
Por José Galindo *-.
Para entender cómo se manufactura la opinión de millones de bolivianos, cómo se presenta un dato irrelevante para engordarlo hasta deformar la verdad, como se convence a una persona de que el Sol gira en torno a la Tierra y no al revés, deben leerse los titulares, editoriales y opiniones de los medios de comunicación de la derecha. Lo hemos visto muchas veces. El modelo es sorprendente más por su sencillez que por su efectividad. Una acción coordinada de mentira.
Hace poco más de una semana fue arrestado Jorge Terceros, un general de la Fuerza Aérea Boliviana (FAB) involucrado en el golpe de Estado perpetrado a finales de 2019. Sus declaraciones, antes de ser confinado a prisión, fueron utilizadas hábilmente por los editorialistas y líderes de opinión de la derecha boliviana para desvirtuar una verdad aceptada hasta ahora por la mayor parte del mundo: que hace dos noviembres, la Constitución del país fue violada por un grupo de personas que asaltaron el Palacio Quemado. Se trata de marear la perdiz, en buen romance, obviando una verdad de Perogrullo: un golpe de Estado no es un formalismo, sino su negación más absoluta, su anulación ¿esperaban estos supuestos periodistas que dicha asonada se presentara con credenciales y un aviso oficial? “¡Que tal, mi nombre es Luis Fernando Camacho, y he venido a tomar el poder por la fuerza!”.
Jorge dijo esto, Evo dijo aquello; García Linera dijo eso y Zabaleta dijo así; Terceros dice… De esta forma, pasando de declaración a declaración, vamos alejándonos de un dato elemental: la sucesión presidencial no se determinó en la Asamblea Legislativa sino en una universidad privada, mientras los representantes políticos de una parte de la sociedad eran perseguidos y amedrentados, con el correlato mortal producto del empleo excesivo de la fuerza de manera conjunta entre policías y militares. Aviones de combate surcaban los cielos, bandas paramilitares tomaban las calles y el país entero literalmente se detuvo por cuatro días. Le siguió a esta brusca transición forzada casi un año de suspensión total o parcial de libertades y derechos, a contracara del abuso licencioso de las prerrogativas gubernamentales por parte de los que tomaron el poder por la fuerza.
Marear la perdiz
La evidencia documental, administrativa y hasta forense está a la vista de quien quiera verla, tanto por sus causas como por sus consecuencias lo que sucedió entre el 8 y el 12 de noviembre de 2019 fue simple y llanamente un golpe de Estado, desprovisto de las sutilezas que se dieron, por otro lado, en Paraguay y Brasil en años anteriores. ¿Por qué, entonces, las editoriales de Página Siete, Los Tiempos y El Deber están tan entusiasmadas con Terceros? No hay manera de decirlo suavemente: sensacionalismo, desinformación y eso que algunos llaman posverdad.
Google: “(Sensacionalismo es) la tendencia de algunos medios informativos a presentar las noticias destacando sus aspectos más llamativos, aunque sean secundarios, con el fin comercial de provocar asombro o escándalo”; Wikipedia: “La desinformación, también llamada manipulación informativa o manipulación mediática, es información falsa o engañosa que se difunde deliberadamente para engañar. Este es un subconjunto de la información errónea”; Wikipedia: “Posverdad o mentira emotiva es un neologismo que describe la distorsión deliberada de una realidad en la que los hechos objetivos tienen menos influencia que las apelaciones a las emociones y a las creencias personales, con el fin de crear y modelar la opinión pública e influir en las actitudes sociales”.
Lo que buscan estos medios, sus pares menores y su séquito de opinadores, es hacer pensar a los bolivianos que acaba de surgir evidencia que pone bajo tela de juicio que los hechos de noviembre de 2019 hayan sido un golpe de Estado; que hay razones, a fin de cuentas, para dudar sobre lo que afirman el Gobierno, los masistas y la izquierda. Pero no hay revelación novedosa, apenas nuevas versiones sobre algunas anécdotas, más imprecisiones sobre un hecho certero: los “pititas” tomaron el poder por la fuerza. Se advierte la continuidad de una estrategia de persistencia y desgaste por parte de este conglomerado de la mentira, o la verdad a medias, que es lo mismo. No hay razones para tanto alboroto.
