La canción “Tiempo” es una joya de la banda Atajo, del disco Calles Baldías, editado el año 1999.
Momentos de crisis
La canción comienza con la frase: “Tiempo de represión, cárceles, torturas, muertes ya no tengo voz”. Digo que son momentos de crisis, por el hecho que el Estado boliviano, a lo largo del tiempo, siempre estuvo impreso por momentos difíciles.
Solamente por poner algunos ejemplos podríamos hablar del conflicto de representación que vivió en los años 90, por la crisis de los partidos políticos. Un par de reformas electorales acordes al modelo neoliberal que configuró un “monoclasismo” y cinco partidos cogobernando como una juntucha con la el mismo proyecto económico empresarial, cuyo resultado no representaba al conjunto de la población. Crisis de legitimación y la privatización de empresas (que explotaban de recursos naturales o de transformación manufacturera, que eran propiedad estatal), debido a la idea de que eran ineficientes y causaban un alto déficit al Estado.
Por último, como diría el profesor Luis Tapia, podríamos hablar de “una crisis de correspondencia entre el Estado boliviano, la configuración de sus poderes, el contenido de sus políticas, por un lado, y, por el otro, el tipo de diversidad cultural desplegada de manera autoorganizada, tanto a nivel de la sociedad civil como de la asamblea de pueblos indígenas y otros espacios de ejercicio de la autoridad política que no forman parte del Estado boliviano, sino de otras matrices culturales excluidas por el estado liberal desde su origen colonial y toda su historia posterior”.
Guerra del agua
La canción continúa diciendo: “Tiempo de hambre, no hay agua, trabajo, cosecha peor, tiempo de soledad y lloro en sus hombros abrazándola, tiempo para aguantar, hasta que mi camisa reviente por dentro”.
Como explica Ramón Rocha Monroy en su hermoso texto ¡El agua es DEL PUEBLO, carajo!: “en abril de 2000, la población de Cochabamba, Bolivia, se levantó para expulsar a una corporación transnacional que había recibido del Gobierno boliviano la concesión no solo de los servicios de agua y saneamiento de la ciudad de Cochabamba, sino de todas las fuentes de agua de la región. Cochabamba fue escenario de una historia emblemática de lucha, conocida como ‘la Guerra del Agua’, que se desarrolló en tres actos: apropiación de las aguas por la empresa, resistencia popular y reversión de la concesión”.
El mes de abril inició con bloqueos en los caminos de acceso a la ciudad de La Paz y con movilizaciones urbanas y periurbanas que pedían la cancelación del contrato de concesión de Aguas del Tunari. El gobierno del general Hugo Banzer respondió apresando a los dirigentes de la Coordinadora y decretando Estado de Sitio por 90 días. La ciudad de Cochabamba fue ocupada por fuerzas militares, pero la resistencia ciudadana era tan sólida que el 9 de abril el Gobierno se vio obligado a cancelar el contrato con Aguas del Tunari.
Guerra del gas
Todo eso se va repitiendo, las crisis en el Estado boliviano siempre se repiten.
En el gobierno de Gonzalo Sánchez de Lozada (Goni) se produjo la “Masacre de Octubre” o “Guerra del Gas”, en 2003, que además es uno de los más oscuros capítulos en la historia reciente de Bolivia.
En La última tarde del adiós mi amigo –que en paz descanse– Boris Miranda explicaba: “Bolivia vivía un clima de conflictividad social muy elevado, con grandes protestas protagonizadas sobre todo por indígenas aymaras, cocaleros y sectores como la clase media y los universitarios, la tensión subía en la medida de que el Gobierno quería exportar gas natural boliviano a los Estados Unidos a través de Chile”.
El mayor número de movilizaciones se concentró en las ciudades de La Paz y El Alto. Los choques entre los manifestantes y efectivos del Ejército durante esas semanas dejaron un saldo de más de 50 muertos y más de 400 heridos. Sánchez de Lozada dimitió el 17 de octubre de 2003 y huyó de Bolivia de forma inmediata, al igual que el ministro de Defensa, Sánchez Berzaín.
Golpe de estado
En el golpe de Estado de Jeanine Áñez, el 11 de noviembre de 2019, los barrios del extremo sur de la ciudad de La Paz, exactamente en las zonas de Los Almendros, Los Rosales, El Pedregal, Ovejuyo, entre otros, fueron brutalmente reprimidos por las fuerzas policiales.
La segunda masacre tuvo lugar el 15 de noviembre en el municipio de Sacaba (Cochabamba), donde 12 personas murieron y 125 resultaron heridas tras la represión policial y militar.
La tercera ocurrió en Senkata, en el municipio de El Alto, el 19 de noviembre, donde otra operación policial y militar mató a 10 personas y dejó decenas de heridos.
La crisis política y social tras las elecciones de 2019, fundada en un supuesto fraude sostenido por la Organización de Estados Americanos (OEA), cuando en el fondo fue un golpe de Estado que desencadenó protestas intensificadas en todo el país tras la renuncia de Evo Morales y la autoproclamación de Áñez como presidenta interina.
Un día antes de que Áñez tomara el poder la ola de violencia de los grupos civiles armados mostró su expresión más racista con ataques dirigidos principalmente a la población indígena y que alcanzó su punto culminante con la quema de la wiphala (bandera que representa a los pueblos originarios).
Esto provocó el levantamiento de los sectores indígenas y populares que en un primer momento pidieron el respeto y la dignidad de los pueblos indígenas: “¡La wiphala se respeta carajo!”, coreaban mientras marchaban.
Memoria
Debe ser una de las mejores canciones, con un mensaje como este: “Tiempo para aclarar, recuperemos la memoria de nuestra historia, tiempo de un pellizcón, pa’ hacer que se vaya este adormecimiento, tiempo es hora ya, que no te vendan ilusiones de nuevo. Revolución no es dolor es amor”.
Esperanza
La canción tiene un estribillo que me gusta mucho: “Tiempo para buscarte, tiempo para encontrarte, tiempo de amarte, tiempo de revolución, democracia, justicia, libertad pedimos, tiempo para comprar, la esperanza por la televisión o por la religión, tiempo déjame sentir. A este amor siempre a lado de mí”.
Es lo que Bolivia también es: tiempo de esperanza en un nuevo momento de crisis. Hay que reencontrarnos para vivir unidos en tiempos de revolución, de cambios, de unidad. Es en estos días, en esta línea recta a las nuevas elecciones, que todos los bolivianos buscamos una certidumbre.
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