abril 18, 2024

Policía en Bolivia: Historia no oficial 1826-1982 – Juan Ramón Quintana Taborga (2012)

por: Loreta Telleria Escobar

La Policía es una de las instituciones menos estudiadas en Bolivia. A pesar de ser un actor fundamental del diario vivir ciudadano, poco se sabe de su construcción histórica y mucho menos de las causas estructurales que la conformaron tal como es actualmente. Por esta razón, todo aporte académico al respecto, se constituye en un valorable intento de comprender y analizar desde diferentes perspectivas a la institución policial, más aún, cuando este aporte viene de una esfera ajena a la propia institución, ya que le dota de un espíritu crítico y un afán de objetividad alejado de intereses o pasiones personales.

El libro Policía en Bolivia Historia no oficial, refuerza una idea que atraviesa todo su contenido: la constatación de que uno de los principales rasgos que caracterizan la construcción histórica de la institución policial es su quiebre permanente. Los cinco capítulos del libro, nos muestran que existieron tantas policías como gobiernos en Bolivia y que la continuidad en la historia policial en cuanto desarrollo institucional, es una excepción más que una regla. En este sentido, la policía se convierte en el espejo delator de las rupturas institucionales del Estado en los siglos XIX y XX.

En un primer momento (Capítulo uno), el autor relata que la creación de la policía en 1826 durante el gobierno del Mariscal Antonio José de Sucre, reflejaba el intento de darle un rol más ciudadano, “creando una institución de servicio público con jurisdicción local”, rol que se extravía a partir del periodo en que se instala en Bolivia el caudillismo político militar. La policía en este periodo, al estar más cerca del aparato político que de la sociedad, no se constituye en una referencia de orden y seguridad, sino en una que refleja la discrecionalidad del manejo del poder, a lo que se suma, su permanente desplazamiento por parte del ejército, quien asume de manera sistemática el papel policial en su rol de garante del orden interno.

Otro factor que caracteriza a la policía durante el siglo XIX es su carácter centrífugo. La policía en este periodo, no responde a un poder central sino a poderes mas locales que se construyen con arreglo al control territorial de las fuerzas políticas regionales, por lo tanto, responde a un conjunto de fidelidades que dejan de lado la construcción de una lógica de fidelidad institucional al Estado.

La investigación nos muestra, que uno de los primeros intentos de modernización policial se da después de la Guerra del Pacífico (1879-1882), pretendiendo convertir a la policía en una entidad civil al servicio del ciudadano en correspondencia a un creciente proceso de urbanización. El régimen conservador de las dos últimas décadas del siglo XX, imprime en la policía la función de preservación de la hegemonía económica que opera alrededor de la economía minera, atribuyéndole el rol de control de los desordenes urbanos. Sin embargo, este intento de convertir a la policía en una entidad civil se frustra, y nuevamente se le otorga al ejército la facultad de disciplinarla y militarizarla, transformándola en una suerte de apéndice corporativo.

Tiempo más tarde, la característica de las tres primeras décadas del siglo XX (Capítulo dos), es la emergencia de una oligarquía minera que viene acompañada de una policía a la que se le dota de una amplia capacidad represiva y de contención social, especialmente en las áreas rurales del país. En un momento en el que los mineros y los hacendados tratan de expandir su frontera agrícola a costa de liquidar las comunidades indígenas, a la policía se le atribute el rol de apoyo al ejército para el despojo de las tierras de comunidad. Consecuentemente, la existencia de mayor vagancia indígena producto del despojo, la prostitución y la presencia de migrantes extranjeros, convierte a la policía en un instrumento de asepsia social.

En este recorrido histórico, se observa que el mayor intento de dotar de estatalidad a la policía, se produce después de la Guerra del Chaco (1932-1935). Es en esta época (Capítulo tres), donde se diseña una policía de alcance nacional a través de la creación de brigadas y regimientos, que a pesar de suponer un diseño más militarizado, finalmente desarrolla una policía que abarca el territorio boliviano. En 1937 se crea la Academia Nacional de Policías, origen de acuerdo al autor, de una embrionaria institucionalidad, que entre otras cosas, le da identidad y sentido de pertenencia al Estado. Es el principio de la profesionalización que a pesar de la secante subordinación al ejército, dota de horizonte institucional y cohesión interna a la policía.

La narración asevera, que la construcción estatal primaria de la policía pos Guerra del Chaco, se reafirma con la Revolución Nacional de 1952 (Capítulo cuatro), donde se profundiza el sentido de la estatalidad policial con una gran variante: es una estatalidad de tipo prebendal a partir de la derrota política del ejército. El espacio que deja el ejército en la correlación de fuerzas internas, es asumido por la policía a través del uso discrecional de un conjunto de poderes y facultades otorgadas por el gobierno, lo que tiende a erosionar su pertenencia al Estado, convirtiéndola en una policía política. La policía en este periodo, adquiere un propio peso político en los gobiernos de la revolución, privilegio que se le otorga con la condición de preservar un equilibrio interno entre el ejército y las milicias.

Este proceso de nacionalización de la policía -que discurre desde el año 1937- y su tendencia hacia la construcción de un sentido de pertenencia al Estado reforzada con la Revolución Nacional, termina socavado por la recurrente inestabilidad política. Es decir, en los años sesenta, todo lo que había de acumulación de estatalización policial, aunque con características prebendales, se quiebra con la dictadura militar (1964-1982). En este periodo, (Capítulo cinco), la dictadura lo que hace es vengarse políticamente de la policía y la desestructura y divide en tres cuerpos: la Guardia Nacional de Seguridad Pública, la Dirección Nacional de Tránsito y la Dirección Nacional de Investigación Criminal. Paralelamente a este proceso, se observa la emergencia de intentos de modernización patrocinados por Estados Unidos, lo que repercute directamente en la irrupción de una fuerte injerencia externa. Desde 1964 para adelante, la policía vuelve a ser instrumentalizada por el poder político, convirtiéndose en un brazo represivo de contención social y encarnando el inicio de un largo vínculo externo, reflejado en su función antidroga.

Ya en la parte conclusiva del libro, Juan Ramón Quintana afirma de manera fehaciente el carácter no estatal de la policía durante gran parte del periodo de estudio. En sus palabras, la policía “no se construyó como una institución estatal sino más bien como un cuerpo armado de signo político heterogéneo que reprodujo a lo largo del tiempo diversas fidelidades, mentalidades, costumbres, hábitos y métodos de coexistencia que agregaron una mayor desvertebración a la autoridad estatal, en lugar de forjar su articulación”. Por lo tanto, considera que en democracia, el núcleo de una reforma policial tiene que ver con la construcción de su fidelidad estatal, lo que significa que la policía sea cada vez más afín a principios estatales y menos a intereses políticos y/o foráneos.

De esta manera, el libro se constituye en una inédita historia policial alimentada profusamente de fuentes bibliográficas, documentales y hemerográficas, sin dejar de lado un anexo fotográfico que deja vislumbrar las características de la policía boliviana en el siglo XIX y XX. Pero sobre todo, abre las puertas para desentrañar la historia una de las institucionales menos exploradas de nuestro país como es la Policía Boliviana.

1          Politóloga y economista. Directora del Observatorio de Democracia y Seguridad, La Paz-Bolivia. Correo electrónico: loretatelleria@yahoo.es

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