Lo hemos visto tantas veces: un periodista o figura pública revela un pedazo de información que es inmediatamente reproducida por los medios hasta llegar a un punto de saturación suficiente como para iniciar un debate. Inmediatamente un grupo de avanzada compuesto por opinadores e intelectuales sospechosamente sincronizados comienza a producir líneas discursivas que apuntan siempre en una misma dirección. Al final, los políticos, como siempre metidos hasta ese momento en sus propios asuntos, repiten, aunque de manera menos sofisticada, aquello que dicen medios, periodistas y opinadores. La radio, la televisión y las redes sociales tienen su propia dinámica y también son parte de este esquema de acción. Después de unos días, generalmente una semana o dos, se ha logrado algo: manufacturar la opinión de millones de personas, a partir de la convergencia de las acciones descritas.
Sensacionalismo, desinformación y posverdad
Página Siete: “Zavaleta confirma que estuvo al mando de las FFAA, pese a insubordinación”.
Terceros le dio parte de la partida del avión mexicano que se llevaría a Evo Morales fuera del país al entonces ministro de Defensa, Javier Zabaleta, pero olvida, al mismo tiempo, haberse comunicado con Jorge Tuto Quiroga para coordinar tal salida. Tuto, por otra parte, deja poco espacio para la duda: “A todos ustedes quiero pedirles disculpas, que comprendan que ayer tuve que hacer algo que nunca pensé que iba a tener que hacer, gestiones con la Fuerza Aérea Boliviana para que el tirano salga de Bolivia, a fin de que pacifiquemos el país”. Otros testigos, como Susana Rivero y Adriana Salvatierra, pueden corroborar las declaraciones de quien era el nadie más nadie de los nadies, que, sin embargo, le estaba dando órdenes a los niveles más altos de las Fuerzas Armadas. ¿Qué es más relevante? ¿Qué Zabaleta todavía tenía cierta influencia sobre los hechos a partir de la investidura de un cargo que sí era, por otra parte, legal? ¿O que Tuto Quiroga, político sin cargo, estuviera dando órdenes sin tener derecho alguno? El titular de Página Siete es sensacionalista. Toma un aspecto de la entrevista del exMinistro y lo infla hasta deformar la verdad.
Página Siete: “Según Terceros, usted habría dicho a Kaliman que podía ser presidente”.
La respuesta es categórica: “Eso es falso, bajo ninguna circunstancia. Imagínese, yo hago política desde hace más de 20 años atrás y si tuviera esas desviaciones, esas absurdeces dentro de la cabeza, todo el mundo ya lo conocería. Nunca incitaría a que un militar asuma la Presidencia del Estado. No sé de dónde se saca eso”. ¿Cuál es la necesidad, entonces, de tal pregunta? Lo que Terceros diga ayudará muy poco a establecer un veredicto final sobre los hechos de aquellos días, pues no puede recordar, es decir, oculta pedazos de información esenciales para resolver el problema del golpe de Estado. “Él dice que Kaliman le dijo algo que usted le había dicho”. Desinformación: se presentan datos sin confirmar su veracidad con el objetivo de confundir al lector, que ahora cree que el Gobierno derrocado podía incluso nombrar a su sucesor. ¿Qué sentido habría tenido entonces la reunión de la Universidad Católica? “Ninguno, porque no hubo golpe de Estado”.
Brújula Digital: “Terceros: ‘Evo amenazó con quema de La Paz si no se dejaba entrar al avión que lo llevaría a México’”.
Amenaza de Álvaro García Linera, quien de paso no resulta ser el miembro más carismático del anterior Gobierno masista: “Aquí están más de 10 mil compañeros concentrados. Va a arder el Aeropuerto, vamos a arder nosotros, van a arder sus soldados, bajo su responsabilidad”. Evo, según Terceros: “Él (Morales) me dijo de manera textual: ‘Si no me autoriza el ingreso de ese avión, usted será culpable de que los 15 mil compañeros que están bajando de El Alto a La Paz quemen la ciudad…’, yo le dije: ‘Por Favor no haga eso, cómo va a hacer eso, ordéneles que se vuelvan, que no cometan eso…’, y él me indicó: ‘Yo ya no tengo el control, el encargado es el Ministro Cocarico, llámenlo a él’”. Posverdad: los hechos objetivos tienen menos influencia que las apelaciones emotivas. “Evo quería quemar a los niños bien de Sopocachi y la Zona Sur”. La clase media de Comunidad Ciudadana (CC) se indigna. ¿Hablamos todavía del golpe de Estado?
