febrero 18, 2025

138 años tratando de regresar al Pacífico y ahora a punto de abrir la puerta


Por Bryan Katari *-. 


138 años han pasado desde que concluyó la Guerra del Pacífico. El resultado, nefasto desde muchas perspectivas, dio de todos modos asidero a la bolivianidad como identidad nacional, que tiene en este trauma colectivo una de sus principales columnas.


La invasión de Cobija y Atacama no fue un hecho aislado. No se debe olvidar que se ocupó éste territorio sin disparar un solo tiro. Las tropas chilenas que tomaron las calles de éste pueblo sólo consolidaban un esfuerzo precedente. De cierta forma fue la continuación de la guerra que Chile y Argentina le declararon a la Confederación Perú-Boliviana, y de los recelos que dicha unión le provocaban a Diego Portales, autor intelectual de éste despojo.

Por otra parte, fuera del mariscal Andrés de Santa Cruz, el resto de la élite boliviana no llevaba consigo una concepción territorial de Estado que contrapesara la de Portales. La presencia de Bolivia fue, por ello, esforzada en el puerto de Antofagasta, con pocas iniciativas por parte de los gobiernos bolivianos para hacerla efectiva. De hecho, hasta la década de los 50s del siglo XIX, aún se debatía otras rutas hacia el mar menos costosas, como las que podían darse a través de la Amazonía hacia el Atlántico.

Pero era territorio boliviano sin duda. Se trató de consolidar soberanía no sólo durante el gobierno del mariscal Santa Cruz sino también durante el gobierno de José Ballivián, quien fuera también guerrillero independentista. En 1839 el gobierno precedente de José Miguel de Velazco eleva al Litoral al rango de distrito y coloca allá un prefecto. El gobierno de Ballivián realiza inversiones en infraestructura y transporte para facilitar la llegada a dicho territorio. Es durante aquellos años, inicios de la década de los 40s del siglo XIX que se descubren los primeros yacimientos de guano y salitre, seguidos por inversiones inglesas y chilenas que contrastaban con la falta de capitales bolivianos.

Las tensiones entre Bolivia y Chile comenzaron a darse desde inicios de 1860, limitadas al escenario diplomático. De todos modos, la confusión era evidente. Había inversiones no solo chilenas, sino inglesas, americanas y brasileras y sobre todo, anglo-chilenas. Sus empresarios no eran sólo inversionistas sino también autoridades políticas. Se dan una serie de errores que inician con el Tratado de Medianería firmado por el infame Mariano Melgarejo en 1866 y que luego se profundizan durante el gobierno de Frías.

El tratado define la línea de demarcación entre Chile y Bolivia en el paralelo 24, borrando de un plumazo un grado y medio de lo que era, de 25 y 30. Este tratado de 1866 reconoce que Bolivia no puede administrar sus propios territorios. En diciembre de 1872, durante la presidencia de Tomás Frías, se reconoce que la demarcación es el paralelo 24, ratificando la pérdida provocada por Melgarejo. En 1874 se firma un nuevo Tratado entre el canciller Mariano Baptista y el embajador chileno en Bolivia, Carlos Walker Martínez.

Éste tratado es considerado por nuestra historiografía como el corazón de la Guerra del Pacífico. Establece que el paralelo 24 se ratifica. Reivindica en los hechos la propiedad de Chile sobre la mina de Caracoles al establecer la explotación compartida entre ambos países de los minerales existentes y descubiertos entre los paralelos 23 y 24. La historia posterior ya es conocida: Bolivia quiere incrementar los impuestos a las empresas chilenas mientras Chile consolida su presencia física impulsada por capitales propios e ingleses. La suerte está casi echada.

Lo que viene después es, lógicamente, la factura que la historia le cobra a Bolivia por los errores cometidos por sus gobernantes durante décadas. La guerra estalla en 1879 y termina para Bolivia en 1880. Chile pide a Bolivia la cesión total de su territorio, más otras condiciones draconianas. La respuesta es categóricamente negativa. El dominio militar chileno es, sin embargo, abrumador.

