noviembre 30, 2023

De Banderas y colores

En Bolivia, con una fuerza que no se tuvo antes, cada región enarbola su bandera acorde a un tiempo que debe reconocer presencias históricas sepultadas por el Estado-Nación monocorde. Algunas provienen del siglo XIX, como la paceña y la cruceña. Otras, parecen más recientes, como la cochabambina, de color celeste cuyo origen no ha podido establecerse. Al parecer data de no más de cinco décadas; lo que es seguro es no tenía estatuto oficial durante el siglo XIX (cuando se creó el escudo departamental) y buena parte del XX (cuando se adoptó el himno departamental, hacia 1910).

Quizá este origen perdido, contribuya a que distintos grupos sociales pugnen por cambiarla. Unos por una versión multicolor, algo así como una adaptación local de la Whipala. Otros por una de “color rojo entero y que tiene un sol amarillo al centro”, porque el platero mestizo Alejo Calatayud la habría utilizado en 1730. El rojo ha sido el color de la protesta, como símbolo de la sangre derramada. Calatayud alzó el pendón colorado —sin ningún sol en el medio— en la colina de la Coronilla. Los indígenas rebeldes de 1781 también lo enarbolaron, junto al blanco, en sus correrías por la cordillera cochabambina. En cambio en 1810, la Junta de Buenos Aires, a la que Cochabamba adhería, usaba la escarapela roja para resaltar su fidelidad a Fernando VII, el cautivo rey español. Pero en febrero de 1812 la Junta declaró abolida la divisa roja y estableció la blanca y azul celeste. Fueron esos los colores de la primera bandera independentista, que ondeó en la Coronilla en julio de 1813.

El debate sobre la pertinencia del celeste o el rojo ya se produjo durante el Bicentenario cochabambino. Las nuevas autoridades convencidas del carácter desafiante del rojo, borraron el celeste de los emblemas de celebración. Se dijo que era “el color de los españoles”. Se insinuó también que fue introducido por los falangistas que ocuparon la Prefectura durante la dictadura de Banzer. Pudo ser, salvo que el color de FSB no es el celeste sino el azul. La solución era más fácil; solo había que recuperar la memoria celeste de 1813.

Las banderas no son esencias, que brotando de un tiempo inmemorial, son intocables. Nuevos contextos demandan nuevos símbolos. Los emblemas son distintivos convencionales, asociados a una identidad que por definición es un constructo histórico de cara a la memoria. Es decir, el debate cochabambino no es sobre un color, sino sobre a qué pasado queremos pertenecer o en cuál queremos reconocernos. Que es lo mismo que decir en qué presente y futuro pretendemos vivir.

*          El autor es historiador cochabambino.

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