Me vienen dos historias a la mente: la primera, que cuenta sobre un estudio científico en el que una persona le comunica una historia a otra, y luego se le pide a esta que haga lo mismo con otra, repitiendo el ciclo tantas veces que la historia original queda totalmente irreconocible, y se convierte en otra; y la segunda, escrita por el aclamado Christopher Nolan, en su película Inception, acerca de la posibilidad de plantar convicciones en el subconsciente de las personas mediante la manipulación de sus sueños. La cobertura que estos medios le dan a Terceros puede ser vista a partir de estos dos ejemplos. La versión del General apresado por sedición se añade a la cacofonía de detractores del Gobierno masista hasta que ya no se puede diferenciar el rumor de la verdad. Por otra parte, el hecho de poner en duda el golpe de Estado a partir de “una información” tiene el propósito de hacer eso, sembrar duda, para no ver la verdad.
Yapa, titular de Página Siete: “Terceros: ‘Evo no sacó a las FFAA a reprimir porque estaban cortos de municiones’”. ¿De dónde salieron, entonces, las balas que mataron a tantos bolivianos en Senkata y Sacaba? Ni sensacionalismo, ni desinformación ni posverdad: burla.
La patente
Una cosa es lo que se dice sobre los hechos, la teoría, la anécdota, y otra son los hechos mismos. Evo había dejado de ser Presidente tras renunciar bajo presión y amenaza en contra de su vida y la de millones de bolivianos. Para salir del país, debe trasladarse a Chimoré, donde se le niega el uso del avión presidencial y luego se le impide partir hacia México e incluso se advierte la intención de llevarlo a una instalación militar, a costa de su seguridad y libertad, claro está: “Dice que el avión presidencial ya no depende de mí. Y ya no dependía del Ministerio de la Presidencia (…). Dependía directamente de las Fuerzas Armadas nomás, decía la nota”, cuenta sobre ese episodio en su libro Volveremos y seremos millones: El golpe de Estado, el exilio y la lucha para que Bolivia vuelva a gobernarse.
“Si seguían obedeciendo o no, eso está por comprobarse, porque todo el incidente en el Aeropuerto de Chimoré fue producto de malas decisiones que tomaron, en este caso alguien dentro de las FF. AA., de la FAB, porque primero el avión no quiere despegar, se insubordina, la tripulación del FAB-001 se insubordina en El Alto. Después sí logra despegar ese avión y llega a Chimoré; también ahí hay otra insubordinación, porque no quieren dejar en la terminal civil al presidente en ejercicio; por el contrario, intentan derivarlo a una unidad militar”, cuenta el exministro Zavaleta en su entrevista con Página Siete.
Y más allá de lo que sostengan los múltiples testigos de este crimen colectivo, como lo es todo golpe de Estado, no debe perderse de vista el rol que jugaron aquellos que asistieron a la reunión de la Universidad Católica y la propia institución educativa. Desprovisto de todo cargo, Tuto daba las órdenes, mientras Mesa se limitaba a consentir o negar con gestos muy cautos la determinación del ala más radical de la derecha en esos tiempos. Lo central, debe saber el lector, es que el futuro de los bolivianos se decidió en una universidad privada y a manos de personas que nadie eligió.
“Sí, Tuto Quiroga desde su teléfono marcó el teléfono de Jeanine Áñez, y todos los presentes en la mesa pudimos escucharla”, palabras del exsecretario general adjunto de la Conferencia Episcopal de Bolivia (CEB), José Fuentes. “Adriana Salvatierra me llamaba a cada rato rogando que deje ir del país a Evo Morales. A cambio, dijo que el MAS permitiría una posesión presidencial en el Congreso para Jeanine Áñez”, lo dice el propio Tuto Quiroga.
Y no olvidemos nunca estas palabras: “Y la historia fue tan hermosa en el transcurso de todo que fue mi padre que cerró con militares para que no salgan, fue por esa razón que la persona que fue justamente a hablar con todos ellos y coordinar todo fue Fernando López, actual ministro de Defensa y por eso está para cumplir todos los compromisos”: Fernando Camacho.
- Cientista político.
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