En 1884 se firma un Tratado de Tregua. Se establece que Bolivia acepta la presencia chilena sobre su territorio y acepta su control económico. Se propone un plebiscito para que Tacna y Arica definan a qué país quieren pertenecer. Nunca se realiza, sin embargo. Le permite a Bolivia sólo un tránsito restringido. El Tratado termina la situación de guerra

En 1904 se firma el Tratado más ominoso y Chile consolida no sólo su presencia económica sino demográfica y estatal. Se cierran las puertas del mar a Bolivia. Elidoro Villazón redacta un memorándum a Chile y Perú, que es la primera acción internacional de Bolivia en su actual política de Estado. “Queremos mar y no renunciaremos”, se afirma. El memorándum de 1910. “Bolivia no puede vivir aislada del mar…” El espíritu de ésta declaración se convierte en política de Estado.

En 1920 el embajador chileno Emilio Bello y el canciller boliviano Carlos Gutierrez firman un protocolo que acepta que, “Chile está dispuesto a procurar que Bolivia adquiera una salida propia al mar…”. En 1921 el embajador chileno Agustin Edwards, afirma que una negociación para que Bolivia retorne al mar aún tiene las puertas abiertas. En 1923 Jaimes Freyre pide revisar el Tratado de 1904. Chile se niega. En 1926 el canciller chileno Jorge Matte abre las puertas para negociar una salida boliviana a través de Arica a Bolivia.

No obstante, el Tratado de 1929 entre Chile y Perú congela las cosas. Bolivia insiste en su postura y durante Mamerto Urriolagoytia se demanda un territorio hacia el mar. La respuesta de la cancillería chilena es estar dispuesta a negociar. Pero la negociación no prospera porque la prensa chilena filtra la noticia. El conocido escritor boliviano Franz Tamayo también se opone, pues se sugería ceder las aguas del río Lauca a cambio. Perú rompe la negociación.

En 1961 el embajador de Chile en Bolivia ofrece otra negociación. En 1962 Chile desvía las aguas del río Lauca. Más de una década después, en 1975, se da el abrazo de Charaña. Pinochet necesitaba un aliado como dictadura, empujado por el miedo a una guerra contra Perú y Argentina, también dictaduras militares. La respuesta del ministro de relaciones exteriores de Chile es un documento más que sólido de un compromiso de Chile con Bolivia para negociar el tema del mar.

En febrero de 1979 la OEA se pronuncia sobre éste asunto y afirma que el enclaustramiento de Bolivia es un asunto de regional. En 1983 los cancilleres de Bolivia y Chile aceptan un documento que propone una negociación. En 1987 se da un nuevo esfuerzo por parte de Bolivia para adelantar negociaciones, pero esta vez Pinochet se niega a hacerlo. En el año 2000 se firma la Agenda de Algarve. La agenda no tiene exclusiones, lo que quiere decir que se considera el tema del mar.

En 2002 el pueblo boliviano reacciona con indignación cuando se revela que el entonces presidente Tuto Quiroga sostenía charlas secretas con el presidente chileno Ricardo Lagos sobre la posibilidad de exportar gas a través de Chile. En enero de 2004 el entonces presidente Carlos Mesa reposiciona el tema del mar a nivel internacional durante la Cumbre de las Américas de Monterrey, México. En 2006 el presidente Boliviano Evo Morales y la presidenta chilena Michelle Bachelet firman la Agenda de los 13 puntos, donde se incluye la discusión de una salida al mar.

Ante el estancamiento de dicha Agenda, en 2011 el presidente Evo Morales abre la posibilidad de un juicio en la Corte de La Haya. En 2013 presenta la demanda y en 2016 la Corte acepta su competencia. Éste año, 2018, Bolivia presenta sus alegatos orales ante la máxima Corte de Justicia del planeta. Se trata de una historia larga, que sólo puede tener dos finales: o Bolivia abre las puertas del diálogo para regresar a las costas del Pacífico o continúa intentándolo. En septiembre u octubre sabremos lo que va a pasar.


*            Es filósofo


 

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