desgaste político.

Después, fue contaminado por el odio al PT fomentado por las denuncias de corrupción en la operación Lava Jato (la investigación sobre corrupción que llevó al caso Petrobras), que en la actualidad mantiene a Lula en la cárcel. Intentó salir reelegido como alcalde de São Paulo en 2016, pero perdió frente a João Doria, un empresario antipetista que ganó en primera vuelta con el 53,3% de los votos diciendo que no era político y que por eso mismo sería un buen gobernante.

Haddad quedó en un flojo segundo lugar, con el 16,7% de las preferencias. “Tuve una superposición de crisis que me derrotaron”, justificó a este diario cuando perdió. La apuesta ahora es que el apoyo incondicional de electores a un Lula encarcelado sea su boleto de entrada a la presidencia.

Encerrado en la cárcel, el expresidente sigue jugando sus cartas en el juego político de Brasil. Y Haddad sería su as en la manga. La hipótesis va ganando más fuerza desde que el exalcalde empezara a conceder entrevistas sobre el plan de Gobierno del PT.

Ha sido noticia todos los días en los principales diarios brasileños. “Hicimos buenos trabajos en nuestros Gobiernos, pero no lo hicimos todo. Por eso queremos volver a gobernar”, ha explicado el exalcalde de São Paulo este diario, destacando los proyectos en Educación, Sanidad e Infraestructuras destinados a la población más desfavorecida. Su partido va a presentar el nombre de Lula el próximo día 15 de agosto y, según Haddad, luchará en el tribunal electoral y en la Corte Suprema para que su candidatura sea legitimada.

Pero después de tantas derrotas ante la justicia, ¿es posible creer que ahora será diferente? “La jurisprudencia de la Corte Electoral hasta aquí garantiza el registro del nombre de Lula». ¿Por qué daríamos como cierto que eso va a cambiar ahora? «Es la pregunta que Lula y yo nos hacemos”, completa Haddad, revelando una vez más una batalla —por ahora en tablas— para reforzar la tesis de persecución a Lula, cuestionando los motivos que le han llevado hasta la prisión. “Lo que está en juego ahora ya no es Lula, es la democracia”, repite el exalcalde, formado en Ciencia Política, y que trabaja como profesor universitario.

En una carta escrita por Lula y leída el pasado sábado a sus militantes en una convención regional en São Paulo, el expresidente defiende que “hubo un golpe dentro del golpe [el impeachment de Dilma Rousseff]», con la intención de sacar al expresidente de la elección en la que parte como favorito.

Propuestas del PT

Poco después, Haddad siguió su programa para asistir al Festival de Literatura Internacional de Paraty, donde participó en un debate sobre el futuro de la izquierda en Brasil. Va firmando así su campaña, y también las propuestas del PT para gobernar Brasil: reducir impuestos a los más pobres, tributar las herencias de las fortunas más altas, combatir las elevadas tasas de interés de los bancos para fortalecer el crédito y reactivar la economía, entre otras medidas.

“Reducir impuestos a los más pobres y subirlos a los más ricos que pagan poco es razonable. Se incrementa un poco la renta de los más necesitados y crece el consumo. El empresario gana produciendo más”, dice Haddad, repitiendo la fórmula que puso a Lula en las alturas cuando fue presidente de Brasil entre 2003 y 2010.

Después de tantos años desde de Lula fuera de la presidencia, y con el impeachment de su sucesora Rousseff de por medio —que dejó a un país dividido—, Brasil se pregunta ahora si la apuesta del exmandatario para ganar las elecciones tendrá eco de verdad en la campaña presidencial que empieza oficialmente en Brasil a inicios de agosto. Al insistir en su propio nombre como candidato, Lula parece buscar un efecto sorpresa en el proceso electoral que fortalezca a su partido, al mismo tiempo que refuerza la tesis sobre su inocencia.

Cuanto más se demore el PT en definir públicamente el nombre de un sucesor, mayor será el poder de transferencia de votos para el nombre ungido por Lula. Un juego arriesgado de quien efectivamente no tiene nada que perder.

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